Manifiesto Bayala: trece claves para terminar con la narrativa fatalista boomerang

Ilustración: Ariel Escalante
Ilustración: Ariel Escalante

Resulta más que obvio que estamos rodeados de datos desalentadores por cuanto costado miremos. Desde lo global con guerras, polarización, inflaciones, cambio climático, activismo ambiental, negacionismo climático, virus y vacunas, negacionismo sobre virus y vacunas y todo tipo de amenazas/ hasta lo local con clima político y social, corrupciones, desconfianzas y todo lo que se suma con las derivadas de las teorías conspiratorias anexadas y la inflación del discurso para el lugar ideológico que sea. Hay un debate que parte de problemas reales pero se dramatiza o extrema en cuanta red social haya.

Propongo, si me tiene paciencia y anda con ganas de leer, que revisemos primero el problema, entendamos el peligro que significa para las próximas generaciones no sólo lo que vivimos sino cómo lo estamos expresando y la manera autorretratarnos, y me animo a acercar datos alentadores de cambio junto a una serie de impresiones, o humildes sugerencias, de cómo, con decisiones relativamente chicas, personales y microgrupales, la aguja positiva puede empezar a moverse y los cambios más tangibles pueden darse, e incluso escalar en la sociedad.

Carlos Bayala. “La Argentina no necesita mano dura, sino equilibrio ideológico”

1. La derrota, los jóvenes y el neurólogo de Instagram

Hace rato que observo el éxito de un médico e investigador en neurología, tremendamente activo en redes sociales, llamado Joe Dispenza. Su resonancia en jóvenes tiene que ver con un mix de motivación y datos médicos basados en estudios neurológicos y psiquiátricos. Y también con una necesidad imperante de sus seguidores: la necesidad de comprender sus propias angustias y redirigir esa energía hacia algo positivo. Uno de los ensayos de Dispenza sobre el efecto placebo permite concluir que si nuestro cerebro es capaz de producir, por ejemplo, un 200% más de dopamina por varias semanas sin un sólo químico externo involucrado, y sólo con una pastillita falsa, podemos también colegir que, con un rediseño voluntario de nuestro mapeo de pensamiento (y sin pasar por la farmacia), se puede operar un enorme cambio en nuestra vida, nuestra salud y nuestro sentido de identidad, constructivamente.

Creo que esa naturaleza neo-budista, meditativa, y en cierto modo a tono con el estado “aislado” de una juventud curtida en cuarentenas y post pandemia, puede ser muy positiva en lo personal, pero entiendo también que esa operación individual muy de moda en clases medias, no resuelve otro problema que hoy es igual de urgente, y es el contagio de esa noción en grupos más grandes.

2. ¿Desempleo joven o desánimo joven?

Entre los países con mayor desempleo joven, hoy, y muy arriba en cuanto chart global usted elija, se encuentran países que uno no asocia con la pobreza: España, Italia, Grecia, (desempleo joven de cerca del 30%); Portugal y Francia, (apenas arriba y abajo del 20%, respectivamente). Pero lo que llama la atención de Europa (y sirve a estas observaciones) es la asimetría entre el potencial económico de los países y la realidad de sus jóvenes. Por eso, si observamos a la Argentina como un caso preocupante aislado, cometeremos un primer error y es el de no ponderar que hay algo más (y enorme) ocurriendo globalmente con la generación post millennial. Y ese algo no se encuentra en los números, los números sólo cuantifican consecuencias, con mucha suerte sólo miden la fiebre.

