Netflix: Amor de calendario tiene química, pero atrasa veinte años

Amor de calendario (Holidate, EE.UU. / 2020) / Dirección: John Whitesell / Guion: Tiffany Paulsen / Fotografía: Shane Hurlbut / Elenco: Emma Roberts, Luke Bracey, Kristin Chenoweth, Frances Fisher / Duración: 103 minutos / Disponible en: Netflix / Nuestra opinión: regular.

El renacimiento de la comedia romántica que asomó en los últimos años tiene distintas tendencias. La que llena de esperanza a los amantes del género es aquella en la que guionistas y directores encuentran una forma genuina de renovar la comedia romántica, adaptándola a la actualidad y respetando sus principios fundamentales. Otra, se atiene a repetir fórmulas clásicas, con mayor o menor éxito, en una producción incesante para alimentar el barril sin fondo de las plataformas de streaming. Amor de calendario se queda a mitad de camino entre estas dos posibilidades.

Los intentos de irreverencia repartidos sobre una base de ideología conservadora convierten al film dirigido por John Whitesell en un experimento fallido. Se puede adivinar que Damas en guerra es una de las inspiraciones para incluir gags de humor escatológico en el contexto de una película que apunta a un público femenino. Algo que era novedad hace casi diez años cuando se estrenó el film de Judd Apatow, cuyo éxito reside en que el humor realmente funciona, lo cual no sucede en Amor de calendario.

No ayuda que la película no se puede desprender de esas ideas anticuadas que esconde detrás de chistes que aspiran a aportar rebeldía. La película se centra en una mujer y un hombre jóvenes que deciden ir juntos a todas las fiestas del año (Navidad, Halloween, ¿Cinco de Mayo?) para no tener que ir solos, sin tener ningún tipo de compromiso, ni siquiera relaciones sexuales. Sloane (Emma Roberts) está harta de que su madre y su hermana insistan en que una mujer soltera de 30 no puede ser feliz, aunque ella dice que lo es (spoiler: no lo es). Jackson (Luke Bracey) quiere evitar que las mujeres con las que sale crean que está dispuesto a comprometerse solo porque fue con ellas a un festejo navideño en la casa de sus padres (spoiler: estará dispuesto cuando conozca a la chica correcta). Si todo esto suena a una película de hace veinte años, solo falta agregar que escenas fundamentales de la trama suceden en un centro comercial.

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Todo lo que cualquier espectador de comedias románticas adivina que va a suceder aquí, sucede. Ser un poco predecible es uno de los atractivos del género, sobre todo en lo que respecta al final, pero el camino no ofrece demasiada emoción o diversión. La supuesta irreverencia se limita a chistes fáciles sobre diarrea, momentos de poca memoria por culpa del alcohol y una escena en la que fuman marihuana, musicalizada con reggae genérico. Cuando llega el momento de la verdad, la película se convierte en "una de Hallmark": nadie puede quedar soltero y el personaje que parecía ser libre con su sexualidad termina confesando que siente que perdió su oportunidad en el amor.

Ni la excelente química entre los protagonistas, cuyas escenas juntos funcionan muy bien, quita el sabor amargo de una película que no se apega a lo clásico pero quiere actualizar el género desde lo más básico y superficial. No hay reflexión sobre cómo la comedia romántica puede (y debe) seguir siendo paladina del amor y el crecimiento personal, pero con un concepto más amplio de lo que esto significa.