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Lo que nadie dice de la silla de pensar o "tiempo fuera": un remedio peor que la enfermedad

Recuerdo escucharle decir en una conferencia al pediatra y autor Carlos González que originalmente la técnica del tiempo fuera o “time out” la propuso un psicólogo estadounidense para los padres, no para los niños. Motivado por la preocupación ante las cifras de graves estragos provocados por el maltrato físico infantil en los años cincuenta o sesenta (no recuerdo con precisión), este psicólogo creó un método para que los padres se calmaran antes de tomar “acciones disciplinarias” perjudiciales contra los hijos.

Más adelante el método derivó su aplicación a los niños como un sustituto del castigo físico basado en el condicionamiento operante o conductismo y ha ido cobrando variantes con nombres y formas que le dan un cariz de inocuidad, llegando a popularizarse a través de programas como la “Súper Niñera” de la televisión, en un fenómeno que algunas voces destacadas de la crianza respetuosa han acuñado con el término “conductismo fashion”.

(Getty Creative)
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Lo que nadie dice sobre la silla de pensar o tiempo fuera

El tiempo fuera, “time out”, silla de pensar, entre otros nombres con los que se acuña la práctica de aislar a los niños para detener una conducta no deseada durante un lapso determinado que se establece y va aumentando según sea la edad o “la falta”, es una forma de castigo psicológico, vivido por el niño como una experiencia humillante, aterradora y que se aplica frecuentemente tanto en el hogar como en la escuela.

No importan las variantes ni los eufemismos usados por el “conductismo fashion” para construir una apariencia benigna sobre esta forma de tortura psicológica (consecuencias naturales, período de inactividad, tiempo de reflexión o renovación…). La realidad es que el tiempo fuera es un método de cimiento autoritario y punitivo, con lo cual, provoca consecuencias perjudiciales en los pequeños.

La Asociación Nacional para la Educación en la Infancia (National Association for the Education of Young Children), incluye métodos como el tiempo fuera, la silla o el rincón de pensar, en una lista de medidas disciplinarias perjudiciales al igual que el castigo físico, criticar o avergonzar a los niños.

¿Qué hay tras la aparente inocuidad del tiempo fuera o silla de pensar?

Como todo castigo psicológico, aunque se logre detener la conducta no deseada al momento de aplicarlo, no se atiende la causa que la provoca. La conducta se reprime pero no se suprime. El comportamiento aflorará, tarde o temprano, multiplicado y empeorado. Muchos padres comentan que sus hijos se vuelven más rebeldes, agresivos o demasiado sumisos y temerosos con este tipo de intervenciones.

Me gusta insistir en que los niños no se portan bien o mal. Los niños comunican con su conducta el estado de equilibrio o desequilibrio en el que se encuentran y que es generado básicamente por el cuidado y la regulación emocional que reciben o no oportunamente de sus padres o educadores. Generando malestar con métodos punitivos como la silla de pensar los niños se sienten peor y por tanto se portarán peor.

Los métodos punitivos no ayudan a desarrollar empatía, valores, conciencia despierta, sentido de pertenencia familiar y social, deseo genuino de cooperar.

Desde el punto de vista del niño, el tiempo fuera implica la expulsión tanto del territorio físico como afectivo de sus padres o adultos significativos. El miedo al abandono infundido tras la amenaza de retirar nuestro amor, comunicación, aprobación, es el mecanismo que provoca la interrupción e inhibición de la conducta no deseada en el niño o niña. Culpa, rabia, agresividad, inseguridad, pobre imagen de sí mismos, desconexión con sus emociones, su sentido común y criterio propio, son algunos de los resultados más comunes fruto del uso de esta técnica.

(Getty Creative)
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Decirle a un niño o niña que lo amamos pero que lo ignoraremos temporalmente hasta que haga lo que le pedimos expulsándolo de nuestro territorio físico, afectivo, cerrando la escucha al mandarlo a la silla de pensar o aislarlo en su habitación equivale a decirle “te pego porque te quiero o por tu propio bien”. Le transmitimos el mensaje de que cualquier persona, especialmente aquella en la que más confíe o ame puede amenazarle, chantajearle, manipularle y abusarle emocionalmente para obtener lo que espera de él o de ella y que además puede hacer lo mismo con los demás.

Con la silla de pensar o tiempo fuera, censuramos la expresión de las emociones del niño. Ignorándolo, aislándolo y cerrándole la comunicación provocamos que se solapen las causas que generan la conducta no deseada. Lo condicionamos a suprimir o bloquear sus sentimientos y a perder la confianza de expresarlos ante sus cuidadores.

De esta manera perdemos la oportunidad valiosa de detectar heridas emocionales o necesidades legítimas no atendidas y de ayudar a nuestro hijo a resolverlas. Podríamos pasar por alto señales de alarma cuando esté en peligro. Al sentir miedo de recurrir y confiar en nosotros para pedir ayuda debido a la culpa o el temor a ser castigados, dejamos a nuestros hijos expuestos a cualquier tipo de riesgos incluido el abuso sexual infantil.

El tiempo fuera o silla de pensar transmite al niño la enseñanza de que será aislado e ignorado cuando no se pliegue a nuestros deseos, y que es digno de amor sólo si hace lo que esperamos de él.

En lugar de ofrecer a nuestros pequeños herramientas de resolución de conflictos empáticas, inteligentes y respetuosas, con la silla de pensar les enseñamos que los conflictos se resuelven imponiendo, expulsando y cerrando la comunicación.

(Getty Creative)
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El tiempo fuera o silla de pensar es un método autoritario que solo es funcional dentro de los estilos autocráticos de crianza o educación. Dentro de una organización familiar o escolar democrática, no podría incorporarse esta clase de métodos de modificación de conducta, no encajarían porque requieren previamente el sustento de estructuras basadas en el abuso de poder, la imposición y la sumisión. Un niño criado en un entorno familiar democrático, no toleraría este tipo de intervenciones en la escuela, por ejemplo.

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No importa las nuevas cepas de silla de pensar que nos presente el “conductismo fashion” para hacernos creer que se trata de un recurso aceptable para sustituir el castigo físico en aras de educar sin maltratar. Siempre estaremos ante un método punitivo, autoritario que se constituye en un vehículo de transmisión de valores antidemocráticos y violentos.

No cabe duda de que esta técnica trae puras desventajas, salvo que la apliquemos tal y como fue propuesta originalmente, es decir, que cuando estés a punto de estallar (mamá, papá, educador) vete tú al tiempo fuera, cuenta hasta diez, lávate la cara, respira, cálmate, pide ayuda para que alguien más se haga cargo de los niños hasta que retornes al equilibrio para poder acompañarlos a equilibrarse desde el respeto y los buenos tratos.

Si quieres saber sobre opciones o alternativas no punitivas para educar a tus hijos, puedes leer mi artículo Cómo ponerles límites razonables a tus hijos sin castigar, premiar ni amenazar.

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