El multitudinario homenaje de Isabel II y la Familia Real británica al duque de Edimburgo que la pandemia ha retrasado un año
La Abadía de Westminster, en el centro de Londres, es el imponente escenario que ha acogido el servicio de acción de gracias por la vida del príncipe Felipe, duque de Edimburgo, marido de Isabel II durante más de 73 años. La Reina y la Familia Real británica han querido honrarle cuando está a punto de cumplirse el primer aniversario de su fallecimiento, que tuvo lugar el 9 de abril de 2021 a la edad de 99 años. Entonces, se celebró una emotiva ceremonia religiosa, de acuerdo a sus deseos, que estuvo marcada por las restricciones sanitarias que provocaron que tan solo 30 personas estuvieran presentes en la capilla de San Jorge del Castillo de Windsor. La multitudinaria y gran despedida quedó pendiente para cuando la pandemia diera un respiro y se pudiera celebrar un solemne homenaje con representantes de las casas reales, miembros del Gobierno, de las Fuerzas Armadas y de las organizaciones con las que el duque de Edimburgo colaboró a lo largo de toda su vida. En este memorial se ha agradecido la dedicación del Duque a la familia, a la nación y a la Commonwealth y ha servido para reconocer la importancia de su legado en la creación de oportunidades para los jóvenes, la promoción de la protección y conservación del medio ambiente y el apoyo al Ejército.
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Un homenaje donde la música ha tenido un gran protagonismo
A las 12:30 horas, bajo un cielo nublado y ante algunos curiosos que se agolpaban en los aledaños de la Abadía, ha comenzado el tributo a Felipe de Edimburgo, con un servicio religioso que ha sido conducido por el decano de Westminster, David Hoyle. El interior del templo, en el que se han reunido casi 2.000 personas, ha sido engalanado para la ocasión con flores en color rojo, blanco y azul, los mismos de la bandera del Reino Unido. Los arreglos más grandes estaban compuestos por rosas, claveles y gerberas, eustomas y crisantemos blancos. Las composiciones más pequeñas han constado de fresias rojas, alstroemerias, rosas, iris, eyngium marítimo, en referencia a la carrera del duque en la Marina y su amor por el mar, y orquídeas. Estas últimas flores las llevó Isabel II en su ramo de novia el 20 de noviembre de 1947. A lo largo de toda su vida, el príncipe Felipe se involucró en multitud de causas a través de su colaboración en más de de 700 organizaciones benéficas.
La música ha tenido un gran protagonismo en este servicio de acción de gracias, que ha sido muy emotivo, incluso antes de que diera comienzo la ceremonia, la banda de los Royal Marines de Portsmouth, dirigida por el teniente coronel Jason Burcham, director principal de música, ha tocado varias piezas como el Preludio de la película Paralelo 49 compuesto por el británico Ralph Vaughan Williams y la Procesión de Elsa a la Catedral de Lohengrin, de Richard Wagner. El duque de Edimburgo tuvo una destacada carrera en la Marina Real y por eso esta rama del ejército inglés ha estado muy presente en todo el acto. Ingresó como cadete en este cuerpo en 1939, después fue guardiamarina y ascendió al rango de teniente en 1942 con 21 años. Su brillante carrera naval llegó a su fin el 6 de febrero de 1952 cuando su esposa, la entonces princesa Isabel, se convirtió en la nueva monarca. Lo dejó todo para apoyarla en sus tareas de Estado. A pesar de ello, el mar y la vida militar le acompañaron casi hasta el final de sus días y visitaba con frecuencia los regimientos de la Marina Real.
Todas las piezas musicales del servicio religioso han corrido a cargo de los coros de la Abadía de Westminster y de la Capilla Real de Su Majestad, del Palacio de St. James, dirigidos por James O'Donnell, organista y maestro de coro. Las piezas del órgano ha sido interpretadas por el suborganista Peter Holder. Los trompetistas estatales de la Household Cavalry, dirigidos por el comandante Julian Sandford, y el equipo de fanfarria de la banda central de la Royal Air Force dirigidos por el sargento Timothy Hynd, han anunciado la llegada de la Reina con bastón, del brazo del príncipe Andrés. Una vez en su sitio se ha sentado al lado de su primogénito, el príncipe Carlos, heredero al trono, en una silla personalizada con cojines para que pudiera estar más cómoda. La soberana no ha ido de negro, en señal de luto, sino de verde oscuro como otras muchas invitadas, incluida la reina Letizia, como un sutil guiño al difunto ya que este color se asocia al uniforme oficial del príncipe Felipe.
