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Netflix: en Pienso en el final, Charlie Kaufman juega a reescribir la gramática del cine

Pienso en el final (I'm Thinking of Ending Things, Estados Unidos/2020) Guion y dirección: Charlie Kaufman Fotografía: Lukasz Zal Edición: Robert Frazen Música: Jay Wadley Elenco: Jessie Buckley, Jesse Plemons, Toni Collette y David Thewlis Duración: 134 minutos. Disponible en: Netflix Nuestra opinión: muy buena

Con sus trabajos para Spike Jonze (¿Quieres ser John Malkovich?, El ladrón de orquídeas), Michel Gondry (Human Nature, Eterno resplandor de una mente sin recuerdos) y George Clooney (Confesiones de una mente peligrosa), Charlie Kaufman se convirtió en uno de los guionistas más reverenciados entre fines de la década del 90 y comienzos del nuevo milenio. Tras ganar el premio Oscar por Eterno resplandor..., dejó de escribir para otros cineastas y se concentró en su propia carrera como director. Así llegaron Synecdoche, New York: Todas las vidas, mi vida (2008), ese curioso film de animación que fue Anomalisa (2015) y ahora esta tercera película producida y estrenada por Netflix para la que Kaufman se inspiró en la novela homónima del canadiense Iain Reid.

Quien por tratarse de la transposición de un material ajeno especule con "un Kaufman" más contenido o austero, deberá seguir esperando. Pienso en el final continúa (y en muchos casos profundiza y amplifica) la veta experimental, la audacia narrativa y visual, el tono melancólico y el cuestionamiento existencialista de un cine siempre imprevisible e inclasificable. La protagonista, antiheroína y dueña de la voz en off que narra el film (y de a ratos nos atormenta con sus desgarradores pensamientos) es Lucy (¿o Louisa?, interpreta), una escritora (¿o pintora?, ¿o estudiante de física cuántica?) que está de novia desde hace apenas un par de meses con Jake (Jesse Plemons). Lo de las preguntas entre paréntesis no tiene que ver con imprecisiones en esta crítica sino con que todo en la película es tan contradictorio como inasible y, así, los personajes pueden cambiar de nombre, de oficio y hasta de look. Kaufman juega a reescribir (y romper con) la gramática del cine y, por lo tanto, en un plano alguien puede estar lleno de energía y en el siguiente, convertirse en un anciano en plena degradación física y mental.

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En esta tragicomedia que en distintos momentos "dialoga" con el cine de los hermanos Coen, con el de Woody Allen o con el de David Lynch hay lugar también para el melodrama, el musical, el humor negro y el artificio teatral. Lucy (¿o Louisa?) es quien piensa en el final del título, mientras su pareja la lleva en auto hasta una lejana y aislada granja bajo una apocalíptica tormenta de nieve para que ella conozca a sus suegros (dos patéticos seres interpretados a puro delirio por Toni Collette y David Thewlis). Kaufman no se ahorra citas cinéfilas (homenajes y parodias al cine de Robert Zemeckis o a Una mujer bajo la influencia, de John Cassavetes con Gena Rowlands) y literarias (Oscar Wilde, David Foster Wallace), pero lo que en principio podría sonar a una caótica y caprichosa acumulación de elementos durante 134 minutos termina dando por resultado la creación de un universo surreal donde todo es posible (como esa heladería en medio de la nada atendida en pleno invierno por una mujeres que parecen artificiales).

Es de celebrar que una película de estas dimensiones, ambiciones y exigencias llegue a una plataforma como la de Netflix (cuya oferta es más bien limitada en términos de cine de autor) y, al mismo tiempo, es de lamentar que un film de la subyugante belleza visual de Pienso en el final (la fotografía es del polaco Lukasz Zal, el mismo de Ida y Cold War, ambas de Pawel Pawlikowski) no pueda ser disfrutado en pantalla grande. Un viaje íntimo y externo por momentos claustrofóbico y siempre pesadillesco que la irlandesa Jessie Buckley (anoten este nombre, es una de las protagonistas de Chernobyl) convierte en una clase maestra de actuación, un impiadoso retrato sobre las ansiedades, angustias, deseos, expectativas frustradas e idealizaciones de estos tiempos. Todo eso y mucho más es lo que ofrece este desconcertante, perturbador y maravilloso trabajo de ese artista tan ambicioso como talentoso llamado Charlie Kaufman.