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'La Voz Humana' de Pedro Almodóvar es mucho más que Tilda Swinton al borde de un ataque de nervios

En estos tiempos de pandemia, el tan esperado cortometraje de Pedro Almódovar es quizás el tipo de producción cinematográfica más viable y relevante: la historia de una persona que, contra su voluntad, se ve aislada, con angustia y ansiedad, incapaz de saber si su situación es contingente o permanente, si esta es la normalidad en la que ahora tendrá que vivir.

La Voz Humana
Tilda Swinton y Pedro Almodóvar en 'La Voz Humana' (El Deseo, S.A.)

Basado libremente en el monólogo teatral de Jean Cocteau estrenado por primera vez en 1930, el argumento ha sido representado desde entonces en centenares de ocasiones en todos los idiomas y con toda clase de actrices (e incluso, actores). Fue adaptada al cine por Roberto Rossellini en los años 40 con la monumental Anna Magnani, y luego llevada al teatro en Nueva York en 1966 con santa Ingrid Bergman, siendo grabada esta interpretación para el archivo televisivo de Broadway.

La trama, que es lo mismo una sátira mordaz que una tragedia sutil, es muy significativa y personal para el cineasta manchego: es un elemento clave en el guión de su primera obra maestra, 'La ley del deseo' y también es la semilla de la que brotó lo que resultó ser el primer gran éxito mundial de Pedro: 'Mujeres al borde de un ataque de nervios', así que al convertirla en su primer trabajo en inglés (y realizarla durante el primer brote de la pandemia con todo protocolo), el célebre cineasta está regalándonos, más que un capricho, un sueño largamente acariciado, imperfecto —como todos los sueños — pero sustancial y rezumante de estilo.

A lo largo de 30 minutos, fotografiada amorosamente por el prodigioso José Luis Alcaine (colaborador habitual de Almodóvar desde los 80, precisamente comenzando en 'Mujeres...'), la monumental Tilda Swinton interpreta a una mujer que no está al borde: ya tuvo su colapso mental. Sus días transcurren principalmente en lo que parece ser un apartamento lujoso en Madrid, con una llamativa y vívida ambientación de rojos y naranjas espesos (la legendaria editora de Vogue, Diana Vreeland, de la que el director es muy devoto, como si de santa se tratara, estaría fascinada) que inundan en la pantalla, con un toque retro que solo podría existir en una película del mismo hombre que nos dio 'Hable con ella' y 'La flor de mi secreto', fábulas de actualidad completamente dislocadas en el tiempo.

La Voz Humana
Tilda Swinton en 'La Voz Humana' (El Deseo, S.A.)

Como en su origen teatral, vemos a esta mujer hablar por teléfono, angustiada a cada momento que pasa, con el endino amante que acaba de abandonarla repentinamente, solo que ahora en vez de estar pegada al auricular de un teléfono como sus predecesoras, lo hace mediante pods inalámbricos, mientras contempla las maletas preparadas para un viaje y al perro (un pastor alsaciano) que compartían, que a todas luces se nota miserable y confundido, temeroso de ser abandonado también, por lo que va siempre detrás de ella mientras camina inquieta por el apartamento o va a una ferretería cercana para comprar un hacha (no revelaremos el uso que le da).

Como otros cineastas a los que obviamente admira —Bergman, Antonioni, Polanski, Malle, Resnais o Fassbinder— Almódovar deconstruye tanto el estado mental de la mujer como su propia retórica emocional, al principio manteniendo su cámara bien dentro de este apartamento y luego sacándonos, mostrándonoslo por fuera, revelando algo impactante: así como la vida de la mujer junto con este hombre ausente, este suntuoso penthouse es ilusorio, de utilería: existe pero no es.

Para cuando sabemos lo que quiere mostrarnos el director, ya es imposible despegar los ojos de esta mujer anónima que es hermosa, de una manera no convencional, ataviada de pies a cabeza en Balenciaga escarlta. Ella es sorprendentemente elegante, evidentemente una antigua actriz o modelo de alta costura; en todo caso, está hablando irónicamente de cómo su look particular ahora está de moda: el mundo la reclama en este momento; incomprensiblemente todos la quieren en el preciso momento en que su amante, la razón de su vida en ese punto, siente exactamente lo opuesto y se deshace de ella sin ceremonia alguna.

Con una voz elocuente, ingeniosa y, sin embargo, tensa, esta mujer (que podemos ser nosotros mismos) habla, combinando su dicción majestuosa con una especie de depresión sutil, hipercerebralizada y furia sublimada. Parece solo querer una despedida real, cara a cara con este hombre que se escapó, ¿no es lo mínimo que puede hacer él por ella? ¿Decirle por qué se va, y tal vez incluso reconocer lo que hizo y disculparse por los escombros que está arrojando sobre ella?

En un principio podríamos asumir que ella es la parte agraviada, que ha sido humillada y ofendida, y que él, ese mal hombre, la ha engañado. Pero, de repente, en un momento que no vemos venir ella admite que también podría ser que ella es una "aventurera". Entonces, quizá las cosas sean más ambiguas de lo que pensamos. Quizá nos hayan manipulado, como todas esas grandes actrices que han hecho antes con la puesta de este monólogo: desde Magnani y Bergman, hasta Vanessa Redgrave, Sigourney Weaver, Sonia Braga y la propia Liv Ullmann, sin olvidar las magníficas versiones en español de Carmen Maura, Ariadna Gil y la excepcional Karina Gidi.

Inevitablemente, considerando el linaje de las palabras, la presentación de Swinton tiene un estilo teatral - en cierto modo se siente como si pudiéramos presenciar una puesta en escena en teatro - y hay algo de desesperación congelada en ello, más allá de lo chic-pero-deprimido en los aires y gracias que ella, manitou capaz de cambiar de forma a voluntad, le proporciona a este personaje; la suya es la voz de alguien que no está dispuesta a renunciar a su dignidad o racionalidad y simplemente ceder a un aura de tristeza. Incluso tomar pastillas no le permite soltarse por completo, y hay algo muy dulce en el hecho de que el perro la despierte lamiéndola.

Así vemos que ella reúne los fragmentos su soledad y dolorosa deserción, para tornarlos en la materia prima de una actuación que es una pira ardiente de autoexpresión. Al llegar al final, queda la sensación de que esta no es una película, no realmente; se trata de un divertimento, un postre elegante de Almódovar, de aspecto fabuloso en una paleta de color bastante amanerada, discretamente entrelazada con la sombría insinuación de que superar el malestar actual significará algún tipo de sacrificio ... pero puede haber una especie de esperanza antes que termine la desesperada conversación unilateral entre nuestra encantadora atormentada y su hombre fantasma.

'La voz humana' es probablemente la película más idiosincrásica de Pedro Almodóvar en unos 15 años (desde 'Volver', o tal vez desde 'La piel que habito') y su brevedad solo suma al dolor agudo e inmediato que contiene en su interior, como si fuera un dulce envenenado, cuyo sabor no abandona la boca del todo.

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