Pancho Varona: la “mala suerte” de la Bombonera, donde dio el “show más emocionante” de su vida y cómo Sabina rompió una amistad de 40 años en un solo día

Pancho Varona vuelve a la Argentina con su repertorio
Pancho Varona vuelve a la Argentina con su repertorio "sabinero"

Tras cuatro décadas como escudero del quijote Joaquín Sabina, Pancho Varona ha decidido tomar el lugar de la voz cantante sobre los escenarios y comenzó una gira por México y la Argentina que tendrá una escala en Buenos Aires el 14 de este mes, en el Teatro Astral. En un tour que bautizó Punto y seguido, solo con su guitarra, repasará buena parte de esas canciones que escribió junto al cantautor de Ubeda, mientras prepara un nuevo repertorio que irá publicando en los próximos meses.

Luego de una relación de cuatro décadas, que contempló lo laboral, la amistad y la creación de un centenar de canciones, a finales de 2022, a través de un email, Sabina comunicó que Pancho no sería parte de su nueva gira, esa que denominó Contra todo pronóstico. El hecho ganó las páginas de farándula de diversos medios, a cada lado del Atlántico. Hasta el actor y cineasta Santiago Segura se refirió al tema en sus redes sociales.

Ahora, cada uno anda por su lado. Joaquín pasó meses atrás por Buenos Aires, con una serie de conciertos en el Movistar Arena. Su exbajista, guitarrista, co-compositor y productor lo hará desde mediados de este mes. Su agenda incluye actuaciones en La Plata, Córdoba, Rosario, Tucumán y Neuquén. También agendó fechas en Chile y Uruguay.

Pancho Varona vuelve a Buenos Aires
Pancho Varona vuelve a Buenos Aires - Créditos: @MI 10T PRO @ninamorena1

Varona grabó un álbum en solitario a mediados de los noventa, pero no se considera solista, no continuó en esa senda. Se dedicó a coproducir los discos de Sabina y los de otras bandas y solistas, como Amaral y Estopa. Escribió canciones que terminaron en las voces de Luz Casal y Ana Belén. Como le gusta decir, se siente bien en el lugar de la “letra pequeña”, esa que se usa para escribir el nombre de los músicos en un programa de conciertos o en los créditos de la producción de un álbum. Hoy, a los 65, está en modo dual. Por un lado, ser embajador de esas músicas que llevaron letras de Sabina y que quiere seguir compartiendo con el público; por otro, volver a enfocarse en su rol de compositor. Considera que, más allá de cómo resultaron los modos de desvinculación, no estar trabajando con Sabina lo corrió de cierta zona de confort. Al momento de esta charla acababa de regresar a España desde México y al día siguiente pensaba subir a su coche y manejar 600 kilómetros hasta Galicia, donde tenía un recital programado.

En cuanto a la Argentina, es un terreno que Pancho bien conoce, ya sea por las actuaciones que dio con Sabina como por conciertos más chicos con otros músicos que integraron la banda del Niño terrible de Jaén. Incluso, hace un tiempo, cuando en un medio español le preguntaron cuál había sido el concierto más especial, entre los 3000 o 4000 que había dado, mencionó el de Sabina en la cancha de Boca.

Una tormenta mágica en La Bombonera

¿Realmente fue ese, el de 2006? “Sí sí –decía en una tarde española primaveral- es el concierto de mi vida. No he contado la cantidad. Pero recuerdo que hace más de veinte años celebramos el número 1000 en el Luna Park. Y creo que desde entonces habrán sido que trabajamos el doble o el triple, más mis conciertos solo. El de Boca fue el concierto más emocionante de mi vida. La tormenta estalló cuando estábamos tocando el tema ‘Ruido’”, memora Varona. “Ruido es aquella que nació del talento enorme de Pedro Guerra, fue musicalizada por Pancho y reversionada, hasta lograr su forma actual, de rumba “de smoking”, por Sabina.

“El calor que había era insoportable. Había chicas desmayadas que las pasaban hacia adelante sobre las cabezas del público, hacia el borde del escenario, para que las atendieran. Nunca vi una cosa así. Estalló la tormenta y todo se apagó. Las pantallas de video volaban y había peligros de todo tipo. Corrimos por el césped sin saber adónde ir. Yo corrí en una dirección y en un momento me crucé con Joaquín que venía en dirección contraria. Terminé en el banco de suplentes de Boca Juniors y Joaquín en el del árbitro. Fue terrible, pero de lo más emocionante. Dicen que el color amarillo da mala suerte a los músicos. En la prueba de sonido se presentó Fito Páez con un piano amarillo y entre los músicos nos miramos y dijimos: ‘Aquí va a pasar algo serio’. Y efectivamente pasó. ( se ríe) ¡Qué gracioso! Fue el concierto más memorable de mi vida.

