Netflix: Desplazados, una potente miniserie sobre los refugiados

Desplazados (Stateless, Australia/2020). Creadores: Cate Blanchett y Tony Ayres. Elenco: Yvonne Strahovski, Jai Courtney, Asher Keddie, Fayssal Bazzi, Cate Blanchett y Dominic West. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: buena.

Desplazados es una ficción, basada en hechos reales, acerca de los centros de detención a los que son enviados, en teoría temporariamente, los refugiados y aspirantes a asilo en Australia. Esta miniserie de seis episodios surgió de una idea de Cate Blanchett, quien desde 2016 es embajadora de buena voluntad de la Agencia para los Refugiados de la Naciones Unidas. La actriz también oficia de productora y se reservó un papel menor para asegurar una mayor difusión y visibilidad de su producto.

Además del nombre de Blanchett, la serie recurre a una segunda estrategia, un poco más problemática, para capturar la atención del público sobre un problema que la mayoría considerará ajeno: centra su relato en el caso excepcional de una mujer australiana que, tras sufrir un colapso nervioso, permaneció diez meses en un centro de detención en medio del desierto haciéndose pasar por una extranjera sin papeles.

El problema no es que la serie asuma que para lograr que la audiencia occidental se interese por la tragedia de refugiados provenientes de Oriente Medio y el norte de África debe focalizar la historia en una mujer blanca, es decir, "uno de nosotros" -esto es una realidad incuestionable-, sino que este personaje blanco tiene una densidad que los otros personajes no tienen. De hecho, es el único que está inspirado en una vida real (la de la azafata Cornelia Rau, cuyo caso fue expuesto por la prensa australiana en 2005), mientras que los personajes de color son un compuesto genérico de múltiples historias y la de nadie en particular. A pesar de todas sus buenas intenciones, la serie cae en esta vieja parcialidad: el blanco tiene identidad, es un individuo, mientras que el no blanco es un "arquetipo" que asume la representación de su grupo.

Esto no es algo que solo se perciba conociendo estos detalles ajenos a la ficción, sino que es evidente en el relato. Sofie (el nombre que aquí recibe Rau, interpretada por Yvonne Strahovski, de The Handmaid's Tale), la protagonista de una de las dos líneas narrativas principales, tiene una extensa biografía que explica las facetas de su personalidad: se nos muestra su trabajo en una línea aérea, su mala relación con una familia manipuladora, su vocación por el baile, el abuso sufrido a manos del líder de una secta, un intento de suicidio, el robo de un pasaporte con el que espera huir de su familia bajo una identidad falsa y su caída en el centro de detención, donde finge ser alemana para que la deporten a Europa.

Por otro lado, Ameer (Fayssal Bazzi), el otro protagonista, no tiene pasado: solo sabemos que él y su familia huyeron de los talibanes en Afganistán y que fueron estafados por los traficantes de personas que habían prometido ingresarlos a Australia ¿Cómo era su vida? ¿Qué hizo que abandonara su país? ¿Qué debió dejar atrás? Todo esto no parece relevante porque Ameer ocupa el lugar genérico de "víctima" y solo importa la información que apuntala este rol. Se asume que el hecho de que sea un refugiado y una persona de color ya nos dice todo lo que necesitamos saber.

Otro problema análogo es que mientras que casi todos los blancos son moralmente ambiguos, no hay un refugiado que no sea irreprochable, algo que también les resta espesor. Nada de esto altera otros valores de las serie como su buen ritmo narrativo, su competente realización o las buenas actuaciones, pero es un traspié notable en un relato cuyo tema es, justamente, la deshumanización a la que están sometidos los refugiados.

El elenco protagónico se completa con Cam (Jai Courtney), el único guardia que se permite un grado de empatía con los detenidos y Clare (Asher Keddie), la nueva funcionaria que debe lidiar con las crisis permanentes de un sistema roto. Indudablemente, este es un proyecto con un mensaje importante pero su evidente necesidad de transmitirlo del modo más masivo e inequívoco posible conspira contra su propia potencia narrativa.