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Los miedos infantiles ¿cómo acompaño a mi hijo para hacerle sentirse seguro?

Cierta vez una mamá, en general amorosa y dedicada, me contó que asustaba a su hijo de tres años cuando, por ejemplo, no quería regresar del parque a la casa, diciéndole que tenían que irse porque era la hora en que venían los fantasmas. Cuando ningún otro intento daba resultado, de esa manera conseguía que le hiciera caso, me explicaba. A menudo repetimos sin pensar las mismas estrategias que usaron nuestros padres para criarnos. De hecho usar el miedo para lograr que los niños obedezcan está muy normalizado en nuestras sociedades. Sembrar miedo como dinámica para ejercer control, ha sido la base de la educación y la crianza mayoritaria.

La verdad es que no metemos miedo a los niños solamente asustándolos con fantasmas o amenazándolos con llevarlos al pediatra para que les pongan una inyección si no se lo comen todo o con llamar a la policía para que se los lleve presos por "portarse mal". Un niño que se deja solo en la cuna "para que aprenda a dormirse" pasa mucho miedo, los niños que se quedan llorando en la escuela para sobre adaptarse pasan muchísimo miedo. Y podría enumerar hasta el infinito las aproximaciones comunes y normalizadas en la crianza con las que generamos miedo evitable, estrés innecesario a los niños y niñas.

Esta costumbre no es nada inocua, deja secuelas en el desarrollo infantil y muchas veces es la razón por la que los niños se sienten ansiosos o más temerosos que lo que deberíamos esperar.

¿Qué es el miedo y para que sirve?

El miedo es una emoción primaria, un instinto natural de nuestro patrón biológico mamífero. Como toda emoción no es ni mala ni buena, viene a cumplir con una función importante. El miedo se desencadena frente a peligros reales o imaginados para que actuemos y nos protejamos. Si no sintiéramos miedo de cara a un precipicio, nos lanzaríamos sin pensar poniendo en riesgo la vida. En nuestras sociedades tendemos a reprimir la manifestación del miedo que sentimos. Al igual que otras emociones desagradables como la tristeza o la rabia, intentamos evitar exteriorizar el miedo que nosotros mismos, otro adulto y especialmente un niño, siente. Aunque al mismo tiempo y, paradójicamente como expliqué antes, lo usamos con frecuencia para someter a los pequeños a nuestra voluntad.

¿Cómo se manifiesta el miedo?

Todas las emociones primarias las experimentamos en el cuerpo. En el caso del miedo se presenta fisiológicamente con mucha tensión, estado de hipervigilancia o alerta que activan respuestas rápidas para la protección. En este sentido como toda emoción básica, el miedo bien regulado es funcional, pero cuando es excesivo crónico, desmesurado, puede llegar a ser disfuncional o limitante, como en el caso de las fobias o trastornos de ansiedad, entre otras complicaciones.

No incrementes sus miedos/Getty Images.
No incrementes sus miedos/Getty Images.

La percepción del miedo desde el punto de vista del niño

El miedo puede activarse frente a una amenaza real (vértigo ante un precipicio) o una amenaza imaginada o interpretada (un niño pequeño que ve fantasmas en las sombras de su habitación o que se cree literalmente en los dibujos animados que ve en pantallas). La percepción de experiencias atemorizantes pueden variar según el momento madurativo de los niños.

Cuando están más pequeños (hasta los siete años), la frontera entre fantasía y realidad no es muy clara, por eso situaciones como las sombras en la pared de la habitación pueden atemorizarles. Aunque a los adultos nos parezca una tontería, no es recomendable banalizar o restar importancia al miedo infantil. En todos los casos lo indicado para ayudarles a sentirse seguros y tranquilos es validar la emoción, permitir expresarla y proteger.

¿A qué le temen los niños y cómo podemos actuar?

El miedo a la oscuridad: Se trata de un miedo instintivo que en la medida en que son más pequeños pueden sentir con más intensidad por las razones antes explicadas. Frente a los miedos, durante la etapa pre-verbal, los niños necesitan: Más que cualquier explicación, la presencia y el contacto seguro de sus adultos de confianza para retornar al equilibrio. En la medida en que son más grandes y entienden mejor desde lo racional podemos acompañar también con explicaciones razonables (es la sombra de la cortina, mira cómo al moverse se ve en el techo de la habitación, etc.).

El miedo provocado por los contenidos de pantalla: Cabe destacar que suele ser una de las principales causas de miedo infantil en estos tiempos. Los contenidos que ven en la tele y otros dispositivos, aunque estén dirigidos a público infantil en general suelen ser impactantes, violentos e inapropiados para la madurez y las defensas psicológicas de los pequeños.

