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Mykola, el guardián de la memoria de los supervivientes del horror en Bucha

Bucha (Ucrania), 23 may (EFE).- Mykola se ha convertido en el guardia de seguridad de una empresa, pero también en el guardián de la memoria del horror en el que sobrevivieron un centenar de ucranianos en un refugio en Bucha durante la ocupación rusa.

Mientras recorre el refugio subterráneo donde se escondieron, en un edificio de la empresa agrícola Ahrodudpostach en esta localidad cercana a Kiev, relata a Efe historias que ha recogido de los supervivientes.

Mykola Anatoliyovych, de 27 años, trabajaba en la República Checa, volvió a Ucrania para unos trámites de su visado, le pilló la guerra y no pudo volver, por lo que se buscó este trabajo de guardia a la puerta de las naves de esta compañía.

RECOPILANTO HISTORIAS

Hace poco llegó un hombre que estuvo en el refugio, para ver si recuperaba su coche que dejó aparcado cerca de este sótano.

El hombre le relató que era la "segunda ocupación" que sufría, tras haber huido del Donbás, en el este de Ucrania, una zona en la que ahora se concentran muchos de los ataques rusos.

Como a otros, Mykola le pidió que le contará su historia, para saber de primera mano lo que pasó en el búnker, para tener otra más entre las que ha ido recopilando.

A comienzos del pasado marzo, después de que Rusia comenzara la invasión de Ucrania el 24 de febrero, unas cien personas, todos civiles, acudieron a este refugio que la empresa había construido hace tiempo.

"A prueba de ataques nucleares", dice, al recordar que los soldados rusos llegaron de noche y se instalaron en una de plantas.

"Seguramente no sabían que la gente estaba abajo", comenta mientras muestra el refugio, donde al entrar te recibe un golpe de frío, pues es como entrar de repente de una gran cámara frigorífica.

NO SABÍAN DE OTRA SALIDA

El joven explica que quienes estuvieron allí le contaron no habían cerrado las puertas hasta que supieron que los rusos estaban llegando a Bucha.

Los soldados "ocupantes", como se refiere constantemente a ellos, lograron forzar la primera puerta, una mole de hierro que debía blindar el acceso al refugio.

Pero no pudieron con la segunda, por lo que amenazaron con lanzar una granada. Quienes estaban dentro debatieron una media hora qué hacer y decidieron abrir, relata.

"No sabían que desde dentro había otra salida, creían que estaba bloqueada", explica mientras señala el estrecho acceso a una especie de conducto de ventilación.

Por ahí hubieran podido escapar, pero al quedarse tuvieron que escuchar como un militar ruso les decía que no temieran, que habían venido "a liberarlos de los nazis", señala.

Les sonó a una mala "broma, estaban en shock, no hay nazis aquí, pensaban", rememora Mykola.

Los "ocupantes" dejaron salir a las mujeres, pero algunas decidieron quedarse con sus maridos, solo cuando unos días después en Bucha se abrió un corredor humanitario para evacuar civiles, apunta.

Aunque sobre todo a los jóvenes, antes de dejarlos ir les desnudaban en busca de un tatuaje o cualquier indicio de si eran miembros de las fuerzas ucranianas.

¿PARA QUÉ QUERÉIS LA OTAN?

Luego llegaron las fuerzas ucranianas para liberar la población y entonces los rusos fueron los que bajaron al refugio para obligar a los civiles a subir a plantas de arriba que habían ocupado no sin "romper muchas cosas, puertas, ventanas", comenta.

"¿Para qué queréis la OTAN?", habían pintado en una de las paredes. Ahora el lugar está algo más ordenado, pese al destrozo, con rastros de sangre ya borrados.

"Seguramente usaron una habitación como una especie de hospital para sus heridos", afirma.

El joven lo cuenta todo tranquilo, pero su voz se quiebra cuando habla de lo que pasó en el exterior del edificio.

Un grupo de ocho hombres fueron llevados por los rusos, les pusieron de rodillas y les dispararon. Solo uno sobrevivió, aunque le habían dado por muerto, cuenta el guardia.

Unas flores marcan el lugar de uno más de los que se investigan como crímenes de guerra en Bucha, cuyas imágenes de cuerpos de civiles ucranianos en las calles, muchos maniatados, dieron la vuelta al mundo cuando los rusos fueron expulsados, dejando un rastro de destrucción que tardará en borrarse.

Además de que le mostraron vídeos "terribles" de militares rusos "rompiendo piernas, brazos, los dedos, o haciendo daño en los ojos a la gente".

Ahora en el refugio queda la memoria de cómo aguantaron, entre restos de colchones, sillas, velas o raciones de comida de los militares "ocupantes".

Aún queda un cartel en un baño de que solo lo pueden usar niños y solamente para orinar, indica el guardia.

A continuación muestra cómo accionaban a manivela un sistema para ventilar la estancia en la que se agolpaba la gente, sin electricidad para encender los motores.

Al lado está la pequeña puerta de hierro en medio de una pared por la que podían haber huido de haber sabido que sí estaba abierta.

Luis Ángel Reglero, enviado especial

(c) Agencia EFE