La enfermedad de Lyme es desconcertante, incluso para los expertos
En algunas personas puede ser asintomática o confundirse con un cuadro gripal pero si persiste, y no se trata, puede ser invalidante al afectar a todos los órganos y sistemas
Las enfermedades transmitidas por vectores (garrapatas y pulgas, entre otros agentes orgánicos que sirven como medio de transmisión de un organismo a otro) representan más del 17 por ciento de todas las enfermedades infecciosas según la OMS, y provocan cada año más de un millón de defunciones en el mundo.
En concreto, la Enfermedad de Lyme (EL) -una de las zoonosis transmitidas por garrapatas más graves para el hombre- produce desde fiebre, dolor de cabeza y fatiga hasta graves cuadros neurológicos que incluyen, según apunta el Grupo de Patología Infecciosa de la Asociación Española de Pediatría de Atención primaria (AEPap), meningitis, encefalitis, coma, convulsiones, afectación de los nervios craneales o hemiplejias.
Más prevalente en el hemisferio norte -fue descubierta en 1976 en la ciudad de Lyme (Connecticut, Estados Unidos)-, desde 2009 su incidencia ha ido aumentando en Europa, superando ya los 360.000 casos reportados.
Son datos estimados ya que no es una enfermedad de declaración obligatoria en Europa, por lo que no existen registros ni datos nacionales acerca de esta infección. Sin embargo, diversos estudios epidemiológicos ponen de manifiesto una tendencia ascendente de esta enfermedad en diversas zonas y países de Europa. Por eso resulta muy útil, para su control y prevención, conocer sus características.
En la actualidad, tal y como recoge el estudio, las garrapatas duras se han convertido en los principales vectores de enfermedades infecciosas en el mundo industrializado y los segundos a nivel mundial tras los mosquitos.
Otro documento de la Consejería de Sanidad del Principado de Asturias, confirma que en España diversas áreas de La Rioja, Navarra, Norte de Castilla y León, Asturias, Cantabria y País Vasco se consideran zonas endémicas, debido a su hábitat particular, a las características de la vegetación y a las condiciones climáticas.
Qué debes saber
La Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC) define la Borreliosis de Lyme como una enfermedad multisistémica causada por diferentes genoespecies de Borrelia burgdorferi que se adquiere mediante la picadura de una garrapata infectada (en nuestro país por la garrapata Ixodes ricinus).
Aunque Ixodes ricinus está ampliamente distribuida por la Península Ibérica y puede estar activa durante todo el año, en España, diferentes estudios indican que la mayoría de los casos se producen en la zona norte/noreste, con picos de máxima incidencia en primavera-verano y principio de otoño.
Como explica la Asociación de Lyme ALCE, a la enfermedad de Lyme o Borreliosis de Lyme también se la conoce como ‘La gran imitadora’ ya que puede ser confundida con otras enfermedades, como esclerosis lateral amiotrófica, esclerosis múltiple, síndrome de fatiga crónica, fibromialgia, Alzheimer o Parkinson.
Un hecho que dificulta su diagnóstico y correcto tratamiento a tiempo con antibióticos, y aumenta la posibilidad de que cause complicaciones crónicas severas en articulaciones, corazón y sistema nervioso.
Una erupción reveladora
El mejor marcador clínico de la infección por Borreliosis burgdorferi, correspondiente a una fase precoz localizada de la infección, es el desarrollo del denominado eritema migratorio (EM); una manifestación cutánea que “no siempre está presente”, aclaran desde la Seimc.
Se trata de una lesión cutánea que aparece en el punto de la picadura (“a los pocos días de la picadura, y raramente más tarde de 3 semanas”) que se caracteriza por el desarrollo de una pápula eritematosa que se expande por los bordes y se aclara por el centro, adoptando en muchos casos aspecto de diana.
Nada más identificarla se aconseja acudir al médico, que será quien determine de qué se trata realmente. Para diferenciarlo de las reacciones cutáneas provocadas por la picadura de artrópodos, se considera que el EM debe tener un tamaño mayor o igual a 5 centímetros.
La lesión es indolora y puede adoptar diferentes tonalidades. Pueden observarse lesiones satélites por diseminación cutánea de la espiroqueta y en cerca de la mitad de los casos, el EM se acompaña de manifestaciones clínicas tipo febrícula, astenia o artralgias. El eritema desaparece espontáneamente en semanas o meses aunque el paciente no reciba antimicrobianos.
Los síntomas van y vienen
Junto con el sarpullido o la erupción (muchos pacientes no la desarrollan nunca), se pueden presentar síntomas gripales, como fatiga, dolor de cabeza y dolores musculares. En algunas personas la infección se extiende a otras partes del cuerpo.
“Al principio la fiebre dura entre 3 y 5 días, y suele ir acompañada de escalofríos, cefaleas, mialgias, fotofobia, tos y vómitos. Más adelante puede haber episodios febriles repetitivos de 2 a 9 días, con intervalos de hasta 19 días”, explica el doctor José Antonio Oteo Revuelta, jefe de servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital San Pedro-Centro de Investigación Biomédica de La Rioja, Logroño.
