La música de Loki: de Electric Light Orchestra a Bonnie Tyler, un viaje por el pop de los últimos 50 años

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Del siglo XIII al streaming (disponible en Disney+ desde el 9 de junio), el hermano díscolo de Thor pasó de la poesía escandinava al Universo Cinemático de Marvel (MCU) como el primer protagonista de género fluido en la historia de superhéroes y villanos. Con un origen nebuloso en la mitología, la narrativa nórdica mantiene intacto su atractivo como relato de aventuras. La música original de Loki (Tom Hiddleston) está compuesta por la inglesa Natalie Holt y abreva en un estilo tan sombrío como el carácter del semi-dios escandinavo. Fuera de sus dominios entra a jugar el catálogo pop, con canciones que van de fines de los años 50 al siglo XXI: desde el candor de Brenda Lee al fuego sagrado de Led Zeppelin (con un himno pagano del rock) y la participación de otros héroes (y su música) a modo de feat. Así suena Loki entonces.

“Dark Moon Part” (Bonnie Guitar, 1957). El viaje al origen del farsante que describen las eddas nórdicas empieza por esta no menos mítica mujer nacida en Seattle (murió en 2019 a los 95 años) que se ganó un nombre, ese nombre, como guitarrista de cantantes country hasta que se largó sola y consiguió perforar la capa de hielo entre el chart del género y el pop con esta canción. Una cadencia suave como fondo a una voz segura que eleva una pregunta extraña: “Luna oscura allá arriba en el cielo, ¿Por qué perdiste tu esplendor?”. Música rural para la era espacial y un adelanto de las futuras preocupaciones del rock progresivo (Dark Side of The Moon, claro).

“If You Love Me (Really Love Me)” (Brenda Lee, 1961). Pequeña y gigante (como la vikinga Björk), esta es la voz definitiva de la transición de los 50 a los 60. Nacida y criada en un ambiente de privaciones, Brenda sacó adelante a toda su familia con la potencia emotiva de una voz que va más allá del estilo edulcorado del pop orquestado. Si el sueño americano está hecho de promesas rotas hay que descifrarlas en las paredes descascaradas de color pastel que hablan a través del gorrión de Atlanta (Georgia) en el álbum Emotions. Y de verás que a Björk le quedaría muy bien esta canción en su mix de cuerdas y electrónica.

“Inmigrant song” (Led Zeppelin, 1970). Si hay una canción donde Led Zeppelin puso toda su imaginería escandinava (¿borgeana?) en juego fue en esta apertura majestuosa del volumen 3, donde la estampida eléctrica contradice el tono acústico (folk) del álbum. Las runas y símbolos ocultistas con los que Jimmy Page, Robert Plant, John Paul Jones y John Bonham se resignificaron en este hard rock modélico en el que un Plant que oscila entra la súplica y el desahogo orgásmico canta sobre “el martillo de los dioses” (Thor). Podría definirse como góspel escandinavo o una relectura heavy metal de las sagas: “Valhala, allá voy”. Clásico de esos que se dicen verdaderamente inoxidables.

“Hooked on a Feeling” (Blue Swede, 1973). Mientras los ingleses se preocupaban por echarle épica nórdica a las raíces bluseras del hard rock, unos suecos llamados Blåblus (traducible como bluejeans) se convirtieron en one hit wonders (bandas de un único hit) con este cover absurdo de B.J.Thomas que se popularizó como “Ooga-Shaka-Ooga” por un coro que parecía sacado del Haka de los All Blacks. Un éxito del bubblegum, ese género de principios de los 70 que parecía primo del glam pero con el paso del tiempo quedó como un pariente demasiado lejano, no reconocido casi. Inauguran también un pop bizarro escandinavo que continuarían en los 80 los todavía más absurdos Laid Back (“Sunshine Reggae”) que llegaron a hacer playback en la tevé argentina y todavía siguen sin caerse de la lista de clásicos de Aspen.