Robert Shiller, premio Nobel de Economía, encontró la punta de un ovillo psicológico/ narrativo gracias al concepto de ‘consiliencia’ que recupera del filósofo del siglo XIX William Whewell, retomado por el biólogo E.O.Wilson. La consiliencia permite estudiar académicamente un aspecto de la realidad desde muy diversas ramas de estudio aparentemente disociadas entre sí. Shiller observa la economía desde la sociología y la comunicación y en especial desde las narrativas, comprendiendo que la manera de autocontarnos la realidad influye crucialmente en el desempeño colectivo de una sociedad y en su desarrollo económico. Shiller argumenta que, especialmente para los jóvenes, es la “narrativa ambiente” de padres, abuelos, mentores y maestros la que modela sus expectativas y su desempeño más que ninguna otra influencia, sumada la gigantesca fuerza de las redes sociales, que multiplican el efecto rancio de los mensajes y condicionan la potencial predisposición con la que los jóvenes encararán estudios, entrenamientos, emprendimientos personales, política. Los jóvenes, a su vez, toman esa posta y le dan “manija” en plataformas sociales, agitan el discurso en sus propios términos.

Carlos Bayala está radicado en Londres donde fundó la agencia New
Carlos Bayala está radicado en Londres donde fundó la agencia New - Créditos: @Ana Blumenkron

3. El relato fatal siempre parte de lo que hacen los otros

Vamos con frases cliché que se recogen de cualquier charla de colectivo/tren/whatsapp/radio/tele/asado: “Los políticos son todos corruptos” “La gente ya no aguanta más”, más los autocondenatorios (y en reglamentaria tercera persona) como “la gente no cumple con nada, acá nadie respeta la ley”, “acá son todos vivos”. “La gente” y “Los políticos”, como entes genéricos, son parte de un ping pong dialéctico de matriz pesimista infaltables en la narrativa diaria. ¿El inconveniente de esta fórmula? Lo podemos explicar desde la calle pero es más grave desde los bots y programas de indexación y algoritmos en Internet: se reproduce un discurso, parte desde un grupo de ciudadanos con una naturaleza y se vuelve cíclico y alcanza niveles desbordantes en una espiral que no hace más repetir la historia y eternizarla. Acá ya no actúa el ciudadano individual, acá actúan fuerzas tecnológicas poderosísimas de muy pocos agentes, que influyen sobre el humor de cientos de millones de personas, en horas. De formas juguetonas, TikTok e Instagram son fuentes de escalamiento de sensaciones profundas. Un viral muy de moda en los últimos meses, se reitera en cientos de versiones: una taza de café, una voz joven y dulce que dice (irónicamente): “Buen día, ¿cómo amaneció hoy la generación sin casa, sin ingresos estables y sin expectativas?”. En tono de humor y con ironía la narrativa no discute el problema, sino que se entrega a su consecuencia.

4. La máquina de hacer enemigos

Vimos a IG desde lo lúdico, veamos a Twitter desde lo pugilístico. Su mejor abono para la actividad de sus usuarios es la acidez, la crítica y la ridiculización del otro o la otra. No estoy diciendo que ese haya sido el objetivo de Jack Dorsey o de Greg Pass, su primer jefe de tecnología y con quien trabajo actualmente en un proyecto para la NASA, digo que en la realidad de sus estadísticas, esos motores son los que promueven más dinámica y conversación que los demás. Trump supo eso desde hace diez años, y le sacó viruta al odio, por eso Musk lo describe como un genio de Twitter. Musk, a su vez, hace muchas veces lo mismo. Y le rinde. Y encima tiene cada día más fans (probablemente los mismos jóvenes, cada día más empobrecidos, anímica y materialmente, que celebran su genialidad y admiran su interminable riqueza). Esas mismas redes hoy también dicen que la hija de Elon Musk se cambió de nombre y apellido porque no lo soporta más y no lo acepta como padre. Se podrá tener muchos seguidores, pero si no te siguen tus propios hijos, tenemos quizás un indicador de la influencia crucial: la del afecto y la narrativa del ejemplo cercano y ,aunque suene sentimental, la ‘influencia amorosa’ en la intracomunicación en grupos pequeños. La familia (sea cual sea su constitución) es un grupo testigo clave de esa comunicación. Y hoy presenta fallas.

