Chupones, mantitas, ositos… por qué los objetos de apego son importantes para el desarrollo infantil

Las crías humanas, a diferencia de otras especies del reino animal, nacemos y nos mantenemos a lo largo de mucho tiempo bastante inmaduras, con lo cual para sobrevivir somos muy dependientes. La figura principal de apego es la fuente básica de seguridad, afecto, contacto, alimentación y protección, es decir la fuente de sobrevivencia del niño durante los primeros años de vida.

La estrategia de nuestro diseño biológico, establece reclamar el contacto prolongado con dicha figura de apego primaria (que generalmente es la madre) para resolver las dificultades fisiológicas y los rigores ambientales durante un momento evolutivo en el que carecemos de autonomía.

La cultura occidental moderna se favorece la separación o desapego temprano del niño y la madre o figura sustituta, entre otras razones para satisfacer demandas laborales y otras funciones establecidas por el sistema productivo.

Es así que se observa a niños pequeños creando vínculos afectivos con objetos que vienen a suplir la presencia segurizante del cuerpo, calor, olor… de la madre o figura principal de apego. Hablamos del llamado objeto transicional, objeto de apego, o de consuelo, que puede ser un peluche, una mantita, una almohadita, el chupón o chupete… En resumen substitutos, comodines, bastones ante la necesidad de consuelo de las criaturas y que originalmente, deberían ser cubiertas por la madre biológica o la figura maternante.

(Getty Creative)
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El concepto de objeto transicional lo acuña Donald Winnicott, pediatra y psicoanalista británico, para denominar el objeto que ayuda a los niños a dormirse en solitario o que suple funciones de la madre cuando se encuentra ausente. Estudios científicos y observaciones realizadas por antropólogos que comparan los estilos de crianza en las distintas culturas, arrojan que allí donde se practican formas de crianza natural como lactancia materna a término y donde los niños duermen acompañados por su madre o sus padres, es excepcional el uso del objeto transicional.

Cosas importantes que debemos saber sobre los objetos de consuelo o transicionales:

  • El objeto de transición se vuelve muy importante para el bebé o niño pequeño, lo acompaña durante mucho tiempo y le resulta imprescindible sobre todo cuando más necesita consuelo o requiere calmar la ansiedad. Por ejemplo, al momento de separase de su madre o padre, cuando va a la guardería, cuando duerme en solitario, etc.

  • No todos los niños adoptan un objeto transicional.

  • Según describen algunos expertos, los niños suelen apegarse al objeto transicional alrededor de los nueve meses hasta entrar a la etapa evolutiva donde desarrollan la madurez psicólogica, biológica y otras funciones cognitivas que le permiten gestionar mejor el miedo a la separación, tienen mayor autonomía y comienzan la socialización, lo cual sucede alrededor de los cuatro años. Sin embargo cualquier situación que provoque inestabilidad emocional (llegada de un hermanito, ingreso a guardería o preescolar, etc.) puede explicar la necesidad del niño de aferrarse a dicho objeto o conducta transicional.

  • Cada ser humano es único y su mundo subjetivo emocional también, con lo cual razones pueden haber tantas como individuos. Por tanto la explicación que subyace tras la necesidad del objeto transicional puede tener tantas explicaciones como individuos que la desarrollan.

¿Podemos evitar que se instale la necesidad de un objeto transicional?

Algunos expertos en la conducta coinciden en que es posible en la medida que atendamos el pedido original de cuerpo materno, consuelo y presencia segurizante prodigado por la figura de apego primaria, sobre todo a la hora de dormir.

¿Tenemos que quitarle el objeto transicional a una edad determinada?

En caso de que ya se haya establecido el vínculo con el objeto transicional y en un momento dado nos planteamos separar al peque de dicho objeto, coincido con la propuesta de acompañar de un modo amable, gradual, sin agobios y observando las señales de cada niño para saber cuándo puede tolerarlo mejor. Siempre es recomendable atender el pedido original de presencia segurizante para redireccionar y evitar que dicho pedido o necesidad se desplace hacia el objeto de consuelo. Es decir, no ofrecer ni negar, ni quitar al niño la mantita, el osito o el chupón pero tratar de cubrir el pedido original de abrazos, mirada, cuerpo materno, presencia, juego, interacción presente y conectada, que requiera para calmarse.

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¿Qué hacer con el chupón o chupete?

La necesidad original del bebé o niño es la de succión para sentir confort y seguridad. Esta necesidad es satisfecha a través del pecho de la madre. Somos los adultos quienes damos sistemáticamente el chupón para sustituir la succión del pecho.

Luego llegada una edad establecida por parámetros distanciados de las necesidades reales de los niños, decidimos unilateralmente quitárselo.

Esto no quiere decir que nunca se les pueda dar el chupón, quizás puntualmente y no sistemáticamente, preferiblemente después de los seis meses cuando hayan instalado ya la lactancia materna. También es importante saber que no existe una edad específica única para que todos los niños y niñas dejen el chupón.

Abandonar la necesidad de succión se relaciona con los ritmos que cada niño tiene para atravesar las etapas evolutivas. Autoridades en la materia han determinado tras estudios antropológicos que la edad de destete de las criaturas humanas se encuentra dentro de un rango de dos a siete años. Por tanto debemos ser muy respetuosos al acompañarlos a dejar el chupón o chupete cuya necesidad le hemos creado para sustituir la succión tranquilizante del pecho de la madre que es lo que originalmente necesita un bebé o niño pequeño. Quizás no necesariamente puede lograrse respetuosamente al cumplir los dos años, como en conjunto se exige o espera.

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¿Los objetos de apego pueden afectar el normal desarrollo de las criaturas?

Es importante saber que las conductas de apego con objetos transicionales no constituyen una patología ni un comportamiento alterado, con lo cual insisto en la importancia de no agobiarnos ni agobiar a los pequeños en el intento de inhibirlas o reprimirlas.

Insisto en observar las señales de madurez y las ventanas de oportunidad que siempre nos dan los pequeños para entender cuándo están preparados para dejar el chupón, su mantita o su osito de forma autorregulada, sin sufrir.

Algunas conductas de apego como chupar el dedo o dormir con ese objeto especial (manta, almohada) puede prolongarse a lo largo de los años, más allá de la primera infancia y, como aclaré antes, no supone necesariamente un comportamiento de riesgo para el sano desarrollo de las criaturas.

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