-¿Ahora, en cuál momento de tu vida estás? ¿En el de productor, compositor, arreglador, solista o haciendo racconto de todo eso?

-Tenía abandonada la composición de canciones. Es por épocas. Al principio me gustaba componer, luego grabar y producir discos. Más tarde viajar para tocar en vivo. El estudio ya no me gusta como antes. Ahora estoy componiendo y viajando mucho. Y es cierto que estos conciertos son una especie de resumen. Yo le doy a la gente lo que quiere oír. Y son canciones de mi repertorio sabinero, canciones que he compuesto y que he grabado con Joaquín. Aunque yo haya trabajado para Ana Belén, Miguel Ríos, Ana Torroja, Pasión Vega o Estopa, lo que la gente quiere es lo que hice con Sabina.

-¿Hay momentos en los que preferís no sentirte encasillado?

-Sí. De hecho, el proyecto actual es sacar canciones cada tres meses. Las soltaré a la red y veré si el año que viene lo que haga pueda estar más basado en eso. Sin olvidar que hay siete canciones memorables que nunca van a faltar en un concierto mío, por más que sea una nueva etapa. Siempre voy a querer seguir tocando “Peces de ciudad”, “La del pirata cojo”, “Y sin embargo”, entre otras que no pueden faltar nunca . Solo espero que puedan escuchar lo nuevo que estoy haciendo. Si la gente lo acepta, seguiré por ese camino; si no, volveré a lo que hacía antes.

-En los noventa grabaste un disco en solitario...

-Ese al que llamo “el disco póstumo”. Nació, vivió y murió en el mismo día. Yo no tenía vocación de hacer ese disco. Me convenció la compañía discográfica que era la misma de Joaquín. Me querían en el mismo sello. Pero no tenía vocación de artista. Lo hice a regañadientes. Lo pasé tan mal que me enfermé, incluso. No fue un momento ilusionante. Por eso fue el primero y el último. Ahora tengo un poquitito más de vocación artística. Nunca he querido ser Messi sino [Sergio] Busquets. El que está en el equipo y pasa los balones. No soy frontman sino el que está dos metros atrás y a la izquierda. Ese es mi sitio natural en la tierra. Ahora eso se me ha terminado por algunas cosas o por otras .

-Tu desvinculación de la banda de Sabina llegó hasta las páginas de los medios de América Latina. Sobre todo, a partir de un posteo que has hecho. ¿Volviste a tener contacto con Joaquín desde entonces, más allá de ese email que te enviaron?

-Sí, lo sé, lo sé. En cuanto a si hubo un nuevo capítulo, no lo hubo. El año pasado intenté comunicarme con él. A través de su mujer, porque él no usa whatsapp, para que charlemos y nos demos un abrazo. Hasta que un día me dijeron que no podía ser y que le mandara un mail. Lo pensé varios días, le mandé un mail intentando ser lo más cariñoso que pude. Pero no recibí respuesta hasta un mes y medio después. Un mail de ocho líneas en el que Joaquín decía que dejaba de contar conmigo. Eso es todo lo que he sabido .

-Una sociedad artística de estas características, con un centenar de canciones escritas y cuatro décadas de escenarios, es como un divorcio de pareja. ¿Qué cosas significaron un volver a empezar?

-Todo está bastante reciente. Pero me ha sacado de cierto letargo. Ahora estoy muy ilusionado con mis nuevas canciones y pienso que lo que ha pasado me puede venir bien porque he vuelto a componer. Sigo esperando que algo de mi vida anterior se arregle. Sigo esperando, con los brazos abiertos, una respuesta, una conversación, una llamada, un abrazo o lo que sea. No tengo prisa ni rencor. Estoy más perplejo que triste. Porque ahora mismo me va muy bien. Me pasé una semana en México y ahora me voy a Argentina, Uruguay y Chile. Mañana viajo a Vigo. Me haré 600 kilómetros conduciendo. Cantaré con mi banda y volveré a cargar el equipo en mi coche, para regresar. Me como el mundo. Hubo algo de todo esto que me ha dado una patada y me ha despertado de ese letargo.