5. Dejarle a un robot que nos diseñe cómo sentir

Los medios digitales, en su mayoría, entrenan sus algoritmos de indexación y escalamiento, y están fascinados con este hecho. Facebook News Feed es un ejemplo, tóxico/exitoso, central, y lo admitió, insólitamente, una de sus creadoras, Ruchi Sanghvi: no importa si lo que se discute es verdad o mentira, lo que importa es que se discuta. Y mucho. Eso genera el nutriente más preciado de las plataformas: la ‘actividad’. Mientras tanto generan un mix extrañísimo: el de un discurso pesimista/conspiratorio creciente entre ‘usuarios’ sólo interrumpido por un optimismo ficticio publicitario entre ‘consumidores’, mientras los ciudadanos y la idea de ciudadanía y una visión como realidad/país/vida a través de discusiones ricas entre perspectivas distintas, se deshace. ¿Qué hace todo esto? contra-prepara, contra-entrena y contra-educa a una próxima generación que ya está dispuesta, antes de empezar siquiera su vida adulta, a la derrota.

Carlos Bayala participó en el proceso de pacificación en Colombia asesorando a los líderes de las FARC, el comadante Timochenko y y Carlos Antonio Lozada
Carlos Bayala participó en el proceso de pacificación en Colombia asesorando a los líderes de las FARC, el comadante Timochenko y y Carlos Antonio Lozada - Créditos: @gentileza

6. ¿Hay solución? Sorprendentemente, sí

Obviamente, con todo lo dicho, se desprende que la solución no está en cambiar aquello que está fuera de nuestro alcance, sino en actuar sobre aquello que sí podemos cambiar: aunque parezca humilde, a nosotros mismos y nuestro grupo de inmediata influencia. Material para una esperanza, no de canción pop, sino real. Y ese camino nos va a llevar desde Silicon Valley a Yatasto, Salta. Vamos.

7. Salir del feroz 20% más negativo, esquivar el 30% que lo observa, y abrazar el 50% del medio

El Pew Research Center publicó hace poco tiempo las nuevas mediciones de la polarización social en el debate político y social en Estados Unidos. Es el doble que en 2013. Por entonces era el 10,2% de la sociedad. Hoy es el 21%. Ese “feroz 20%” se sostiene como un umbral relativamente consistente en toda América y Europa del Oeste. La polarización global es una tendencia pero... y aquí los últimos informes, el fortalecimiento de quienes se cansaron de extremos y buscan un centro de equilibrio, también varió, para bien. Varias consultoras argentinas (y quien me conoce sabe que pongo en tela de juicio cuanto dato numérico recibo) hablan de que casi 50% de los argentinos reconoce que la salida no será por los márgenes ideológicos de izquierda o derecha, sino por el medio. Lo creo, porque lo veo, no en redes sociales o charts, sino en conversaciones uno a uno, o en grupos reducidos, donde se ve el otro lado de la moneda de las redes sociales.

8. Es el encuentro físico con “todo lo otro”, lo que puede cambiarlo todo.

En su libro Vidas enredadas, Merlin Sheldrake estudia la extrañísima, compleja y crucial vida de los inesperadamente fascinantes hongos. Su comprensión y alcance supera el estudio biológico: nos puede ayudar a nosotros, los humanos, a comprender estrategias creativas exitosas devenidas, como en este caso, de la botánica. Hay un ejemplo particular que tiene un lugar central en el libro; los aparentemente aburridos líquenes. Organismos que apalancan su éxito y prosperidad en una (creativísima) idea vital: la simbiosis. Para la simbiosis, no hay virtualidad que valga, las especies ensayan en el teatro de la naturaleza real, y prueban combinaciones que tienen un objetivo: el triunfo de un plan vital a partir de colaboraciones extraordinarias con organismos de otras especies. Socialmente, entiendo que podemos aprender y mucho de los líquenes: demuestran en algunos casos ser extraordinariamente más inteligentes en el arte de llevarse entre sí y prosperar desde la esencial diversidad.