La ceremonia ha tenido momentos muy emotivos. Tanto es así que la propia monarca se ha emocionado y no ha podido evitar las lágrimas al recordar al hombre de su vida. También al príncipe Carlos se le ha visto conmovido, con los ojos llorosos. Aunque la que más afectada se ha mostrado ha sido la princesa Beatriz de York que, abrumada por el instante y el recuerdo a su abuelo, derramó algunas lágrimas que secó con un pañuelo. Tal fue la fuerza de sus sentimientos que para evitar ser vista llorando decidió taparse la cara con el programa de la ceremonia durante unos instantes.
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'Un hombre de grandes habilidades y distinciones'
Una vez que los miembros de las casas reales ya se encontraba en sus asientos, el decano Hoyle ha comenzado el oficio con las siguientes palabras: "En la Abadía de Westminster, donde hizo la promesa que definió toda una vida de deber y un servicio enérgico, damos las gracias por su alteza real el príncipe Felipe, duque de Edimburgo. Un hombre de grandes habilidades y distinciones, justamente honrado y celebrado. Entendió su rango como un acicate para el servicio. Trabajó con muchos asuntos que reclamaron su atención y nos animó a enfocarnos, como él estaba enfocado, en las cosas que importan. Tuvo una disciplina y un carácter que le permitieron aprovechar las oportunidades y superar las dificultades. Recordamos con afecto y respeto una larga vida de plenitud. Reconociendo nuestra pérdida, nos volvemos al Dios que es nuestra ayuda porque Él renovará nuestra esperanza. En recuerdo agradecido del Príncipe Felipe, nos comprometemos a vivir como él vivió, en la fe, al servicio de Su Majestad, y con una mayor reverencia por nuestro mundo y nuestros vecinos".
En esta sentida jornada se han tenido en cuenta algunos de los deseos que el propio Duque quiso que se llevaran a cabo en su funeral en Windsor pero que no pudieron hacerse por las restricciones de la covid vigentes en ese momento. Palacio también ha informado que la Reina ha participado activamente en la organización y muchos de los elementos reflejan sus deseos. Así, el Premio Duque de Edimburgo ha tenido un gran protagonismo con las palabras que ha dirigido a los presentes Doyin Sonibare, una de sus galardonadas. En su discurso ha dicho que "al principio no estaba completamente convencida con la idea" de presentarse al certamen, sin embargo, ha querido poner en valor que gracias a conseguir este reconocimiento logró su primer empleo. "Todas los datos de mi CV y la respuestas de mi entrevista de trabajo estaban relacionadas con el trabajo que había hecho anteriormente con el premio. Reflexionando, nunca pensé que podría hacer la mitad de las cosas que he hecho en la última década, pero he podido hacerlo gracias a las oportunidades que se me presentaron", ha asegurado. Este premio fue creado por el marido de Isabel II en 1956 y está enfocado para jóvenes de entre 14 y 24 años de más de 140 países. Les anima a diseñar su propio programa de actividades, establecer sus propias metas y enfrentarse a sí mismos para lograr sus objetivos.
Lecturas de Isaís y de los Filipenses
Acto seguido, ha sido Lord Wallace de Tankerness, moderador de la Asamblea General de la Iglesia de Escocia, al que le ha correspondido leer la primera de las lecturas que ha sido Isaías 40:25-31. El segundo pasaje ha sido Filipenses 4:4-9 y ha corrido a cargo de la obispa anglicana Dama Sarah Mullally, decana de la capilla real de la Reina. El obispo David Conner, decano de Windsor desde 1998, ha sido el responsable de la homilía en la que ha exaltado "el coraje, integridad, firmeza y sentido de propósito" del duque de Edimburgo y ha destacado "su vida de compromiso para hacer de este mundo un lugar mejor" y "su enorme capacidad de trabajo (...) Era una de esas personas que permanecieron fieles y guiados por lo que podría llamarse una brújula espiritual interna". Conner fue el encargado de los servicios religiosos que se hicieron en la capilla de San Jorge del Castillo de Windsor con motivo del 80º y 90º cumpleaños del Duque y fue quien ofició su funeral. Posteriormente, los coros de la Abadía de Westminster y de la capilla real de Su Majestad del Palacio de St James -dirigidos por James O'Donnell, con Peter Holder, al órgano- han interpretado el Te Deum en Do de Benjamin Britten, una pieza que el duque de Edimburgo selecció expresamente para sus exequias.
