Niños de Invernadero: Los peligros de la sobreprotección y sobreexigencia parental

La sobreprotección genera niños dependientes, inseguros y vulnerables. [Foto: Getty]
La sobreprotección genera niños dependientes, inseguros y vulnerables. [Foto: Getty]

Proteger no es lo mismo que sobreproteger. El instinto de protección lleva a los padres a cuidar de sus hijos y mantenerlos a salvo de los peligros físicos y emocionales. La sobreprotección, sin embargo, es limitante y dará lugar a niños dependientes, inseguros y vulnerables.

De la sobreprotección a la sobrexigencia

La sobreprotección es un estilo de crianza en el que los pequeños reciben una atención y cuidados excesivos, hasta el punto que los padres terminan impidiendo que sus hijos desarrollen sus capacidades. Al crecer en una especie de invernadero, un espacio donde las condiciones están perfectamente controladas y los problemas y desafíos brillan por su ausencia, los niños no tienen oportunidades de poner a prueba sus habilidades y crecer.

Los padres o las madres se vuelven sobreprotectores cuando:

1. Impiden que los niños exploren el mundo por su cuenta y los limitan mucho más de lo que recomienda el sentido común.

2. Evitan que sus hijos resuelvan los problemas y conflictos por sí solos, interviniendo antes de que pidan ayuda.

3. Son extremadamente permisivos con el niño, cediendo a demandas y exigencias desmedidas, excepto aquellas que se refieren a la autonomía e independencia infantil.

4. Asumen tareas que el niño podría hacer perfectamente por sí solo, de manera que lo tratan como si fuera mucho más pequeño.

5. Hablan en lugar del niño, incluso cuando los demás se dirijan directamente a este, impidiéndole expresar sus opiniones o deseos.

6. Deciden prácticamente cada aspecto de su vida, desde la ropa que se pone hasta los amigos con los que debe relacionarse y, más tarde, la carrera que debe estudiar.

7. Justifican o ignoran los errores que comete el niño, por lo que le arrebatan la oportunidad de madurar y aprender de ellos.

La sobreprotección suele ser la proyección de los miedos parentales. [Foto: Getty]
La sobreprotección suele ser la proyección de los miedos parentales. [Foto: Getty]

A menudo los padres sobreprotectores recurren al miedo para mantener a sus hijos bajo control, por lo que frases como: “no subas ahí que te caerás” o “no salgas solo que puede pasarte algo malo” son comunes en su día a día. De hecho, lo que hacen es contagiar su propio miedo a sus hijos, de manera que estos terminan percibiendo el mundo como un sitio hostil y peligroso.

Cada vez es más común que el estilo de crianza sobreprotector vaya de la mano de la sobreexigencia, la cual se manifiesta intentando proporcionar un entorno altamente enriquecido para criar a “genios”. Estos padres quieren que sus hijos tengan éxito a toda costa – a menudo a costa de la felicidad infantil – por lo que los apuntan a todo tipo de actividades extraescolares desde una edad temprana y llenan su agenda a tope sin dejar espacio para el juego y la diversión. El objetivo es que ingresen en las mejores escuelas y obtengan las máximas calificaciones para poder presumir de ellos con los demás.

Este estilo de crianza sobreprotector e hiperexigente da lugar a lo que Kristin Moilanen, psicóloga especializada en Familia y Desarrollo Infantil, ha calificado como “niños de invernadero”.

Las terribles consecuencias de crecer en un “invernadero”

Los efectos de la sobreprotección y la sobreexigencia se arrastran durante la juventud y la etapa adulta. [Foto: Getty]
Los efectos de la sobreprotección y la sobreexigencia se arrastran durante la juventud y la etapa adulta. [Foto: Getty]

Psicólogos de la Universidad de Virginia Occidental analizaron el impacto de la sobreprotección y la sobreexigencia parental, un fenómeno cada vez más común en las familias de clase media y alta que están sometidas a una mayor presión social por mostrar el éxito de sus hijos. En su investigación analizaron a 302 adultos jóvenes de entre 18 y 24 años.

Moilanen apuntó: “Considero que el término correcto para esos niños es ‘niños de invernadero’. Creo que han sido criados como ese tipo de flores delicadas en condiciones muy bien controladas y, al igual que una planta tropical, son vulnerables cada vez que cambian esas condiciones, lo cual es aterrador”. Se trata de niños sobreprotegidos que son sometidos a programas intensivos de desarrollo intelectual, mientras se descuida su esfera emocional y social, la cual se queda rezagada.

De hecho, estos psicólogos comprobaron que los efectos de una crianza sobreprotectora no se limitan a la niñez, sino que a menudo se arrastran durante la adolescencia y juventud. La participación excesiva de los padres en las decisiones de sus hijos termina socavando su capacidad para autorregularse, por lo que cuando estos jóvenes crecen suelen recurrir a comportamientos peligrosos, como las adicciones, que actúan como una válvula de escape para lidiar con la presión paterna o materna.

