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¿Mensaje de Alberto Fernández al peronismo?: por qué insinúa que subiría las retenciones con más apoyo

La insinuación de Alberto Fernández sobre que si no aumenta las retenciones a la exportación agrícola no es por una decisión suya sino por la falta de apoyo político, hizo recordar a una clásica anécdota que se cuenta sobre el presidente estadounidense Franklin Roosevelt. La historia es así: durante la crisis de los años ’30, Roosevelt recibió a dirigentes sindicales y tras escuchar sus reclamos se mostró de acuerdo, pero les dijo la condición para poder cumplirlos: "Ahora salgan a la calle y oblíguenme a hacerlo".

Esa frase es periódicamente recordada por los politólogos para marcar una de las situaciones a las que se ve enfrentado un gobernante: no alcanza con tener la convicción de que una medida es correcta, sino que además tiene que existir un clima social y una opinión pública favorables para que la pueda tomar. Sobre todo, cuando se trata de una medida que tocará intereses particulares y levantará resistencias.

En la extensa entrevista que Alberto Fernández le concedió al equipo de Ernesto Tenembaum en Radio Con Vos, por primera vez el Presidente planteó su propia debilidad política como el motivo por el cual no aumentó las retenciones a la exportación de los principales productos de exportación agrícola, incluyendo al trigo y maíz, que se consumen en Argentina y cuyo precio está explotando en el mercado global.

Fue un punto de inflexión importante respecto del discurso oficial que se había manejado hasta ahora, en particular en boca del ministro de Economía, Martín Guzmán.

En una postura que le había valido críticas por parte del sector kirchnerista de la coalición gubernamental, el ministro había defendido con firmeza una postura conceptual según la cual un incremento de retenciones no sería una medida eficiente para contener la inflación y que, además, sólo traería como consecuencia una merma en la exportación, justo cuando el país necesita con urgencia el ingreso de divisas.

Es una posición en la que también se plantó el ministro de Agricultura, Julián Domínguez, que se precia de entender la realidad del campo mejor que su antecesor y que defiende la necesidad de mantener abierto el diálogo.

El ministro Julián Domínguez busca bajar el tono del conflicto con el campo y siempre se mostró contrario a la suba generalizada de retenciones
El ministro Julián Domínguez busca bajar el tono del conflicto con el campo y siempre se mostró contrario a la suba generalizada de retenciones

El ministro Domínguez busca bajar el conflicto con el campo y se mostró contrario a la suba generalizada de retenciones

Un giro en el discurso sobre las retenciones: Fernández busca apoyo

Pero las declaraciones del Presidente causaron sorpresa, porque corrieron el eje de la discusión: más que mostrar una definición ideológica o teórica contraria a las retenciones, dijo que no las podía adoptar porque no podrían pasar el filtro del Congreso y porque la opinión pública del campo estaba fuertemente en contra.

Puso, a modo de ejemplo, el caso del reciente "tractorazo" protagonizado por pequeños productores que se quejaban contra la iniciativa del impuesto a la renta inesperada, a pesar de que ellos no eran el objeto de ese gravamen.

"Las retenciones son un tema legislativo y necesito que el Congreso entienda el problema y llegado el caso acompañe una decisión de esa naturaleza", sostuvo Alberto en la entrevista radial. "Yo puedo mandar mañana un aumento de retenciones al Congreso, pero lo voy a perder, si tengo a toda la oposición haciendo un tractorazo", agregó.

Y, casi como Roosevelt con los sindicalistas, el mensaje entrelíneas que dejó el Presidente es que, si el clima político se mostrara más favorable, su postura habría sido diferente, y actualmente se estaría aplicando una retención a la exportación de granos de soja, maíz y trigo.

En otras palabras, que sus diferencias con Cristina Kirchner sobre el grado de dureza que hay que aplicar en el enfrentamiento con los "grupos concentrados" no se dan tanto a nivel ideológico sino táctico: Alberto no discrepa, en el fondo, con las ideas de Cristina, pero cree que están destinadas a fracasar por la falta de un clima adecuado en la opinión pública.