Por expreso deseo del príncipe Felipe, los reverendos de Windsor, Martin Poll; de Sandringham, Jonathan Riviere, y el de Balmoral, Kenneth MacKenzie, han realizando unas oraciones y unas peticiones "por su servicio como consorte" "por su trabajo con los jóvenes", y por "su labor de conservación y buena administración del medio ambiente". Antes de la finalización del acto, todos los asistentes han cantando la canción Guíame, oh gran Redentor, una pieza que el Duque quería que se hubiera interpretado en su funeral. Como colofón a este homenaje al marido de Isabel II, el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, ha dirigido una bendición y después todos los asistentes puestos en pie han entonado el himno nacional, God Save The Queen. Finalmente, tras 45 minutos de misa, la Reina, ayudada de nuevo por el príncipe Andrés, se ha parado unos instantes para hablar con Doyin Sonibare, a la que ha agradecido sus palabras, mientras el resto de invitados han ido saliendo, mientras las campanas de la Abadía repicaban. Ha sido entonces cuando ha habido una pequeña confusión con el protocolo ya que en el momento que querían salir Alberto de Mónaco, los reyes Felipe y Letizia y Guillermo y Máxima de los Países Bajos aún no habían abandonado el templo algunos de los miembros de los Windsor como Zara Tindall y Peter Phillips, nietos de la soberna. Según la prensa inglesa, tras este acto se han previsto recepciones privadas en el Palacio de Buckingham y el Castillo de Windsor para los miembros de las familias reales.
A diferencia del funeral del pasado abril, que se celebró en el Castillo de Windsor, en esta ocasión, se ha optado por la imponente Abadía de Westminster, un lugar con mucho significado para la monarca británica, pues fue allí donde se casó con el príncipe Felipe. Unos años más tarde del enlace, en 1953 y en el mismo lugar, él se arrodilló ante ella - fue el primero que lo hizo - durante la coronación de la Reina y se comprometió a ser su más fiel vasallo durante toda su vida.
Un gran cumbre 'royal'
Además de representantes de los 500 patrocinios y organizaciones benéficas con las que Felipe de Edimburgo colaboró como presidente o patrón, este memorial ha reunido a casi toda la Familia Real. La Reina han estado acompañada por el príncipe de Gales, con la duquesa de Cornualles; los duques de Cambridge, con dos de sus tres hijos, los príncipes George y Charlotte; la princesa Ana; con su marido, el vicealmirante Tim Laurence; los condes de Wesssex; el príncipe Andrés, con sus hijas, las princesas Eugenia y Beatriz y sus yernos, entre otros familiares. También la realeza europea se ha volcado con la soberana británica, en el que se ha convertido en el mayor encuentro de royals europeos desde hace dos años, cuando coincidieron en la entornización de Naruhito como emperador de Japón .Entre los miembros de las familias reales, además de los Reyes de España, han querido acompañar a la soberana británica y a los Windsor Felipe y Matilde de Bélgica; Margarita de Dinamarca, la gran duquesa María Teresa de Luxemburgo; Alberto de Mónaco; Guillermo y Máxima de Países Bajos, acompañados por la princesa Beatriz; Carlos Gustavo y Silvia de Suecia; Salman bin Hamad bin Isa Al Jalifa, príncipe heredero de Bahréin; el príncipe El Hassan Bin Talal de Jordania con su esposa, la princesa Sarvath El Hassan; Ana María de Grecia, con los príncipes Pablo y Marie Chantal y los príncipes Philippos y Nina; Maragarita de Rumanía con su marido, el príncipe Radu; los príncipes Alejandro y Catalina de Serbia y Kyril de Bulgaria. También ha estado el primer ministro, Boris Johnson.
Este servicio de acción de gracias se ha producido cuando está a punto de cumplirse el primer aniversario del fallecimiento del duque de Edimburgo. Entonces el funeral fue muy emotivo y siguió las directrices que dejó escritas en vida el propio Duque y que la pandemia permitió llevar a cabo. El féretro fue colocado en el catafalco mientras el coro interpretaba Schmücke dich, o liebe Seele, de Johann Sebastian Bach; Adagio espressivo, de Sir William Harris; Salix, de Percy Whitlock; Berceuse, de Louis Vierne y Rhosymedre, de Ralph Vaughan Williams. El deán de Windsor, junto con el arzobispo de Canterbury fueron los encargados del oficio que contó tan solo con 30 invitados por las medidas sanitarias impuestas por la crisis sanitaria. En el altar se encontraban los elementos honoríficos, medallas, condecoraciones e insignias que el padre del príncipe de Gales escogió por él mismo. Esa ceremonia dejó una imagen insólita: la de la soledad de Isabel II al despedir al hombre de su vida.
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