Netflix: Upgrade marca el regreso al cine analógico de los 80 en clave de nostalgia

Netflix: Upgrade marca el regreso al cine analógico de los 80 en clave de nostalgia
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Upgrade: máquina asesina (Upgrade, EEUU, 2018). Guion y dirección: Leigh Whannell. Fotografía: Stefan Duscio. Montaje: Andy Canny. Elenco: Logan Marshall-Green, Melanie Vallejo, Eron Keen, Benedict Hardie. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: buena.

En el comienzo de este film escrito y dirigido por Leigh Whannell (El hombre invisible), Grey Trace (Logan Marshall-Green) está escuchando un disco en vinilo del blusero Howlin’ Wolf mientras repara el motor de su auto deportivo. La escena podría transcurrir en cualquier momento entre 1970 y el presente, aunque la secuencia siguiente delata que en verdad sucede en el futuro, uno no muy lejano en el que las viviendas están controladas por computadoras similares a Alexa y los vehículos se manejan solos. Trace, sin embargo, decide vivir en una burbuja analógica de tecnología vintage porque no se siente a gusto con la digitalización de toda la vida a su alrededor.

Su malestar se ve justificado cuando el auto controlado por computadora de su pareja se desvía del recorrido habitual y los conduce hacia una zona peligrosa donde, tras un altercado con delincuentes, Trace recibe un tiro y queda lisiado. Paradójicamente, la solución a su problema vendrá de la tecnología que detesta: un joven genio de la informática le implanta en la columna el procesador de una inteligencia artificial experimental que restituye su movilidad y algo más. Y es que cuando la computadora toma control de su cuerpo, Trace tiene habilidades sobrehumanas. Lo que sigue es su búsqueda de venganza, con varias vueltas de tuerca, algunas más predecibles que otras.

La película tiene evidentes ecos de Robocop y otros films aún más trash sobre cyborgs de los años 80, no solo por su trama o la estética de su “tecnología” (que parece imaginada desde el pasado) sino también porque reproduce el credo analógico de su protagonista: todos los efectos visuales son reales y casi no hay imágenes digitales, algo que quizá exprese una nostalgia por una era mejor o, al menos, más artesanal del cine. Como metáfora, la película plantea la resistencia del cine analógico frente a los tanques creados casi íntegramente CGI, aunque es claro, tal como eventualmente señala la trama, que se trata de una batalla perdida.

Esta historia de acción y ciencia ficción a la vez remite a otro subgénero, que también muestra especial énfasis y satisfacción en acciones sorprendentes logradas analógicamente gracias a la destreza física de los creadores: el cine de artes marciales. En efecto, las secuencias más felices de Upgrade son aquellas en las que vemos al protagonista masacrar a sus rivales en combates desiguales que transitan de la extrema violencia al humor. Si bien la escala de la producción es modesta (pertenece a Blumhouse, la compañía independiente inicialmente especializada en terror, pero que ya se abrió a otros rubros), a este film no parece faltarle nada.