No puedo estar más de acuerdo con Julia Roberts y su motivo para desaparecer de las comedias románticas

Hace unas cuantas décadas que Julia Roberts ostenta el título honorario de “novia de América”. Fue gracias al éxito de Pretty woman, La boda de mi mejor amigo, Novia a la fuga y Notting Hill, que la coronaron como referente indiscutible de las comedias románticas. Sin embargo, hace más de 20 años que no repite en el género, navegando aleatoriamente por el thriller y el drama, mientras se dedica a su vida familiar y transita por el poblado universo de las series.

No obstante, lo que desconocíamos por completo es que tenía un motivo de peso para dejar de lado las comedias románticas que tantas alegrías le han dado en su carrera. Y, sinceramente, no podía estar más de acuerdo con ella.

NEW YORK, NEW YORK - ABRIL 18: Julia Roberts en la premiere de
NEW YORK, NEW YORK - ABRIL 18: Julia Roberts en la premiere de "Gaslit" en el Metropolitan Museum of Art el 18 de abril de 2022 en New York City. (Photo by Dia Dipasupil/WireImage)

La actriz de 54 años regresa a la comedia romántica este mismo 2022 con Ticket to Paradise, una película que se estrenará en EEUU a finales de año (en España todavía no tiene fecha confirmada) y donde vuelve a compartir amorío cinematográfico con su gran amigo George Clooney (fueron pareja en la saga Ocean’s). Y es que quizás no lo recuerden a raíz de las decenas de veces que volvimos a ver sus clásicos a lo largo de los últimos años con cada reposición televisiva, pero su última comedia romántica como “novia de América” fue La pareja del año, aquella propuesta promedio y previsible estrenada en 2001 donde interpretaba a la hermana asistente de una estrella de cine, a la que daba vida Catherine Zeta-Jones. Es decir, no creo que podamos contar Historias de San Valentín (2010) como su última comedia romántica porque su personaje era de mero secundario fugaz, mientras Come, reza, ama no pertenecía a dicho género, sino que era un drama inspiracional donde el romance era un elemento más dentro de una historia mucho más amplia.

Por eso se antoja inevitable preguntarse por qué pasó tanto tiempo alejada del género que la bañó de éxito y el cariño incondicional del público. No obstante, la respuesta no tiene nada que ver con abrirse camino a través de otro tipo de historias, miedo a repetirse o porque el paso de los años haya despertado el rechazo de Hollywood como sucedió a otras actrices al superar los 40. Más bien todo lo contrario. Resulta que alejarse de las comedias románticas no fue su elección, sino que no tuvo más remedio por culpa de la ausencia de guiones que estuvieran a la altura.

La gente a veces malinterpreta la cantidad de tiempo que he pasado sin hacer una comedia romántica como si no quisiera hacer una”, dijo recientemente a The New York Times. “Si hubiera leído algo que pensara que estaba al nivel de escritura de 'Notting Hill' o al nivel de diversión loca de 'La boda de mi mejor amigo', lo haría. No existían hasta esta película que acabo de hacer, que Ol Parker escribió y dirigió”, añadió refiriéndose a Ticket to Paradise.

La actriz insiste en la misma entrevista que “no hubo ni un solo guion” de todas las comedias románticas que recibió durante los últimos años que le pareciera lo suficientemente bueno, pero que si hubiera existido lo hubiera hecho sin dudarlo.

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Tras haber consumido las comedias románticas más clásicas de Hollywood y sido espectadora adolescente en la última etapa dorada del género -los 90s-, no puedo evitar comprender exactamente lo que quiere decir Julia Roberts. Porque si les pregunto ‘cuál fue la última comedia romántica que disfrutaron a la misma altura de Notting Hill o La boda de mi mejor amigo’ ¿cuánto tardan en pensar un título? Yo, personalmente, me quedo en blanco. Me vienen destellos de Drew Barrymore en Nunca me han besado y de Sandra Bullock en La proposición, pero no creo que estén a la misma altura de los grandes clásicos de Julia Roberts. Principalmente por la falta de originalidad que irradiaban aquellas historias que, por muy disfrutables que fueran, terminaban evidenciando patrones repetitivos del género.

Hubo algunas alternativas que nos llenaron los corazones hambrientos de buenas comedias románticas. Como fueron Crazy, Stupid, Love o la maravillosa La gran enfermedad del amor, pero ambas historias contaban con protagonistas veinteañeras, lejos del tipo de personaje que hubiera encajado con el perfil de Julia Roberts. Incluso durante una época muchos creímos que Katherine Heigl estaba encaminada a ser su reemplazo en el género a raíz del furor en torno a su figura -y que la llevó a ser ‘chica de moda’ en Hollywood por una temporada- tras el éxito económico de 27 vestidos o La cruda realidad. Sin embargo, los rumores negativos que la tacharon de actriz difícil al criticar su propia película Lio embarazoso y menospreciar el trabajo de los guionistas de Anatomía de Grey al rechazar ser nominada a los Emmy, sumado al desastre económico de sus últimos intentos en la comedia romántica, derivaron en una debacle profesional que la terminó alejando de la meta.

Desde entonces, pocas historias románticas han sabido mezclar el romance y humor con una misma dosis igualitaria, sino que la balanza suele estar más inclinada a un lado o al otro. Sobre todo en la última década en donde las adaptaciones de las novelas del género YA (jóvenes adultos) acapararon la atención de la taquilla y la conversación entre espectadores románticos -como fueron la saga Crepúsculo o la saga After-, mientras los servicios streaming como Netflix exprimen el género a través de historias de tendencia más adolescente. Como son, por ejemplo, las sagas A todos los chicos de los que me enamoré o Mi primer beso, así como rom-coms previsibles, carentes de originalidad y bañadas de clichés, que vimos en los últimos años en el servicio streaming como Noches blancas, Quizás para siempre o Cómo deshacerte de tu jefe.

En resumen, si somos honestos y dejamos a un lado la debilidad inherente por las historias ligeras que engloban al género de las comedias románticas, estoy convencida que podemos estar de acuerdo con Julia Roberts. No hemos visto comedias románticas que hayan dejado la misma huella que Notting Hill, Pretty Woman o La boda de mi mejor amigo en los corazones cinéfilos. Al menos a la hora de tocar a tantas personas a lo largo y ancho del planeta, crear momentos icónicos y frases que todavía seguimos recreando o canciones que nos remontan instantáneamente a una secuencia.

Julia Roberts explica en la entrevista que a la hora de aceptar un proyecto necesita que el guion la remueva lo suficiente como para que merezca la pena dar un vuelco a su vida personal. Detalla que al ser madre de tres hijos necesita organizarse en torno a la vida familiar, escolar y vacacional, afirmando sentirse “orgullosa” de pasar tiempo en casa con su familia y que se considera “una ama de casa”. Y por eso, en estos 20 años, ninguna comedia romántica que llegó a sus manos estuvo a la altura del listón marcado en su carrera como para hacer el sacrificio, hasta Ticket to Paradise.

Y si bien su estreno más próximo es Gaslit, una serie con una mirada moderna al escándalo Watergate junto a Sean Penn y que podremos ver en Starzplay a partir del 24 de abril, en su nueva película escrita y dirigida por el responsable de Mamma Mia! Una y otra vez, interpreta junto a George Clooney a una pareja divorciada que viaja a Bali para evitar que su hija cometa el mismo error que cometieron ellos hace 25 años.

De momento está por verse si la actriz encontró la rom-com que estaba buscando, pero a juzgar por sus elecciones acertadas en el pasado y el éxito de sus comedias románticas, tiene mi voto de confianza.

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