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'El buen patrón' es la colaboración perfecta entre Javier Bardem y uno de sus mejores aliados

Es probable que conozcas a alguien así: un tipo guapo, simpático, incluso medio intelectual, que parece interesarse profundamente en el bienestar de las personas que tiene a su cargo y cuya moral puede parecer intachable, pero que en realidad solo se quiere a sí mismo y, además, se las ha ingeniado para controlar a los demás sin que ellos se den necesariamente cuenta de la manipulación.

Así es el Julio Blanco de “El buen patrón”, una comedia negra española que llegó finalmente este fin de semana a salas selectas de Estados Unidos -bajo el nombre de "The Good Boss"- tras ganar seis Premios Goya en febrero, y que tiene al frente a un formidable Javier Bardem, entregado a esa clase de villanos complejos y ambiguos que dejan huella en la historia del cine y que, en todo caso, resultan mucho más verosímiles y memorables que los que él mismo ha interpretado en superproducciones de Hollywood como “Pirates of the Caribbean: Dead Men Tell No Tales” (2017) y “Skyfall” (2012).

Se trata de uno de los mejores papeles en la trayectoria del único español que ha ganado hasta el momento el Oscar al Mejor Actor, así como de un trabajo interpretativo que, en cierta forma, le permite combinar aspectos absolutamente divergentes de un arsenal histriónico que lo ha llevado a ponerse en la piel tanto de sujetos absolutamente aterradores -recordemos al implacable Anton Chigurh de “No Country for Old Men” (2007)- como de galanes simpatiquísimos -de la talla del Raúl Gonzales de “Jamón, jamón” (1992)- .

Sin caer en ‘spoilers’, es posible decir que, en primera instancia, y durante buena parte del metraje, Blanco -amo y señor de una compañía de balanzas en una ciudad de provincia- luce como un jefe razonable y solidario; pero sucede no solo que esa es una impresión temporal, sino que, cuando se presta realmente atención a los detalles presentes en los brillantes diálogos y situaciones plasmados en el guion de Fernando León de Aranoa -quien funge también de director-, el gran engaño se va haciendo cada más transparente, incluso antes de que la verdadera naturaleza del personaje salga finalmente a flote.

En este caso, la colaboración entre León de Aranoa y Bardem alcanza su punto más alto, superando las virtudes de su primer encuentro laboral en la excelente “Los lunes al sol” (2002) y alejándose de los errores de la todavía reciente “Loving Pablo” (2017), una reconstrucción intrascendente y poco creíble de la relación entre el narcotraficante Pablo Escobar -interpretado por Bardem- y la periodista Virgina Vallejo -interpretada por Penélope Cruz-. En ese sentido, “El buen patrón” reivindica plenamente a un talentoso cineasta que, más allá del traspiés ocasional, nos ha ofrecido ya varios títulos de indudable valor, entre los que figuran también “Barrio” (1998) y “Princesas” (2005).

Para ser claros, aquí, León de Aranoa no deslumbra nunca con la puesta en escena, hasta el punto de que no recordamos movimientos de cámara inspirados ni imágenes específicas que se salgan de la norma; pero su cobertura visual se presta perfectamente para un relato que no por lineal deja de ser memorable, respaldado por una esmerada construcción de personajes en la que los diálogos precisos aluden a temáticas de lo más serias y realistas sin dejar nunca de lado el empleo de un humor que resulta habitualmente mesurado, pero que se muestra a veces tan hilarante como ingenioso, sobre todo cuando le toca retratar los giros inesperados de la relación que se establece entre Blanco y una de sus nuevas becarias, Liliana, interpretada con solvencia por la joven Almudena Amor.

“El buen patrón” es una película que merece verse más de una vez por sus excelentes actuaciones, sus agudos pero accesibles comentarios sociales y la manera en que consigue representar los abusos de poder perpetrados por figuras masculinas sin tener que caer en recursos fáciles ni panfletarios. Por ejemplo, a diferencia de lo que sucede con muchos de los que lo rodean en una película donde participan personajes de diferentes orígenes étnicos -en clara consonancia con la manera en que luce la población española actual-, Blanco no lanza nunca expresiones propias de un racista, sin que eso signifique necesariamente que no piense como uno de ellos.

Y como se ha dicho también por ahí, es la cinta que merecía darle a Bardem una nominación al Oscar de este año en lugar de la que obtuvo por su participación en “Being the Ricardos” (2021), que, con todo lo sobresaliente que es, palidece irremediablemente ante este desempeño impecable.

Este artículo fue publicado por primera vez en Los Angeles Times en Español.