Bayala está asesorando a la NASA con el objetivo de volver acercar a la comunidad con los programas espaciales
Bayala está asesorando a la NASA con el objetivo de volver acercar a la comunidad con los programas espaciales - Créditos: @archivo

9. Es la calle, querido usuario de Internet

Alex Pentland, socio en nuestro estudio de comunicación y director del departamento Human Dynamics del MIT Media Lab, en Boston, lo describió hace unos años con un ensayo prepandemia titulado ¿Querés salvar a la democracia? Soltá un segundo las pantallas y encontrate a hablar con alguien en la esquina. En ese ensayo, se describe la importancia de lo que los griegos ya sabían de memoria y que consistía en darle valor a la palabra oral y a las mutaciones en las ideas, cuya plasticidad deriva del encuentro físico, del hábito de conversar y re-pensar ideas propias, confrontándolas con otras. A diferencia de la burbuja de la virtualidad hoy, cuya retroalimentación y la adicción al sesgo de confirmación, con tal de darme un segundo de placer mostrándonos que teníamos razón, nos lleva a perpetuarnos en una gentil burbuja de certezas, esencialmente falsa. Pero si el MIT le parece muy académico o teórico, aún cuando reclama el valor de la calle, vayamos a las calles más ásperas de Kigali, Ruanda, en los 90, pre-internet. Paul Kagame, presidente de Ruanda en la post guerra, fue crucial en curar heridas de la horrorosa guerra civil de 1994; instauró ruedas de reconciliación cara a cara, entre gente que había cometido atrocidades y víctimas y familiares de víctimas. ¿La regla? Pedir perdón, en persona. (Recordemos que el desastre de Ruanda tuvo como protagonista a la radio que alentó y fogoneó el odio de los hutus hacia los tutsis). Hoy, Ruanda es el cuarto país con más inversiones de África y un exitoso destino turístico.

10. Alterar el ADN violento, no desde aparatos, sino desde los ojos

En las redes sociales, los usuarios y sus pseudónimos son el principal dato que predispone a la enemistad antes de cualquier otra cosa. El cyberbullying, por ejemplo, hace tracción en el hecho de que cuando no vemos al destinatario/a de la burla o la descalificación, no entendemos el verdadero efecto real. Y eso lleva por lo general a multiplicar la escala del insulto, por las dudas, por si no alcanza. Krystine Batcho, psicóloga social que conozco desde hace años, estudia este fenómeno desde los comienzos de internet. No ver el efecto de la herida provocada, no ver los ojos de la víctima con los propios, son claves para multiplicar la violencia. Germán de los Santos, experto en investigación de narcotráfico, me contó una vez que un sicario que trabajaba para narcos pudo matar decenas de víctimas y continuar su rutina inhumana gracias a la simple receta de jamás mirar a los ojos a quienes luego mataba.

Ver, mirar, significa reconocer. Y neurológicamente, significa una herramienta de desarme y pacificación enormes.

11. Quara y los vikingos progres.

Hay sociedades cuyas autonarrativas, modificadas, explican bien cambios enormes. Quara, una plataforma social académicamente liviana pero de buen intercambio de ideas, parangonable con el espíritu colaborativo de Wikipedia e incluso Reddit, me dió esta chance de debate rarísimo con escandinavos. Metí una semilla de pregunta en un grupo de noruegos que discutían sobre su propia historia: ¿Cómo una serie de comunidades que fueron definidas desde la barbarie y la conquista salvaje (los vikingos) son hoy un conjunto de sociedades paradigma de la tolerancia y progresismo?

Un noruego, analista de sistemas, que vive en Oslo, arrojó su hipótesis nada académica que me resultó clarísima: “los noruegos, nos hemos llevado a las patadas entre nosotros y con quien se nos cruzara hasta el siglo XVI. Creo que habíamos eternizado una forma de ser glorificando nuestra violencia en sagas y cuentos que celebraban nuestra personalidad violenta. Cuando llegó el luteranismo y se fusionó con el Estado, se creó una narrativa también férrea pero distinta, en donde la sacralización de la vida familiar, los valores estrictos y la conducta mesurada fueron la ‘nueva narración’ que pudo ser tomada como base virtuosa para las próximas generaciones”.