Esa marcada falta de autonomía también puede hacer que los niños y luego los jóvenes experimenten una gran ansiedad, piensen que son incapaces de ser independientes y tengan un locus de control externo, por lo que creen que su vida está dominada por factores externos a su voluntad. De hecho, otro estudio desarrollado en la Universidad de Hawái corroboró que un estilo educativo que le arrebata el control a los niños, aumenta las “probabilidades de que interpreten los eventos como fuera de su control, lo que representa una vulnerabilidad psicológica para el desarrollo de ansiedad”.

"Deje caminar a su hijo por donde la estrella le llame"- Cervantes [Foto: Getty]
"Deje caminar a su hijo por donde la estrella le llame"- Cervantes [Foto: Getty]

El impacto de la sobreprotección y la sobreexigencia parental no se limita al plano emocional. Investigadores de la Universidad de Groninga comprobaron que los niños criados en “invernaderos” son más propensos a sufrir síntomas psicosomáticos en la adolescencia. Otra investigación realizada en la Universidad de Chipre alertó que existe una relación entre la sobreprotección y las experiencias de acoso infantil, sobre todo en los casos de permisividad parental.

Los padres intentan “ayudar” y proteger a sus hijos construyendo a su alrededor un entorno artificial para que no tengan que lidiar con las dificultades y problemas del mundo, pero su afán por allanarles constantemente el camino y eliminar los obstáculos, manteniéndolos alejados del dolor, la tristeza y la frustración, les impide madurar.

Sin sus padres, los “niños de invernadero” se sentirán frágiles y vulnerables, no serán capaces de tomar decisiones y no confiarán en su fuerza. Dado que están acostumbrados a que sus padres gestionen sus problemas, conflictos y emociones, cuando tengan que hacerlo no sabrán ni por dónde empezar. Como resultado, se trata de niños/adultos que se sienten constantemente sobrepasados por las situaciones.

Si los padres y educadores alimentan creencias sobre la educación de invernadero que ignoran los datos relevantes, pueden educar a los niños de tal manera que aumente la ansiedad por el logro y les hagan sentir que tienen valor solo cuando están produciendo. Como alternativa, se debe ofrecer a los niños actividades de aprendizaje que brinden oportunidades para la exploración intelectual y la flexibilidad”, indicó un artículo de investigación publicado en la revista Early Childhood Research Quarterly.

La clave está en el equilibrio

"La primera tarea de la educación es agitar la vida, pero dejarla libre para que se desarrolle" - María Montessori [Foto: Getty]
"La primera tarea de la educación es agitar la vida, pero dejarla libre para que se desarrolle" - María Montessori [Foto: Getty]

Todos los padres educan convencidos de que lo están haciendo bien y desde el amor. Sin embargo, es importante detenerse a pensar si se puede mejorar algún aspecto o si estamos cometiendo algún error que podemos corregir. El secreto para una crianza respetuosa y desarrolladora se encuentra en el equilibrio.

- Dejar que los niños disfruten de su infancia

A veces los padres están tan preocupados porque todo salga bien que olvidan que los niños han venido al mundo para ser felices, no para competir por ser los mejores. A los niños simplemente hay que dejarles ser niños, que corran, se ensucien y tomen sus propias decisiones, aunque se equivoquen. Que disfruten de su infancia y que se aburran, porque el aburrimiento también desarrolla la creatividad y la imaginación. No hay que presionarles para que tengan éxito sino motivarles a descubrir lo que les apasiona de una manera divertida.

- Darles responsabilidades, acordes a su edad y grado de madurez

Un estilo educativo sano es aquel que fomenta la autonomía e independencia infantil. A medida que el niño crezca, los padres deben ir dándole responsabilidades acordes a su nivel de madurez y dejar que vaya tomando pequeñas decisiones. Solo así el pequeño percibirá que tiene el timón de su vida y aprenderá a llevarlo con confianza. Hay que recordar que a los niños les gusta ayudar en casa y sentirse útiles, como demostró un estudio realizado en la Universidad de California, por lo que los padres solo tienen la misión de orientarlos.

- Dejar que resuelvan sus problemas por sí solos, siempre que sea posible

Ayudar no es resolver. Ayudar implica una colaboración en la que el niño crece al aprender algo nuevo. Resolver los problemas en su lugar le arrebata esa posibilidad de aprendizaje. “Cualquier ayuda innecesaria es un obstáculo para el desarrollo […] La persona que es servida, en lugar de ser ayudada, es obstaculizada en el desarrollo de su propia independencia”, dijo María Montessori. Por tanto, la tarea de los padres consiste en ayudar, orientar y aconsejar cuando sea necesario, pero si van un paso más allá le transmiten a sus hijos el mensaje de que no son capaces de hacerlo y se convertirán, efectivamente, en adultos inseguros, independientes e incapaces de afrontar los problemas que, antes o después, la vida les pondrá.

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