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“Killing me Softly with his Song”, la canción que tuvo varias princesas pero una sola reina

Roberta Flack en 2012; en los 70 grabó "Killing me Softly with his Song" y enamoró al mundo
Shahar Azran

“Rasgando mi dolor con sus dedos/cantando mi vida en sus palabras/matándome suavemente con su canción/contando mi vida entera con sus palabras/matándome suavemente con su canción”. Bien. Estos son los versos que se han murmurado los amantes sin entender del todo las palabras en el esperanto de una balada que vive en el inconsciente FM global. Y estos son los versos indelebles de una canción que habla de otra y que pasó por tres voces, desde el folk intimista al soul y al hip hop, para consagrar su carácter atemporal en la voz de Lauryn Hill cuando The Fugees tomaron por asalto los premios Grammy en febrero de 1997.

Las luces apuntaron entonces una carrera solista que se quedó en un debut magnífico (The Miseducation of Lauryn Hill) seguido de uno de los silencios discográficos más insólitos que se recuerden. Lauryn hablaba entonces del significado de haber grabado una canción que su madre le cantaba cuando niña en South Orange, Nueva Jersey. El disco que sonaba en la casa no era otro que el vinilo Killing me Softly que se había vuelto parte de la discografía común de Norteamérica a partir del éxito de la balada que abría el lado 1: “Killing me softly with his song”. Premio Grammy a la canción del año 1973 y mejor interpretación vocal para la pianista y contralto Roberta Cleopatra Flack que se dejaba ver entonces en la tapa con el pelo afro de militante Black Panther pero exhibiendo el reflejo caoba de la madera de un piano de cola en primer plano. Mataba, claro, pero su método no era el de los hermanos en armas sino la persuasión de esa suavidad que ni siquiera le pertenecía si se le prestaba atención a ese estribillo-estrofa-mantra. ¿Quién la había matado para cantar así sobre otra canción que no era suya?

La pregunta abre el misterio de una balada que, como en un cuento de hadas, pareciera congelar a quien la interpreta. Cuando Flack la grabó estaba en tránsito del jazz al pop luego de tres LP que todavía, opacados por lo que vendría después, merecen revisión. First Take (1969), Chapter Two (1970) y Quiet Fire (1971) se suceden como la trilogía no pensada para una nueva Nina Simone, capaz de oscilar entre géneros y de convertir su voz en megáfono si los tiempos lo exigían. Solo así se pueden entender el feminismo de “Reverend Lee” o eso de “Quiet Fire” que parecía un anticipo del oxímoron top: mátame suavemente.

  Roberta Flack en los años 70
Roberta Flack en los años 70


Roberta Flack en los años 70

Pero lo cierto es que el nombre y la voz de Flack se impusieron por fuera de la militancia afro de principios de los 70. Primero fue una película de Clint Eastwood (Play Misty for me) estrenada en Buenos Aires como Obsesión mortal (la pulsión tanática ya estaba en marcha), cuya banda de sonido echó mano a “The First Time I Ever Saw Your Face”, un cover del escocés Ewan Mc Coll que Atlantic reeditó como simple y que la puso en el número 1. Si se escucha el original de 1957 (cantado por Peggy Seeger) o aún la versión más popular de Peter, Paul & Mary, se entiende que la Flack es de esas intérpretes que componen. Lo que era una cadencia rústica de las Highlands (explotadas luego por Donovan y aún Led Zeppelin) fue convertido por la pianista y cantante en un blues que se oye como terciopelo y resignifica cada una de las palabras (de amor) ya escritas.

Mientras tanto, una cantante folk blanca de la tendencia intimista buscaba inspiración para una nueva canción. Se llamaba Lori Lieberman y había transcurrido su adolescencia en Suiza escuchando a la distancia los discos de Leonard Cohen, Judy Collins y Jefferson Airplane que su hermana le hacía llegar por correo aéreo. De vuelta en California, la joven Lori fue captada por Capitol, que en busca de una sucedánea de Barbra Streisand puso a dos compositores profesionales a escribirle canciones. Lo cierto es que Charles Fox, Norman Gimbel y la misma Lori trabajan como un trío en el que ella acercaba ideas y el dúo terminaba de darles forma. Mientras se grababa el disco debut de 1972, Lori recordó una experiencia de sensibilidad límite que había tenido viendo un concierto de Don McLean, ícono de la canción de protesta de finales de los 60. De la descripción que Lori hizo salieron las palabras y la música de “Killing me Softly with his Song” que abría su álbum debut aunque no fue elegida por Capitol para promocionarlo. La tapa es la contracara del LP de Roberta (primer plano de la rubia de 21 años y cabellos de ángel) y el original con aires de Joni Mitchell atenúa la llegada del estribillo en el que residía el punto G de la canción.

La operación de Flack es una genialidad. Como si fuera una maestra del montaje, trajo el estribillo adelante, desnudo, apenas reverberancias de piano eléctrico y la voz doblada en un soliloquio góspel. Y ahí estaba el futuro del tema que hablaba de lo que una canción podía provocar. De nuevo, cada palabra se volvía un mundo en su voz: el “song” al final dejando en el oído la imagen sonora de esos círculos que se forman en el agua cuando se tira una piedrita. Es que “Killing me Softly with his Song” en la voz y el piano de la Flack es agua pura que se escurre e inasible fluye como un manantial. Y el estribillo que ella puso en el lugar del primer verso, deconstruyendo la versión original, se quedó ahí como el mar: quieto y en movimiento perpetuo.

Y así cuando salió editada como simple en el invierno boreal del 73, la carrera de Lori Lieberman se detuvo justo cuando estaba tomando envión. El “Killing me Softly with his Song” de Roberta, claro, alcanzó el número 1 en Estados Unidos, Canadá y Australia. Pero a pesar de que tuvo otros hits (“Tonight I Celebrate my Love”) ya se sabe lo que pasa cuando se alcanza el Everest: solo queda bajar. Aún cuando Killing me Softly es un muy buen álbum, la canción inspirada en otra de Don Mc Lean la frizó para siempre en esa interpretación. Con Lauryn Hill pasaría lo mismo. Muy respetuosa de la versión de Flack (que debería compartir la autoría con Fox, Gimbel y la olvidada Lieberman) la actualizó apenas para el oído hip hop y su promisorio proyecto solista se quedó en la pista de largada.

En Argentina el simple fue editado como “Matándome suavemente con su canción” con una versión de “Just Like a Woman” (Bob Dylan) en el lado B. El título parecía hacer juego con la espiralada violencia política del 73 y, todavía más, la canción que sigue a “Killing me Softly...” en el álbum (“Jesse”) tiene un eco indisimulable al tango-canción de Piazzolla-Ferrer que solo puede explicarse por el productor: el carioca Emir Deodato. Si hay canciones (como amores) que matan, “Killing me Softly...” es una que rankea alto. Y Flack, clavanos los puñales cada vez que la radio te toque.