La amenaza de los conflictos del pasado

Además de la admisión tácita de debilidad política, lo que el Presidente dejó traslucir fue también cómo lo impactaron conflictos del pasado reciente con el campo. Para empezar, la histórica pelea de 2008 con los sojeros, que le costó el cargo de jefe de gabinete durante el primer mandato de Cristina Kirchner.

En aquel momento, el kirchnerismo quiso imponer retenciones móviles con la recordada resolución 125, que provocó un levantamiento de toda la clase media rural y generó una crisis política.

Ya ocupando el sillón principal de la Casa Rosada, Alberto tuvo otras experiencias políticas negativas. La primera fue la del intento de estatización de la cerealera Vicentin, una jugada que el Presidente creyó le traería apoyo por parte de los pequeños productores que habían sido perjudicados por la crisis financiera de la empresa. Sin embargo, la propuesta fue duramente resistida en parte de una clase media rural que sintió amenazado el principio de propiedad y su estilo de vida.

El error de cálculo de Alberto fue marcado por los propios gobernadores peronistas, en particular el santafecino Omar Perotti, que lo convenció de reconsiderar la medida. Aun así, el Presidente no pudo evitar el enojo, y de hecho fue por ese caso que nacieron los "banderazos" de protesta.

Los primeros
Los primeros

Los primeros "banderazos" contra la gestión de Fernández surgieron como reacción al intento de estatizar Vicentin

Los conflictos se repitieron cuando el Gobierno puso, a fines de 2020, cupos a la exportación de maíz, algo que no sólo no logró moderar la suba de precios internos sino que trajo problemas adicionales.

Y luego, con los poco exitosos intentos de vender cortes de carne a precio popular, se repitió la crisis, pero esta vez con los frigoríficos y los ganaderos como afectados. El cupo a la exportación cárnica -que llegó a ser festejado como la solución por Alberto y Cristina en plena campaña electoral, después de una leve baja estacional de precios- se reveló como una medida errónea.

Como suele ocurrir en esos casos, los desincentivos a la ganadería hicieron que el stock vacuno acentuara su tendencia a la caída, y se perdió en un año un millón adicional de animales, además de que se produjeron despidos y suspensiones en la industria frigorífica. El resultado de esa política es hoy elocuente: las cámaras del sector acaban de informar que el consumo de carne cayó a un mínimo histórico, con apenas 47 kilos por habitante, un nivel que ni siquiera se había registrado tras el colapso social de 2001.

Finalmente, este año, se decidió implementar por la fuerza una medida que Alberto había propuesto sin éxito durante todo el año pasado: que en el área del trigo se implementara un esquema de subsidios cruzados entre exportadores e industriales, emulando al que se había hecho en la industria del aceite.

La forma de financiar ese fideicomiso fue mediante la suba de retenciones al aceite y harina de soja. Una medida que contradice el propio discurso industrialista del Gobierno, que sostiene la necesidad de incentivar la exportación de productos con valor agregado y desincentivar la venta de materia prima sin procesar.

Hasta ahora, el resultado de esa política, es desastroso: después de dos meses de creado, el fideicomiso nunca arrancó, por lo que el beneficio sobre el precio de pan, harina, fideos y galletitas no se refleja en las góndolas. Pero lo que sí ocurrió es que las exportaciones se están "primarizando": los últimos números del INDEC muestran que mientras las materias primas crecen a un 8% anual, la industria de origen agropecuario cae a un ritmo de 6,6%.

Y lo peor es que, tal como había ocurrido con el caso de Vicentin y con el cierre exportador a la carne, también en este caso los gobernadores de las principales provincias agropecuarias del país se mostraron en contra de la medida.

