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Menos tips y recetas: la respuesta de la crianza está en entender a los niños

(Getty Creative)
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Cierta vez una mamá me contó que cuando decidió practicar una crianza respetuosa, comenzó por hacer con su bebé la alimentación autorregulada o lo que se conoce como baby led weaning, una propuesta en la que se persigue ofrecer más libertad y autonomía a las criaturas en la iniciación de la alimentación complementaria, a diferencia de la alimentación complementaria convencional recomendada por los pediatras donde los alimentos se dan triturados o en papillas y siempre de forma controlada con una cucharilla que manipula el adulto quien decide lo que el niño se lleva a la boca.

Esta madre con la sensación de seguridad que le daba pensar que seguía al pié de la letra los pasos del baby led weaning para “respetar” el proceso natural de alimentación de su hijo, no se daba cuenta de que aunque le daba opciones para probar a su hijo, igual seguía esperando que su hijo se comiera todo lo que elegía de las alternativas que le ponía a su alcance. Es decir, seguía centrada en su necesidad de controlar las cantidades que el niño comía con la falsa sensación de que su forma de alimentarlo era respetuosa porque estaba basándose en un método valorado como respetuoso. Luego descubrió que esa necesidad de control era igual en otras situaciones de la crianza. Pero llegar a este “insight” o “darse cuenta”, no lo consiguió gracias a una técnica, un decálogo de tips o de recetas para criar. Lo hizo atreviéndose a ir más allá.

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Abandonar viejos esquemas entraña uno de los mayores retos de la evolución y expansión de la consciencia. Un desafío que no se soluciona esperando que nos digan qué hacer con tips o recetas. Promover espacios reflexivos para cambiar la actitud hacia la infancia no es hablar sobre métodos, técnicas o ideas para criar. No se hace esta labor dando recetas para lograr una crianza correcta o feliz en diez fáciles pasos. Es un trabajo que tiene que llegar hasta las raíces del problema, deconstruyendo creencias y formas obsoletas de pensar, de vincularse, de actuar, de organizarse. Se precisa reconocer las reales necesidades de los niños, desmontar creencias falsas y limitantes sobre la real naturaleza de la infancia. Muchas veces se trata de enfrentar verdades incómodas, y cuando hablamos sobre verdades incómodas es inevitable en algún momento ser políticamente incorrectos. Porque dar voz a los niños en un mundo adultocentista es como darle con un palo al avispero.

Quizás por esa razón las redes están llenas de tips y recetas para conseguir en cuatro fáciles pasos la crianza ideal y son escasos los espacios que proponen la reflexión profunda y transformadora.

Siempre explico a los progenitores que si lo que buscan en mis espacios son recetas, lamento decepcionarlos porque no las van a encontrar. No las doy porque me parece irrespetuoso y atrevido. Cada niño es único, el vínculo con su figura de referencia o cuidadores también lo es, así como las circunstancias que le rodean. La conducta y las soluciones a los retos de crianza con cada niño debe comprenderse desde la unicidad que lo define y no se solucionan con recetas hechas por otros por igual para todos los casos, sino con respuestas hechas a la medida de cada caso, cada niño.

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Los adultos esperamos salidas fáciles, esperamos que otro nos diga qué hacer o cómo hacerlo. Nuestro registro del propio criterio o sentido común ha sido borrado por las crianzas autoritarias de las que procedemos en las que teníamos que callar y obedecer. Desde pequeños hubo siempre otro que decía qué debíamos hacer, cómo debíamos sentir, cuándo debíamos tener hambre, sueño, ganas de movernos o de estar tranquilos… Perdimos conexión con nuestra sabiduría intuitiva. Seguimos por inercia respondiendo a lo que se impone o dicta desde afuera con muy poca o nula iniciativa para reflexionar y construir nuestro propio criterio.

Si en lugar de pedir recetas, tips o ideas sobre cómo hacer para que nuestros hijos se comporten de la forma que esperamos, viéramos en cada espacio de información responsable y veraz la explicación sobre la naturaleza de cada momento evolutivo de los niños y sus reales necesidades como una oportunidad para empatizar con nuestros hijos; si nos ocupáramos de formarnos para entender las causas tras el comportamiento de los niños, para mirar más allá de la superficie entender y atender dicha causa con respeto a la integridad como persona del niño en lugar de juzgar a la criatura y pretender detener automáticamente la conducta con castigos, amenazas o recompensas; si entendiéramos y asumiéramos la responsabilidad de hacer un trabajo de autoindagación personal para registrar patrones insanos de crianza instalados en nuestras propias infancias, logrando así encontrar claves para educar desde un lugar menos automatizado, más consciente y amoroso… podríamos darnos cuenta de que las recetas para criar no son necesarias. De hecho no sirven para transformar el problema de raíz, solo para darnos una falsa sensación de control.

Precisamos actuar desde la madurez emocional, superar condicionamientos engendrados en modelos de crianza autoritarios en los que se nos prohibió pensar, reflexionar y se nos obligó sistemáticamente a obedecer lo que nos indicaban hacer y cómo hacerlo. Atrevámonos a ser reflexivos, asumamos el compromiso y el desafío de reconectar con nuestro sentido común para co-construir con cada niño a tu cargo las propias respuestas hechas a la medida de cada caso.

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