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México, el único lugar donde un sismo provoca pánico y chistes a la vez

Sismo en México durante marzo de este año. (ALFREDO ESTRELLA / AFP) (ALFREDO ESTRELLA/AFP via Getty Images)
Sismo en México durante marzo de este año. (ALFREDO ESTRELLA / AFP) (Photo by ALFREDO ESTRELLA/AFP via Getty Images)

Sismo. Le tenemos miedo a la mera lectura o pronunciación de la palabra. Experiencias y motivos nos sobran. Si durante muchos años muchos de nosotros crecimos con el relato de terror que significó el temblor del 85, desde hace casi cinco años nadie los tiene que contar. Ya vivimos ese miedo en vivo y en alta definición. Y también, en los tiempos recientes, podemos decir que los memes y chistes se han vuelto compañeros infaltables en cada estallido de alerta provocado por el choque de las placas que viven debajo de nuestros pies.

¿Habrá tema alguno en la faz de la tierra al que nosotros, mexicanísimos como somos, no le encontremos un toque de gracia? Porque queda claro que para tenerle miedo a algo primero hay que respetarlo, y vaya que respetamos a los sismos. Sin embargo, al mismo tiempo gozamos de una dualidad que nos permite reírnos del miedo que nos provocan. El ingenio tuitero suele hacer de casi todos los temblores una rutina de chascarrillos que, no lo podemos negar, nos sacan una risa que al menos sirve para apaciguar el ritmo cardiaco.

La alerta sísmica no sonó en esta ocasión porque el movimiento fue de 5.5 grados (con epicentro en Crucecita, Oaxaca), y de acuerdo con Claudia Sheinbaum esa cifra no amerita la activación de ese sonido que enciende nuestros cinco sentidos apenas emite su chillido. Porque hemos de convenir que su sonido es molesto, irritante y pone los pelos de punta a cualquiera, pero finalmente cumple con su misión. Apenas la oímos en la calle, o en la televisión interrumpiendo un programa, y brincamos a buscar el refugio más inmediato posible.

Y cómo olvidar al infaltable bolillo pal susto que, al menos en el imaginario colectivo, tantos ataques de diabetes repentina ha evitado. Si ya de por sí los chilangos cargamos con el estigma de que usamos el bolillo para cualquier combinación culinaria, ¿por qué no hacerlo nuestro remedio predilecto para rebajar la adrenalina de esos momentos de zozobra en los que, pensándolo seriamente, podríamos morir? Por eso, cuando un temblor se presenta en horario nocturno bromeamos diciendo que nos iremos a dormir con el bolillo pegado a la almohada.

Pero tampoco está demás citar de otros remedios para lidiar con la resaca tectónica. Poco se habla del centenario método de chupar un limón después del temblor para atacar el pánico. El remedio, aunque no tiene la popularidad del bolillo, no está puesto a discusión y mucho menos si son nuestras mamás y abuelitas quienes lo recomiendan.

Si hacemos un poco de cuentas, cada año nos toca vivir al menos dos o tres sismos que nos sacan de la normalidad cotidiana, y en tiempos de pandemia (que ahora parecen lejanos) salir a la calle, aunque fuera por unos minutos, entrañaba una contradicción de supervivencia que, a decir verdad, no se ha ido del todo: estar afuera para salvarse del sismo pero al mismo tiempo quedar expuesto a un contagio. En Twitter, llamó la atención que la alerta de la aplicación SkyAlert avisara que el temblor sería "violento", algo que al final no se cumplió, pero que puso nerviosos a miles de usuarios.

Pero si algo hemos aprendido durante todos estos años es que ninguna precaución está de más. Y que los chistes son buenos como efecto balsámico, como ese “curita” que nos ponemos después de un raspón anecdótico, pero cuando el sismo se convierte en terremoto, cuando la alerta no es decorativa, y cuando el suelo se sacude con ira incontrolable, entonces la supervivencia depende de muchos factores que, para mala suerte nuestra, escapan de nuestras manos la mayoría de las veces (hay que rogarle al destino no estar ni en sitio ni el momento equivocados).

Pero mientras eso no pase, y ojalá no suceda pronto, tenemos un buen repertorio cómico para ojear en las redes. Y podemos seguir riéndonos de nuestra tendencia a buscar certidumbre en los bolillos, el aliado infaltable en días como estos, cuando recordamos que somos un país capaz de reír y sentir pánico al mismo tiempo.

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