Los oficios que cien años se llevaron

Foto: Gawler History/Flickr
Foto: Gawler History/Flickr

No he vivido cien años, solo supero la mitad de una centuria. Pero he tenido la suerte de vivir en el maravilloso siglo de la tecnología. El siglo XX, que tal vez incluya unas pocas décadas del previo, va a ser recordado como uno de los períodos de más cambios en el trabajo, las herramientas y las comunicaciones de la humanidad. Esto, por supuesto, ha tenido sus costos. Algunas ocupaciones han muerto. Repasemos algunas de ellas.

Para empezar, hace apenas tres décadas, este artículo lo estaría tipeando en una máquina de escribir. ¿Qué son esas?, preguntarán los más jóvenes, que solo conocieron una PC como medio de registrar las ideas o los mensajes. Y si había máquinas de escribir (las más comunes en mi país eran las Remington y Olivetti), había quienes las arreglaran, ya que al ser un elemento de tecnología mecánica, eran muy propensas a romperse. En mi ciudad natal, Buenos Aires, los técnicos que ponían sus manos expertas en esos dispositivos se aglomeraban alrededor de los tribunales. Es que la justicia tenía uno de sus pilares en la máquina de escribir y en los escribientes.

Y todo se imprimía, desde los tomos de la legislación, los periódicos o las novelas de Agatha Christie, gracias a los linotipistas, aquellos operarios que trabajaban con plomo fundido para crear los tipos que luego se usarían para imprimir las páginas. Ya no hay más linotipistas, ahora los métodos de impresión son diferentes.

Si uno se quería comunicar a larga distancia cuando yo era niño, que podía ser una localidad en el país, en el mismo continente o a Europa o Asia, se recurría a los operarios de las centrales telefónicas. Y a la espera cerca del teléfono, ya que una comunicación transcontinental podía demorar de media a dos horas. Si no se atendía, se perdía el turno. Y volver a pedir la llamada. Hoy, desde un celular se puede llamar a Alaska o a Siberia en unos segundos. O por teleconferencias. Los operarios de las centrales telefónicas solo quedaron en las películas de blanco y negro, pasando clavijas de un toma a otro de un gran tablero.

En aquella época, la información llegaba a los periódicos desde las agencias noticiosas por medio de los teletipos, que era un dispositivo telegráfico que se la pasaba escupiendo papel con las noticias. Muchos de los aprendices de periodistas ingresábamos en los diarios con la noble tarea de cambiar los rollos de papel de aquellas máquinas voraces.

Conocí los comienzos de la computación. La prehistoria de ella, cuando en la facultad de ingeniería se enseñaba a programar en Fortran y Basic, pero se utilizaban para ejecutar los programas que uno creaba las tarjetas perforadas. Cientos de ellas. Y todavía recuerdo las máquinas perforadoras de tarjetas hechas de cartón liviano (en donde estaban las instrucciones y los datos). Por supuesto, esas máquinas tenían gente que pulsaba el teclado. Trabajo que no existe más.

¿Qué otros oficios desaparecieron casi por completo en el siglo XX, aunque no estén vinculados con la tecnología de la información? Me vienen a la mente los que arreglaban los paraguas (hoy son prácticamente descartables y sirven solo para un par de lluvias fuertes), los colchoneros (que desarmaban los colchones para cardar la lana o arreglar los cotines), el lechero (que llevaba de casa en casa sus botellas de leche, con la deliciosa capa de crema en el pico), el fotógrafo de plaza y los deshollinadores. Muchos trabajos, aunque solo hayan transcurrido cien años.