“Come and Get Your Love” (Redbone, 1973). Una curiosidad étnica del pop de los 70, Redbone fue la primer banda integrada por nativos americanos (los hermanos Vasquez-Vegas eran mezcla de mexicanos con Shoshone) en alcanzar el top 5 de Billboard con este simple de inspiración soul. Hicieron siete discos entre 1970 y 1977 y luego se perdieron en la bruma hasta un regreso inadvertido en 2005. Los héroes (o villanos) del MCU parecen tener además la atribución de traer de regreso al oído global a estos artistas siempre candidatos a la mesa de saldos (Tarantino lo hizo antes pero con una intención estética).

“Mr. Blue Sky” (Electric Light Orchestra, 1977). En la antesala de la consagración pop con (la apropiación del género disco) “Last Train To London”, Electric Light Orchestra hizo del estilo McCartney un manierismo (¿Maccartismo?) que se desplegaba en orquestaciones pomposas que coqueteaban con el kitsch sinfónico. En la genealogía iniciada por The Byrs con “Mr Spaceman” (1966), esta canción revisita el fenómeno de la ufología (la tapa del álbum Out of the Blue era un Ovni) que alimentaba la cultura popular hasta su clímax con E.T (1982). Una suerte de suite que echa mano a tecnología de punta como el vocoder (recuperada como gesto estético en el siglo XXI vía Daft Punk) para terminar en un grand finale del siglo XIX.

“Holding out for a heroe” (Bonnie Tyler, 1986). “Necesito un héroe” grita descabellada la Tyler en versión tecno-pop casi al mismo tiempo que en las radios una Tina Turner sci fi afirmaba: “No necesitamos otro héroe”, en la banda de sonido de Mad Max. Ochentosa a más no poder, la canción incluida en el álbum Secret Dreams And Forbidden Fire parece un banco de pruebas de cajas de ritmo, sintes y toda la parafernalia de época para una cantante que se había dado a conocer como la versión femme de Rod Stewart (“It’s a Heartache”). Tuneada (y sobreproducida) en clave aeróbica (alto pop spinning) la galesa le pone nervio de rock a tanto artificio al punto que con otra instrumentación hubiéramos tenido aquí un posible hit de Bon Jovi.

“Twilight of the Gods” (Mark Mothersbaugh, 2017). Este fragmento instrumental sacado de la banda de sonido de Thor: Ragnarok insinúa el mismo estilo asociado a la música incidental de Vikings, una transacción entre el folklore celta y la música sinfónica que hace de espejo sonoro de la antigua Escandinavia. Mothersbaugh se ha consagrado como compositor en el cine (The Rugrats, Tomb Raider y muchas películas de Wes Anderson) pero no hay que olvidar su origen como uno de los fundadores de Devo, uno de los grupos más fascinantes de la new wave y el tecno-pop. Chequeen el cover de “Satisfaction” si no lo creen.

“Pray For Me” (The Weeknd, Kendrick Lamar, 2018). Invitado a participar en la banda de sonido de otro de los héroes MCU, el talentoso Lamar terminó produciendo una suerte de soundtrack paralelo que se cuela en un universo tan distinto como es el de las sagas nórdicas (al fin de cuentas héroes y villanos trabajan para la misma corporación). The Weeknd se hace cargo de la parte más melódica y Lamar rapea una suerte de reflexión autoconsciente sobre la vida del héroe (“¿Quién necesita un héroe?”, vuelve la pregunta a la Turner). La producción es sorprendente (esos coros como un CD tildado) pero nada que este a la altura de sus discos.

“Demons” (Hayley Kiyoko, 2020). La canción más contemporánea del soundtrack de Loki queda en la voz de esta actriz de ascendencia japonesa criada en California. La tapa de su primer álbum, I’m Too Sensitive for This Shit, la muestra abrazada a otra chica, piel contra piel. Sesenta años después, el nombre del álbum parece la contracara de aquel Emotions con el que Brenda Lee, en el inicio de esta playlist, buscaba ganarse el corazón de América. Acaso lo que su voz quería decir era esto mismo: que era demasiado sensible para esta…