La madre del blues: los alcances del racismo y excelentes actuaciones de Viola Davis y Chadwick Boseman

La madre del blues (Ma Rainey´s Black Bottom, EE.UU. / 2020) / Dirección: George C. Wolfe / Guión: Ruben Santiago-Hudson, August Wilson / Fotografía: Tobias A. Schliessler / Elenco: Viola Davis, Chadwick Boseman, Colman Domingo, Glynn Turman / Duración: 94 minutos / Disponible en Netflix / Nuestra opinión: Buena.

A los pocos minutos de haber comenzado La madre del blues, sus orígenes teatrales se evidencian en el estilo de los diálogos, las actuaciones y la concentración en espacios cerrados. Las versiones cinematográficas de obras de teatro suelen intentar "abrir" las escenas, trasladarlas a distintas locaciones y suavizar los indicios de que el material original fue pensado para un escenario. Esto no sucede en la película de George C. Wolfe, que no pretende disimular su teatralidad.

La obra del premiado dramaturgo norteamericano August Wilson se centra en la grabación de un disco de Ma Rainey, conocida como "La madre del blues". La cantante, que había construido una exitosa carrera haciendo giras con distintas bandas, fue una de las primeras afroamericanas en grabar para una compañía discográfica, a principios de la década del 20. El film presenta los enfrentamientos de Ma Rainey con su manager y productor blancos, como también los que suceden entre miembros de la banda con el joven trompetista y de estos con la cantante. Se discuten cuestiones musicales, como qué arreglo tocar de los temas elegidos, y las actitudes de diva de Ma, que llega tarde y se niega a cantar hasta que le traigan una gaseosa, pero debajo de esa superficie, lo que está en juego es nada más y nada menos que el racismo.

El planteo de la explotación que los blancos hicieron de los músicos afroamericanos para ganar dinero, sin darles el rédito económico ni el respeto que merecían a cambio, es uno de los puntos más atractivos de La madre del blues. La historia del racismo en los Estados Unidos está contenida en esas relaciones complicadas entre Ma y los hombres que quieren comercializar su música y también entre los músicos, cuyas distintas perspectivas y ambiciones los ponen en contra unos de otros, distrayéndolos del enemigo en común.

La falta de sutileza le quita fuerza a este planteo. Las anécdotas y largos parlamentos que retratan el sufrimiento de los personajes se subrayan hasta lo explícito. Parece haber una desconfianza en la capacidad y empatía del espectador para leer en esos relatos el alcance y las consecuencias trágicas que el racismo tienen en la vida de los afroamericanos. Aunque puede comprenderse que la realidad, tal como lo demuestran los hechos de violencia racial ocurridos este año, indica que los mensajes anti-racismo con mayor sutileza no son suficiente.

Las actuaciones son el pilar del film, en especial las de Viola Davis y Chadwick Boseman, que tienen nominaciones al Oscar prácticamente aseguradas. La actriz captura a la perfección el talento pero también el cansancio de Ma, quien todo el tiempo está subiendo la apuesta con sus demandas y desplantes, como una reacción a la explotación sufrida y la única forma de hacer valer su descomunal talento. El actor, que murió hace pocos meses, a los 43 años, entrega una interpretación pasional de un trompetista y compositor talentoso y ambicioso, cuya simpática rebeldía inicial se va revelando como una fachada de sufrimiento y trauma, a punto de explotar de forma trágica.