No compres café si no sigues estos pasos: lo que debes saber por tu bien
El inicio de una buena mañana se anuncia con una taza de café. Pero, ¿cómo escoger el mejor? ¿Soluble, molido o de grano? ¿Es necesario gastar demasiado? ¿Me puede hacer daño consumir cafeína? Acá resolveremos tus dudas con esta guía básica para comprar café sin ser un experto.
1. Cuida tu bolsillo
Debes saber que, para disfrutar del café, no es necesario conformarte con el que sirve la máquina de tu oficina. Y aunque hay marcas con precios muy elevados, lo primordial será ajustarte a tus posibilidades sin perder de vista tus gustos y necesidades.
Tampoco es indispensable tener la mejor cafetera o gastar más de 70 dólares en una cafetería de prestigio. Pregúntate: ¿con cuánto dinero dispongo? ¿Cuánto quiero invertir en cada taza de café? ¿Cuántas tazas me tomaré al día o a la semana? ¿Dispongo de tiempo para prepararlo?
2. Grano, molido o soluble
Hay quienes aseguran que el mejor café es en grano. Tal afirmación es verdadera, pues conserva sus propiedades, sabores y aromas. Lo ideal es que se muela al momento de consumo. Para ser honestos, son muy pocas las personas que dedican tanto tiempo a la bebida matutina, entonces el café molido sale al rescate.
Una tercera opción para quienes no tienen cafetera o siempre llevan prisa es el café instantáneo o soluble. En algunas ocasiones, esta presentación resulta cómoda y económica; desafortunadamente esta versión no conserva las deliciosas características originales del café.
Las grandes industrias del instantáneo sí utilizan granos de café para su producción pero las cantidades son mínimas y, en la mayoría de los casos, es de baja calidad. Además, a lo largo de la elaboración pierde su identidad de aroma y sabor. Esto no quiere decir que sea dañino, simplemente no sabe igual.
3. Entiende la etiqueta
Cuando vayas al supermercado a surtirte de café no te dejes guiar por el empaque, sino por la etiqueta. Revisa primero el origen; el sabor puede variar según la región de elaboración. En América Latina las producciones más reconocidas son Colombia con sabores dulces y Brasil con notas clásicas a chocolate y nuez.
4. Regresa a tu libro de geografía
La geografía es importante. Expertos cafeteros aseguran que las mejores producciones de café son “de altura”. Es decir que el semillero donde se produjo se encuentra por encima de los 1200 metros sobre el nivel del mar. Si encuentras alguno seguramente tendrá las siguientes cualidades:
1200-1400 metros: sabores cítricos, notas de vainilla, chocolate y frutos secos.
1500 metros o más: notas frutales, florales y especiadas.
No porque no cumpla con estas características quiere decir que sea malo, sino que los expertos lo consideran como un sabor promedio o clásico. También depende de los gustos de cada consumidor. Checa estas referencias:
900 a 1100 metros: acidez baja y sabores dulces como chocolate y nuez.
800 metros o menos: sabores delicados y terrosos.
5. Ubica la varietal o variedad
En la etiqueta ubica la sección “varietal” que indica el tipo de planta de café. Al igual que otros frutos, las plantas que producen la semilla de café son variadas y con distinto sabor. Para novatos del café, la recomendación es probar hasta encontrar una que nos agrade, aunque hay dos variedades principales:
Café Arábica: proveniente de Etiopía, con registros en Asia. Tiene acidez baja por lo que resulta ligero al paladar. Es reconocido como un gran digestivo y su aroma es pronunciado. Algunas subespecies son: Moka, Maragogype, Bourbon, Mondo Novo, Leroy, Marella, Caturay y Caturra.
Café Robusta: originario de África Central tiene mayor cantidad de cafeína. Sus sabores son más amargos y poco aromáticos. La densidad es firme y resulta económico en el mercado. Planta: C. canephora.
6. Considera el proceso
El trato que tienen las frutas y granos del café son determinantes y los principales son:
Lavado: las semillas se separan del fruto para luego dejar los granos fermentar en agua hasta que el mucílago (capa fina que cubre la semilla) se desprende. Este método provoca sabores más ácidos.
Natural: las frutas se ponen a secar sin separarlas de la semilla. Es un proceso delicado que debe evitar humedad y fermentación excesiva. El desprendimiento de la semilla es por sí solo, esto permite que las azúcares de la pulpa se transfieran a la semilla provocando sabores frutales intensos.
Honey: la semilla y la pulpa son separadas dejando el mucílago, para después poner los granos a secar. Este método produce granos más limpios y brillantes con sabores frutales y dulces.