Los 5 miedos existenciales que más nos limitan en la vida

“El miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son” – Tito Livio [Foto: Getty]
“El miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son” – Tito Livio [Foto: Getty]

Ningún sentimiento despoja a la mente de su capacidad para actuar y razonar de manera más eficaz que el miedo”, escribió Edmund Burke. Y no andaba desacertado. El miedo puede provocar una angustia muy intensa que nos lleve a actuar de manera irracional y limite nuestra capacidad para reaccionar de manera adaptativa en la vida.

Sin embargo, el miedo no es una emoción “negativa”. Tiene una función protectora ya que nos alerta de peligros potenciales. El problema comienza cuando experimentamos miedo en situaciones que no son realmente peligrosas, cuando ese miedo se despoja de su carácter adaptativo y se convierte en una emoción estable que termina condicionando nuestras decisiones y afecta nuestro equilibrio psicológico. El problema empieza cuando el miedo nos impide vivir y ser.

Esos temores pueden transformarse en ira, desconfianza, inseguridad o parálisis, estados que nos impiden afrontar asertivamente los problemas o limitan nuestras capacidades para luchar por lo que nos hace felices. Dado que el miedo suele ser una emoción escurridiza, es difícil diferenciar entre los temores que nos ayudan a sobrevivir y aquellos infundados. Por eso no es raro que terminemos arrastrando una serie de miedos que limitan nuestra capacidad para sentir y vivir plenamente.

Los miedos que todos experimentaremos en algún momento de la vida

1. Miedo a la soledad: ¿Mejor mal acompañado que solo?

"Soledad no es estar solo, es estar vacío" - Séneca [Foto: Getty]
"Soledad no es estar solo, es estar vacío" - Séneca [Foto: Getty]

Somos seres sociales, por lo que el miedo a la soledad es uno de los temores más lacerantes que podemos experimentar. Erich Fromm pensaba que ser conscientes de nuestra soledad y “separatidad” nos genera automáticamente una sensación de invalidez que convierte una existencia separada en una especie de prisión insoportable.

La vivencia de la separatidad es la fuente de toda angustia. Estar separado significa estar aislado, sin posibilidad alguna para realizar las capacidades humanas. De ahí que estar separado signifique estar desvalido, ser incapaz de aferrar el mundo -las cosas y las personas- activamente; significa que el mundo puede invadirme sin que yo pueda reaccionar”, apuntó Fromm.

Para conjurar el miedo a la soledad muchas personas terminan estableciendo relaciones insatisfactorias y dependientes que se sustentan únicamente en el temor a quedarse solos, con lo cual se niegan la posibilidad de mantener relaciones más plenas y desarrolladoras. Para deshacernos de este miedo es imprescindible aprender a sentirnos a gusto con nosotros mismos, asumiéndolo como una oportunidad para redescubrirnos y realizarnos.

2. Miedo a la pérdida: Si temes perder lo que tienes, ya habrás perdido

El problema no es el miedo, sino la manera en que comprendemos y gestionamos esos miedos. [Foto: Getty]
El problema no es el miedo, sino la manera en que comprendemos y gestionamos esos miedos. [Foto: Getty]

Apenas conseguimos algo, nos atenaza el temor a perderlo. La aversión a la pérdida es uno de nuestros temores más viscerales y extendidos. Nos aterroriza perder oportunidades, relaciones, nuestro estatus social, el empleo, la seguridad alcanzada e incluso tememos perdernos a nosotros mismos.

Esos temores no son necesariamente negativos. Psicólogos de la Universidad de Bath descubrieron que pueden ayudarnos a asumir una actitud más prudente y evitar las decisiones precipitadas. Sin embargo, cuando esos miedos se vuelven omnipresentes y hacen que nos aferremos a las cosas o las personas, viviremos en un estado de ansiedad, dependencia e insatisfacción que nos conducirá por caminos autodestructivos.

Para deshacernos del miedo a la pérdida debemos comprender que cada ganancia siempre implica una renuncia. No existe una sin la otra ya que son dos caras de una misma moneda. La pérdida es parte intrínseca de la vida. Negarla o resistirnos no servirá de nada. Es mejor centrarnos en disfrutar lo que tenemos ahora, que angustiarnos por lo que podríamos perder.