Los síntomas de esta fase de la enfermedad de Lyme suelen aparecer varias semanas después de la picadura de garrapata, incluso en aquellas personas que no habían presentado la erupción inicial. La persona se puede encontrar muy cansada y enferma, o presentar erupciones en otras partes del cuerpo alejadas del lugar de la picadura.
“Después de graduarme, en otoño del 97, comencé a experimentar ‘descargas eléctricas’, cuenta la escritora y poeta estadounidense Meghan O’Rourke, cuyo testimonio en la revista The Atlantic ha arrojado nuevas pistas sobre esta enfermedad. Eran como puñaladas, una sensación muy intensa que recorría mis piernas y brazos todas las mañanas; tenía que pararme en plena calle para intentar frenar los temblores y espasmos que me producía”.
En algunos pacientes es posible que tras la picadura de una garrapata infectada no se desarrolle un EM, o que éste pase desapercibido, se trate incorrectamente, o se confunda con otra lesión. Un galimatías incluso para los médicos que causa una gran incertidumbre y desaliento en los pacientes.
“Entré en foros de pacientes para investigar sobre el Lyme, muchos experimentaban agotamiento debilitante y deterioro de la memoria, otros sufrían depresión severa y algunos estaban tan desorientados que tuvieron problemas para encontrar su propia casa. Casi todos habían ido deambulando de médico en médico, pero los especialistas no daban crédito a sus testimonios y habían sido incapaces de darles un diagnóstico. Muchos habían sido derivados a psiquiatría. Las historias no fueron alentadoras”, confiesa O’Rourke.
El problema, apunta la microbióloga María del Carmen Maroto Vela, catedrática de Microbiología y Parasitología Universidad de Granada, es que “el diagnóstico clínico es difícil, ya que un elevado número de enfermos no recuerdan el antecedente de la picadura de garrapata, y hasta en un 50 por ciento de los afectados tampoco aparece la lesión cutánea característica, el eritema migrans. Las fases posteriores de la enfermedad se caracterizan por la inespecificidad de los signos y síntomas. Por todo ello es necesario la realización de pruebas de laboratorio que confirmen la existencia de infección”.
Una angustiosa progresión
En su caso, con los años, además de las descargas eléctricas, Meghan empezó a sufrir vértigo, fatiga, dolor en las articulaciones, problemas de memoria y temblores.
“En 2002 comencé a levantarme todas las noches empapada en sudor y con urticaria en las piernas, recuerda. Consulté al médico y dijo que podría tener lupus, pero que también tenía algunos otros marcadores de la enfermedad autoinmune”.
Con 32 años (en 2008), los médicos le dijeron que tenía artritis de cadera y cuello. “Me sometí a cirugía y fisioterapia. Aunque estaba extrañamente exhausta, los médicos insistían en que no había nada alarmante”.
Cuatro años después le diagnosticaron tiroiditis de Hashimoto (una enfermedad que puede hacerte engordar o adelgazar indiscriminadamente). A pesar de comer y dormir bien, tenía dificultades para funcionar con normalidad; incluso recordar palabras básicas era un desafío.
“Un día mientras impartía una clase de poesía en Princeton me encontré hablando a los estudiantes sobre ‘la temporada que viene después del invierno, cuando las flores crecen’, relata en su testimonio. Además tenía un dolor casi constante, pero pensaba que vivir con dolor era lo habitual a los treinta”.
Dolor, agotamiento y mente plomiza
La cosa no se quedó ahí. “En 2012 mientras llevaba a algunos colegas de regreso a Brooklyn después de una fiesta del departamento en Nueva Jersey, miré al hombre sentado a mi lado (un novelista que conocía desde hace años) y me di cuenta de que no tenía idea de quién era. Medité el problema. Sabía que lo conocía, pero ¿quién era? Tardé una hora en darme cuenta. Al llegar a casa, le pregunté a mi pareja si alguna vez había experimentado algo así. Sacudió la cabeza. Algo iba mal”.
Meses después, salir de casa (para dar clases o asistir al cumpleaños de un amigo) suponía tener que quedarse en cama durante días para recuperarse. Cuando por fin consiguió que un especialista le hiciera las pruebas para Lyme (“un médico que creció en la costa este, que había acampando y hecho senderismo, y tenía interés en enfermedades infecciosas”), los resultados -indeterminados- le llevaron a pensar que podría tener la infección.
En efecto, el dolor en las articulaciones y los problemas neurológicos también se asocian a esta enfermedad que llega incluso a afectar al corazón, conduciendo a un ritmo cardíaco irregular, que puede causar mareos o palpitaciones.
También puede afectar al sistema nervioso, provocando parálisis facial (parálisis de Bell) o meningitis.
Las diferencias con Europa
Sin embargo, a este respecto, la SEIMC apunta que hay diferencias según las zonas: “en España, es frecuente la afectación del sistema nervioso con el desarrollo de meningorradiculitis linfocitaria acompañada o no de parálisis del nervio facial de forma única o bilateral (Síndrome de Bannwarth) y afectaciones radiculares de miembros que suelen acompañarse de contracturas musculares dolorosas. También pueden desarrollarse otras manifestaciones neurológicas”.
