¿Sabías que mientras duermes tu cerebro hace “terapia emocional”?

Si tienes que tomar una decisión importante, no te precipites, consúltalo con tu almohada. [Foto: Getty]
Si tienes que tomar una decisión importante, no te precipites, consúltalo con tu almohada. [Foto: Getty]

¿Tienes que tomar una decisión importante y no sabes qué hacer?

Consúltalo con la almohada.

Este consejo que ha pasado de una generación a otra sienta su origen en la idea de que durante el sueño se puede producir algún tipo de revelación que nos señale la decisión correcta. Para muchas culturas antiguas el sueño era un estado mental especial, una especie de puerta a otras dimensiones que nos permitirían ver más allá y, con un poco de suerte, ayudarnos a elegir el mejor camino.

Aunque el sueño se ha despojado de ese halo místico, hoy la ciencia confirma el consejo de la sabiduría popular: antes de tomar una gran decisión, es mejor consultarlo con la almohada porque el sueño actúa como una especie de “terapia emocional”.

Dime lo que te preocupa y emociona y te diré lo que sueñas

Las preocupaciones y las experiencias emocionales tienen prioridad en nuestros sueños. [Foto: Getty]
Las preocupaciones y las experiencias emocionales tienen prioridad en nuestros sueños. [Foto: Getty]

Pasamos aproximadamente la tercera parte de nuestra vida durmiendo y al menos una tercera parte de ese tiempo soñando, como apuntó un estudio de la Universidad Nacional de Colombia. Sin embargo, todavía no sabemos exactamente qué ocurre mientras dormimos o por qué pasamos un sexto de nuestra vida en el mundo de los sueños.

Una teoría psicológica indica que los sueños son esenciales para atenuar el impacto emocional de las experiencias diurnas. En 1900, Freud anticipaba esta idea al afirmar que el sueño está conectado a las experiencias que vivimos durante el día. Catalogó este tipo de sueños como “residuos diurnos”. La ciencia ha confirmado que, en efecto, nuestras experiencias y recuerdos son un componente esencial de los sueños, aunque no se reproduzcan fielmente.

Sin embargo, todas las experiencias y recuerdos no tienen el mismo impacto y peso en los sueños. Un estudio realizado en la Universidad del Este de Londres reveló que las experiencias con un elevado contenido emocional suelen tener prioridad sobre los sucesos neutros. Y otro estudio llevado a cabo en el Rush University Medical Center indicó que las preocupaciones cotidianas también se cuelan con frecuencia en nuestros sueños.

En 1998 un pequeño estudio realizado con 60 personas, publicado en la revista Psychiatry Research, fue un paso más allá al sugerir que “el sueño puede moderar activamente el estado de ánimo durante la noche”. Estos investigadores pensaban que dormir nos ayuda a equilibrar nuestro estado de ánimo y que soñar con lo que nos preocupa o emociona nos permitiría lidiar mejor con esos sucesos.

El sueño como “terapia emocional”

El sueño es uno de nuestros recursos mas valiosos de autosanación emocional. [Foto: Getty]
El sueño es uno de nuestros recursos mas valiosos de autosanación emocional. [Foto: Getty]

Cuando una situación nos desborda emocionalmente es difícil pensar con claridad. En esos casos es probable que se produzca un secuestro emocional, las zonas límbicas del cerebro tomarán el mando y harán que actuemos de manera impulsiva, guiándonos por las circunstancias actuales sin pensar en las consecuencias a largo plazo. Como resultado, es más probable que tomemos malas decisiones.

Los sueños podrían devolvernos el control restando parte del impacto emocional a las situaciones que nos preocupan, según investigadores de la Universidad de California. Su teoría indica que el sueño es una especie de “mecanismo de limpieza” de nuestro cerebro gracias al cual borramos los detalles intrascendentes y fijamos en nuestra memoria las vivencias realmente significativas.

Lo interesante es que la fase REM, que es cuando soñamos, proporciona un escenario óptimo para que se produzca una especie de "reseteo emocional", sobre todo en las estructuras límbicas, que son aquellas relacionadas con el procesamiento afectivo. Durante esta etapa del sueño revivimos las experiencias y recuerdos, pero nuestro cerebro mantiene inactivas las neuronas histaminérgicas, aquellas relacionadas con el estrés y la ansiedad.

Eso significa que podemos revivir los hechos de manera más neutral y equilibrada, sin experimentar la excitación autonómica original; o sea, eliminando los signos físicos que generan las emociones, lo cual contribuye a despojar las vivencias de su impacto afectivo. Así logramos procesar esas experiencias e integrarlas en nuestra historia vital.

Ahora neurocientíficos de la Universidad de Swansea han confirmado esa hipótesis. Sus resultados “respaldan la idea de que el sueño puede ser el reflejo de los procesos de consolidación de la memoria”, sobre todo de la memoria emocional.

Descubrieron que las experiencias emocionales recientes se acompañan con un aumento de las ondas theta frontales, las cuales no se aprecian cuando soñamos con recuerdos más antiguos, lo cual “sugiere una transformación de los recuerdos a través de la noche”.

Dormir protege nuestro equilibrio psicológico

Las experiencias difíciles que no se procesan se enquistan y provocan problemas emocionales. [Foto: Getty]
Las experiencias difíciles que no se procesan se enquistan y provocan problemas emocionales. [Foto: Getty]

Si no logramos reducir la “carga afectiva” que acarrean ciertas experiencias, estas se mantendrán activas en nuestro cerebro, de manera que cada vez que pensemos en ellas generarán las mismas reacciones emocionales, haciendo que volvamos a sentirnos mal. Y eso puede conducirnos a sufrir estrés postraumático y ansiedad crónica.

El procesamiento emocional que se produce durante el sueño nos ayudaría a reencontrar el equilibrio, convirtiendo esas experiencias desagradables en vivencias narrativas que podemos incorporar en nuestra historia vital sin que nos causen tanto daño. Se trata de que una experiencia deje de provocar un sufrimiento lacerante dejando en su lugar sentimientos como la nostalgia, que suelen ser más fáciles de gestionar.

Ese procesamiento emocional también nos ayuda a asumir la imprescindible distancia psicológica que nos permitirá ver las cosas bajo una nueva perspectiva, probablemente más amplia, racional y desapegada. Y eso nos ayudará a decidir mejor. Por tanto, si algo te preocupa mucho y tienes que tomar una decisión importante, será mejor que hagas caso a un viejo consejo: consúltalo con tu almohada.

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