Hay varios tipos de miedos/Getty Images.
Hay varios tipos de miedos/Getty Images.

El miedo a estar solos: Un niño mientras más pequeño, menos tolera la soledad, porque desde su punto de vista estar solos equivale a sentirse a merced de cualquier amenaza sin la protección de sus padres. En la medida en que son más pequeños y por tanto menos autónomos, más necesitan la presencia cercana y constante de su cuidador de confianza. Nunca debemos descalificar a un niño que llora o expresa miedo por sentirse o por estar solo o alejado del cuerpo de su figura materna. Siempre debemos validar su emoción y ofrecer nuestra presencia segura (segurizante).

El miedo a la agresión: Los niños pasan mucho miedo especialmente cuando la agresión viene de parte de sus padres, quienes son las personas de las que esperan instintivamente protección. Se trata de uno de los miedos que los marca a fuego para siempre y que debemos evitar a toda costa.

El miedo al abandono: Los niños sienten miedo al abandono por parte de mamá o papá, que son las personas con quienes crean un lazo afectivo privilegiado que les garantiza la sobrevivencia. Cuando los expulsamos de nuestro territorio emocional, les negamos la comunicación o el amor porque se portan de una manera que nos desagrada, se activa este miedo en las criaturas. Este tipo de aproximaciones generan una impronta de inseguridad para el resto de sus vidas con lo cual deberían erradicarse.

Hay varios tipos de miedos/Getty Images.
Hay varios tipos de miedos/Getty Images.

El miedo ante situaciones nuevas o desconocidas: Algunos niños más que otros, pueden percibir de forma amenazante las nuevas experiencias o escenarios. Cuando los niños manifiestan miedo ante situaciones desconocidas (meterse en la piscina, el mar, etc.), en lugar de empujarlos o presionarlos lo saludable es respetar los tiempos que necesita para integrarla a su ritmo y sin presionar.

El miedo a los animales: Sobre todo los niños urbanitas desacostumbrados a interactuar en espacios naturales y convivir con animales como sería normal en espacios rurales o en el campo, tienden a sentir miedo hacia determinados animales, insectos, etc.. En este caso algo muy recomendable sería ocuparnos de que haya menos encierro en casa con pantallas y más experiencias con la naturaleza.

Hay varios tipos de miedos/Getty Images.
Hay varios tipos de miedos/Getty Images.

Otras cosas imprescindibles para un abordaje respetuoso frente al miedo infantil:

  • Nunca negar, banalizar ni reprimir la expresión del miedo del niño diciendo que no pasa nada, pidiéndole que sea valiente o descalificándolo y humillándolo llamándole cobarde, etc. Validar, nombrar su miedo sin juzgar, contener y acompañar es lo recomendable. En esto debemos ser coherentes interviniendo de la misma manera siempre. No se trata de que un día validamos y contenemos, y al otro le decimos que ya es grande, que no sea cobarde, que se quede solo etc. Intentemos siempre comprender su lógica emocional infantil, para ofrecer soluciones que no puedan encontrar por sí mismos debido a su inmadurez.

  • Siempre es importante tratar de comprender la causa que provoca el miedo y atenderla.

  • Ayuda bastante transmitirles seguridad de forma coherente con nuestra actitud, gestos, palabras, cuerpo.

  • Miremos conscientemente cuáles son nuestros propios miedos. Los niños nadan en las mismas aguas emocionales de sus padres y cuando estamos alterados o tememos algo en concreto, sin darnos cuenta, los pequeños pueden apropiarse de nuestros temores. Puede haber experiencias vividas en la infancia que nuestros adultos de referencia no nos acompañaron a elaborar consciente y adecuadamente, como por ejemplo, una situación que nos causó mucho miedo con un perro o un caballo y que puede explicar el miedo presente de nuestro hijo hacia los animales.

  • Cuando sabemos que enfrentaremos una experiencia nueva o que puede resultar atemorizante para el niño, es recomendable hacer una preparación breve y segurizante con niños a partir de los tres años. Antes de las visitas al médico o si vamos a lugares donde habrá ruidos imprevistos, movimientos bruscos o inesperados, gente nueva o desconocida que pudieran asustarle, etc. Explicarles lo que vamos a encontrar, lo que puede pasar y lo que podemos hacer para sentirnos seguros. El juego previo simulando la experiencia también puede ayudar (antes de ir al médico jugar al doctor imitando lo que encontrarán en la experiencia)

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