En niños lo más frecuente es la parálisis facial. La afectación cardiaca en la fase de diseminación precoz es relativamente frecuente, observándose casos de bloqueo A-V que generalmente cursan de manera asintomática. Y la artritis de grandes articulaciones se observa con menos frecuencia que en otras zonas de Europa, añaden los expertos de SEIMC.
En España, al igual que en otras zonas de Europa, son poco frecuentes las manifestaciones tardías de la enfermedad tipo encefalomielitis, síndromes esclerosis múltiple, demencia, artritis crónica recidivante o acrodermatitis crónica atrófica. También son raras otras manifestaciones cutáneas como la linfadenosis benigna cutis.
Batería de pruebas para el diagnóstico
El diagnóstico de la borreliosis de Lyme se basa en el antecedente epidemiológico de exposición a garrapatas en una zona endémica, acompañado del desarrollo de las manifestaciones clínicas típicas de la enfermedad y la constatación de infección por B. burgdorferi mediante pruebas microbiológicas validadas (Inmunofluorescencia Indirecta o IFI, ELISA, CLIA, Western-blott, PCR o cultivo) en las fases diseminadas de la enfermedad.
La detección de anticuerpos por IFI, ELISA o CLIA debería confirmarse con el hallazgo de bandas específicas mediante un Western-blott. En la fase precoz localizada de la infección (EM) la detección de anticuerpos suele resultar negativa, aunque la PCR y cultivo de muestras cutáneas (biopsia) tiene alta rentabilidad en los Centros de Referencia, tal y como concluyen las revisiones sistemáticas.
Falsos positivos
En pacientes con ausencia de manifestaciones clínicas típicas de la enfermedad (o de su antecedente) como los afectos de astenia, artralgias, insomnio u otras, no está indicado realizar pruebas microbiológicas. La posibilidad de un falso positivo por reacciones cruzadas o fenómenos inmunológicos (sobre todo cuando se usan anticuerpos de tipo IgM) es elevada.
Algo que podría haberle ocurrido a O’Rourke que tras pasar, según sus propias palabras, “una década y media en la oscuridad”, por fin tenía un posible nombre para sus problemas. Sin embargo, en lugar de sentir alivio, seguía en medio de una pesadilla.
“No estaba segura de si la enfermedad que tenía realmente era Lyme (y tampoco de que hubiera tratamiento). Incluso si tuviera Lyme, no había consenso sobre cómo tratar a un paciente como yo, cuyos resultados de la prueba fueron equívocos y que había sido diagnosticados muy tarde en el curso de la enfermedad, por lo que no existía garantía de mejora si lo intentara con antibióticos”.
Por otro lado, tal y como advierten desde SEIMC, en zonas en las que la seroprevalencia de anticuerpos en la población es elevada (norte de España) la positividad de un resultado serológico se debe valorar con cautela, excluyendo otras posibilidades diagnósticas antes de hacer un diagnóstico definitivo.
Antibióticos sí, pero con cautela
Los pacientes con diagnóstico definitivo de Borreliosis de Lyme deben recibir antibióticos según las pautas establecidas. Aunque la administración de antibióticos por lo general cura la enfermedad, a veces persisten algunos síntomas, como el dolor en las articulaciones.
No hay evidencias que demuestren que utilizar antibióticos de forma prolongada (durante semanas o meses) o combinaciones de antibióticos, sean más eficaces y sí más peligrosas.
Sin embargo, cuando el diagnóstico cumple los criterios clínico-epidemiológicos y microbiológicos la respuesta a los antibióticos es la regla, concluye la SEIMC.
Cómo protegerse
La mayoría de las medidas preventivas van encaminadas a evitar la picadura de la garrapata. Detectar a tiempo la presencia del parásito, en cualquiera de sus estadios en la piel, y extraer adecuadamente el mismo son aspectos decisivos.
En el caso de ser picado por garrapatas, éstas deben retirarse lo antes posible y cuidadosamente, mediante pinzas, evitando su manipulación. La garrapata retirada debería guardarse para su estudio en el caso de que se desarrollen manifestaciones clínicas.
La desparasitación de los perros y gatos es también un punto importante en el control de estas zoonosis o enfermedades transmitidas al hombre por los animales.
Además, si se ha estado en zonas de riesgo conviene revisar el cuerpo, especialmente las axilas, detrás de las rodillas, en y alrededor de las orejas, en el ombligo, en piernas e ingles, alrededor de la cintura y en el cuero cabelludo.
Si presentas signos y síntomas de la enfermedad de Lyme (especialmente si vives en una zona ‘infectada’), ve al médico cuanto antes. Solo una minoría de las picaduras de garrapatas provoca la enfermedad, pero cuanto más tiempo permanece adherida la garrapata a la piel, mayor es el riesgo de contraerla. Además, como te hemos contado, el tratamiento para la enfermedad de Lyme es más eficaz si se inicia en la etapa temprana.
¿Conocías esta enfermedad? ¿Has reconocido los síntomas? ¿Crees que podrías haber estado expuesto a la picadura de garrapata?
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