Dinamarca se autoexplica de forma muy curiosa. Sandemose, en su libro Un fugitivo cruza su propia huella creó el “Janteloven”, una serie de reglas de un pueblo de ficción “Jantel” que indican y profundizan el espíritu colectivista escandinavo. Diez reglas que son en realidad una supresión calculada de ego y de cualquier impulso individual que instale al yo por encima del interés común. La obra caló tan hondo en la sociedad danesa que el Janteloven es una especie de constitución implícita. Escandinavia encuentra una autonarrativa social tal vez exagerada pero a juzgar por los resultados constructiva, una explicación de su comportamiento y de su rasgo característico colectivo, que permite comprenderse y trazarse a futuro.

12. ¿Singapur? Sí. Singapur

Hace décadas que Naciones Unidas publica índices de corrupción/país. Ya no nos llama la atención, entre los ejemplos de mayor transparencia, el protagonismo de Singapur en el top virtuoso, cada año. Pero debería sorprender. Puerto de gestión compleja entre China, Europa y el mundo, y con injerencia y tensión colonial desde la corona británica, Singapur era uno de los pozos de corrupción más profundos del planeta, un caso ético y moral perdido. Pero en 1960, todo empezó a cambiar, a través de una decisión narrativa alternativa, en forma de... no una novela o una ficción, sino el sobrio y pragmático texto de una ley: el POCA, o Acta de Prevención de la Corrupción, que el arco político, liderado por el People’s Action Party lanzó como plan muy abarcativo para atacar la corrupción, con acompañamiento de la oposición.

El cambio fue tan fenomenal, que ayudó a comprender las raíces coloniales de la corrupción, la naturalización de la coima, las apuestas clandestinas, los burócratas cooptados, la desconfianza social, y alterarlos desde la base. Singapur entendió que la corrupción no estaba en el ADN de la sociedad (no lo está en el ADN de ninguna sociedad, de hecho) sino en circunstancias puntuales que se habían estirado por muchas décadas de inacción y aceptación, y vencieron la inercia hacia una nueva forma de auto observarse, legalmente fundada. No usaron a alguien que puso mano dura, como propone un Milei con camperón negro de cuero, no hubo una figura de salvadora o salvador como algunos pseudo mesías de las extremas derechas e izquierdas nos quieren hacer creer, sino que decretaron que sea la legislación la que pueda poner límites efectivos.

13. ¿La posta? Quizás la posta es en Yatasto

No es la narrativa del Estado, o del marketing, o de las empresas. Es la narrativa en el próximo asado con su familia la que conviene repensar.

Cuando se habla de narrativa desde el Estado, o empresas, la política o el marketing, huele a que hablamos de verso. Y esto es razonable porque la historia lo demuestra. Los estados tienden a la propaganda positiva persuasiva (nada menos saludable comunicacionalmente en el largo plazo), y los estados autoritarios en particular, de izquierda y derecha, adoran estas herramientas. Las empresas tampoco son la solución, su narrativa es en todo caso de marketing, de mercadeo, piensan en ciudadanos como “consumidores”, y tirarles ese fardo es equivocado y también absurdo. Y los medios masivos están desesperados por seguidores y las bombas que tiran les dan algo de aire.

Propongo que vayamos a encuentros pequeños. Uno histórico puede ayudarnos.

La Argentina le debe quizás mucho más al encuentro de Belgrano y San Martín en la humilde Posta de Yatasto que a la mismísima y ruidosa revolución de Mayo. Ya desde el símbolo, en Yatasto, triunfó la grandeza y la sabiduría de dar un lugar a quien, de acuerdo a uno y otro, podía hacerle mejor al futuro país. Y las generaciones que los siguieron se valieron de ese mensaje/gesto, ínfimo y crucial, toda vez que optaron por privilegiar un proyecto sobre el personalismo.

Allí, dos personas muy diferentes se encontraron.

Comunicarnos mejor, en nuestros grupos directos de relación, es una simple decisión y una idea que está a nuestro alcance.

¿Podremos? Creo, espero, que el hecho esencial de que no nos queda otra que probar algo distinto a lo que vinimos haciendo hasta hoy, nos inspire al menos a considerarlo.