3. Miedo al cambio: No puedes bajarte del mundo, así que aprende a moverte a tu ritmo

“Todo cambia nada es” – Heráclito [Foto: Getty]
“Todo cambia nada es” – Heráclito [Foto: Getty]

La vida es cambio. Pero esos cambios nos asustan. A veces el mundo cambia demasiado deprisa o sin previo aviso generándonos una sensación de inseguridad muy difícil de gestionar. Cuando comienza a crecer la semilla de lo incierto y lo desconocido, nos ponemos en alerta. De hecho, investigadores de la Universidad Estatal de Nueva York en Stony Brook comprobaron que nuestro cerebro registra la incertidumbre como un error que debemos corregir lo antes posible.

El miedo al cambio genera una reacción opuesta: hace que nos apeguemos a lo conocido, que nos aferremos con uñas y dientes a todo aquello que nos resulta familiar y que, de cierta forma, nos transmite una sensación de seguridad y tranquilidad. El problema es que no podemos “bajarnos del mundo”. Cerrar los ojos al cambio no hará que desaparezca, al contrario, solo contribuirá a agravar el problema porque nos sumirá en un bucle de comportamientos desadaptativos.

Para enfrentar el miedo al cambio, el primer paso consiste en comprender que las transformaciones son inevitables. El segundo paso consiste en despojarnos de la visión fatalista del cambio y comenzar a verlo como una oportunidad de crecimiento para descubrir nuevas facetas de nosotros mismos o del mundo. A veces no podremos frenar los cambios – ni los negativos ni los positivos – pero podemos decidir con qué actitud los asumiremos.

4. Miedo al fracaso: Si temes fracasar, es probable que termines fracasando

"Es imposible vivir sin fallar, a menos que vivamos con tanta cautela que no vivamos en absoluto. Y, en ese caso, hemos fallado por default" - J. K. Rowling [Foto: Getty]
"Es imposible vivir sin fallar, a menos que vivamos con tanta cautela que no vivamos en absoluto. Y, en ese caso, hemos fallado por default" - J. K. Rowling [Foto: Getty]

Cada fracaso le enseña al hombre algo que necesitaba aprender”, escribió Charles Dickens. Y sin embargo, en una sociedad obsesionada con el éxito, el miedo al fracaso puede convertirse en uno de los temores más paralizantes que experimentamos en ciertas etapas de nuestra vida.

Tras el miedo al fracaso se esconde una visión catastrofista alimentada por pensamientos negativos automáticos que nos vaticinan un futuro gris. En el fondo, tememos al fracaso porque no confiamos en nuestras capacidades. Nos asusta equivocarnos y convertirnos en diana de las críticas de los demás o incluso ser rechazados. De hecho, nuestro cerebro procesa el rechazo y el desprecio de la misma manera que el dolor físico, por lo que es comprensible que queramos evitarlos.

Sin embargo, el miedo al fracaso se convierte en una profecía que se autocumple, por lo que necesitamos cambiar nuestra mentalidad y dejar de buscar la aprobación de los demás o perseguir el ideal de éxito que intenta imponernos la sociedad. También es fundamental dejar de centrarnos únicamente en los resultados porque a menudo es más importante la persona en la que nos hemos convertido y los aprendizajes que hemos atesorado a lo largo del camino que la meta a la que hemos llegado.

5. Miedo a ser heridos: Los muros que te protegen son los mismos que te aíslan

“Ninguna soledad es más solitaria que la desconfianza”- Steven Stosny [Foto: Getty]
“Ninguna soledad es más solitaria que la desconfianza”- Steven Stosny [Foto: Getty]

El miedo a ser heridos, sobre todo cuando ya nos ha ocurrido en el pasado, es uno de los temores existenciales más intensos, angustiantes y desoladores que podemos experimentar. Cuando hemos confiado en una persona, su traición es un golpe muy duro del que nos cuesta reponernos porque socava nuestro sentido de la realidad y destruye nuestra confianza.

Ese miedo puede hacer que levantemos muros a nuestro alrededor, para protegernos de los demás, pero debemos recordar que los muros que nos protegen también nos mantienen aislados. Neurocientíficos de la Universidad de California descubrieron que de la decepción a la depresión hay solo un paso. Confiar en los demás alivia la ansiedad y la incertidumbre, generando conexión y seguridad.

Necesitamos aprender a lidiar con los abandonos, rechazos y traiciones porque estos forman parte de la vida. Son “ritos de paso” que pueden ayudarnos a desarrollar la fuerza que existe en nuestro interior. Debemos encontrar el justo equilibrio entre la soledad que nos permite crecer y las relaciones que nos aportan valor. Y para eso necesitamos coraje. No es el tipo de coraje que no conoce el miedo, sino el coraje que enfrenta los temores y los supera.

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