El fideicomiso para el campo que nunca arrancó

Alberto no dijo si habló específicamente de ese tema en su reciente encuentro con Luis Pagani, el CEO del grupo Arcor, una de las empresas candidatas a pagar el impuesto a las rentas inesperadas.

A modo de prueba sobre la potencia de la recuperación industrial, el Presidente reveló que Pagani estaba contento por el hecho de que sus plantas estaban operando al 80% de su capacidad.

Lo curioso del balance de Arcor es que, si bien es cierto que muestra una fuerte suba de ganancias -un 142% anual-, lo que posibilitó esa mejora de los números no fue una mayor venta al mercado interno, sino la "licuación" de la deuda en dólares que le permitió el Banco Central, al hacer deslizar al dólar a un tercio de la velocidad de la inflación.

Pero Alberto, que sabe que la inflación es la principal amenaza ya no sólo para la estabilidad económica sino para la propia estabilidad política de su gobierno, está cada vez más dispuesto a tomar medidas heterodoxas con tal de aliviar el enojo de la opinión pública.

Admitió tácitamente que el fideicomiso para abaratar el trigo no estaba dando resultado, pero culpó de ello a los protagonistas privados de la cadena harinera, que intercambian acusaciones sobre boicot.

La última tapa de la influyente The Economist deja en claro la preocupación del mundo desarrollado por la escasez de alimentos que se prevé a nivel global
La última tapa de la influyente The Economist deja en claro la preocupación del mundo desarrollado por la escasez de alimentos que se prevé a nivel global

La tapa de la influyente The Economist deja en claro la preocupación del mundo desarrollado por la escasez de alimentos

La ayuda de India, el Banco de Inglaterra y The Economist

El Presidente tiene bien en claro el riesgo de ponerse al campo en contra: tuvo un contundente recordatorio de ello en las elecciones legislativas, donde sufrió reveses en todas las provincias agropecuarias, lo cual incluyó no solamente a las habitualmente críticas del kirchnerismo, como Córdoba y Santa Fe, sino también a Entre Ríos, La Pampa y el interior de la provincia de Buenos Aires, territorios que el peronismo consideraba inexpugnables.

Sin embargo, el cambio de escenario internacional está ayudando al cambio en el humor de la opinión pública que quiere ver Alberto Fernández. En Europa se habla de una crisis alimentaria, ya no de corto plazo como consecuencia de una eventual guerra corta en Ucrania, sino de un problema estructural de falta de oferta de alimentos.

El propio presidente del Banco de Inglaterra, Andrew Bailey, levantó polvareda al hablar del tema en un discurso en el que pidió perdón por ser "apocalíptico" al pronosticar subas continuas de alimentos y un mayor desempleo.

Ese clima fue reforzado por la última tapa de la influyente revista The Economist, donde con la foto de tres espigas de trigo -de las que, cuando se mira de cerca, penden tenebrosas calaveras- se lee el título: "La catástrofe alimenticia que se viene".

Y, como si fuera poco, llegó la noticia de que India, el segundo mayor productor de trigo -detrás de la zona del Mar Negro- y que cuenta con el 10% de las reservas mundiales de ese cereal, anunciara el cierre completo de las exportaciones.

¿Llegó el momento en que, finalmente, Alberto Fernández terminará dándole la razón a Cristina Kirchner y aprovechará el cambio de clima mundial para implementar retenciones móviles al agro?

De momento, todo indica que no… pero que podría ser si hubiese un movimiento político que le diera la fuerza suficiente. Por lo pronto, algunos de sus aliados ya están captando el mensaje, como la cúpula de la CGT, que anunció una serie de movilizaciones hacia edificios simbólicos de los "formadores de precios". Es así que se plantea la realización de manifestaciones de protesta ante la sede de la UIA y en el predio de la Sociedad Rural.

Mientras tanto, Cristina Kirchner evalúa si las palabras de Alberto ameritan ser consideradas una invitación a unir fuerzas frente a un enemigo común.