-Es como volver a la juventud, a los 25 años, cuando empezaste con Viceversa, a tocar con Sabina. Habiendo perdido a tu padre de pequeño, ¿sentís que eso te ha golpeado de una manera especial, hubo necesidades que suplir?

-Perdí a mi padre a los 8. El tenía 42, la misma edad que mi madre. Murió de cáncer. Un par de años después mi madre nos compró a mi hermana y a mí una guitarra. El profesor que venía a casa se dio cuenta que yo era bueno para la guitarra y que mi hermana no tanto, pero que era buena para las letras. Ella valía para escribir. Y ahí se fueron separando los caminos. Igualmente, para mí era un hobby. Tocaba en el parque canciones de los Beatles. Yo lo que quería era trabajar en el Ministerio de Defensa, donde habían trabajado mis padres. Por suerte, mi madre trabajaba y le había quedado una buena pensión. No éramos ricos, pero no vivíamos mal. Si yo le pedía un piano, ella me compraba un piano modesto. A los 17 me compró uno y fui al conservatorio. Pero soy inconstante para esas cosas. Y a los 25 se cruzó Sabina, que era un cantautor divertido y un poquito rockero. Quería dejar la acústica y agarrar un poco la eléctrica y tener una banda. Estaba enamorado de proyectos como los de Bob Dylan o de Bruce Springsteen. En cuanto pudo comenzó a reclutar a tres o cuatro; yo fui el primero y decidió llamarnos Viceversa. Se quitó la barba, agarró un poquito la Fender y se separó de la imagen que aquí se tenía del cantautor.

-¿En qué momento decidiste producir discos?

-Lo decidimos con Joaquín porque lo que había no nos gustaba. Preferimos hacerlo nosotros. En ese momento cualquiera era productor, al menos aquí, no era una actividad tan profesional. Simplemente con Joaquín pensábamos en decirle al técnico de sonido lo que queríamos. Años después se sumó Antonio García de Diego y tuvimos un proyecto de producción más claro. Empezamos como dos intrusos en la producción, sin saber en lo que nos metíamos. Luego me empezó a gustar lo del estudio y produje a Amaral, Gabinete Caligari, Estopa, Serrat y Sabina en directo. Cada día era más apasionante.

-Quizás haya una contradicción entre ese hombre al que le queda cómodo el lugar “de la letra pequeña” en los créditos de un disco o en la firma de una canción que popularizan otros, y el frontman.

-Totalmente. Antes era frontman en los ratos libres. Hoy me da vértigo. Ahora tengo que trabajar para hacerlo bien. Hoy es mi único trabajo. Tengo que defender cosas mías porque esa será mi vida a partir de ahora. La ventaja que tengo, con perdón de la falta de modestia, es que puedo divertir a la gente. En los conciertos hablo mucho, cuento mucho sobre las canciones. Y eso me salva la vida porque me da la impresión de que salen de los conciertos con una sonrisa. Y esta primera gira que hago solo con mi guitarra es para contarle a la gente las cosas que le quiero contar.

-¿Y es cierto que escuchás a los Beatles todos los días?

-Sí. Soy un loco de la música. Soy muy meticuloso. Me meto en internet para enamorarme de algo. Voy todos los días a la tienda a buscar ese vinilo que me gusta, solo que hoy esa tienda es internet. Sigo queriendo enamorarme de músicas nuevas. Beatles es lo único que me tiene absolutamente cautivado desde hace cuarenta años. Y cada día más. Especialmente la figura de John Lennon; el travieso, el malo, el caótico, no el apóstol de la paz.

-¿Y eso era lo que tocabas en el parque con amigos, hace cuarenta años?

-Tocaba Beatles, Rolling Stones, pop español. Me llaman la atención muchas cosas, pero me cuesta enamorarme. En mi lista también están Zeppelin o King Crimson. Oigo al Indio Solari, a Calamaro o a El Mató un Policía Motorizado y me encantan. Hay muchas músicas que me ponen de pie. Pero primero está Beatles.

-¿Hay algo nuevo que te llame la atención? España tiene algunas nuevas figuras de gran éxito como Rosalía y C. Tangana.

-Me parece muy interesante lo que plantean. Seguramente me gusta más la Rosalía de sus primeros discos que la que escucho ahora, pero me interesa lo que hace. El disco de Tangana, El madrileño, me pareció un disco muy valiente, atrevido, muy loco. Me parece muy bueno que ese hombre sea tan profesional pareciendo un chavalito que va por la calle y que parece que no se entera de nada de la vida. Es todo lo contrario. Es un gran profesional, ha hecho un disco valiente y esa valentía me compra.