Anuncios

Peaky Blinders: de Nick Cave a Sinnead O’ Connor, la música perfecta para una serie magistral

La música es uno de los puntos altos de Peaky Blinders
La música es uno de los puntos altos de Peaky Blinders

Tras seis temporadas repartidas en nueve años desde su estreno, la serie que retrata la historia de una temeraria pandilla de Birmingham en la primera posguerra llegó a su fin. El recorrido de los Shelby (con Cillian Murphy en un protagónico inovidable) desde las carpas gitanas al borde del Támesis al Parlamento inglés tiene un correlato musical notable. El gótico americano de Nick Cave baja un poco la línea del soundtrack que se mantiene en la última temporada apelando menos a la reconstrucción de época que a relaciones audiovisuales fuera de cualquier capsula de tiempo. Aquí entonces diez que suenan en el adiós de los Peaky Blinders.

“Requiem en D menor K626″ (Wolfgang Amadeus Mozart, 1790). Parte de la magia del soundtrack de Peaky Blinders está en su efecto de rara atemporalidad. Con lo cual este réquiem (una de las formas de la música sacra) escrito por Mozart resuena tan contemporáneo a las imágenes como el plan solista de Thom Yorke. En este caso se trata de una pieza que Mozart no llegó a terminar ya que moriría al año siguiente, en 1791. Mozart escribió música para 19 misas y en este caso terminó por darle las instrucciones finales a su discípulo Franz Xaver Süssmayr. La historia por detrás de este réquiem es fascinante, con un misterioso personaje de negro que le hace el encargo sin demasiadas explicaciones y un Amadeus enfermo que cree estar escribiendo el sonido de su propio funeral. Traducción sui generis: canción para mi muerte.

“Sixteen Men Swinging” (Count Basie, 1954). El inicio del jazz como música popular florece en la última temporada de la serie británica. Si bien los años formativos de Peaky Blinders pueden estar más relacionados con corrientes como el dixieland y bailes de moda como el charleston, en estos capítulos finales el swing empezaba a ganar terreno marcando la era dorada de las big bands. La del pianista y director de orquesta Count Basie (1904-1984) fue una de las más populares, capaz de atravesar las transiciones del género desde su pico en los años 40 a la convivencia con el rock and roll en los 50 y el pop en los 60. “Sixteen Men Swinging” fue grabada en una de sus tantas reinvenciones cuando rearmó su big band para una gira por Escandinavia. En los 60 seguiría vigente en proyectos joint venture con Sinatra, Sammy Davis Jr y Ella Fitzgerald.

“One Silver Dollar” (Marilyn Monroe, 1954). Alto rescate del soundtrack esta Marilyn cantora que parece un ancestro de Cat Power. La canción, casi tan desnuda como ella, que deja ver sus prodigiosos hombros y piernas, forma parte de su participación en la película River of No Return (1954), estrenada en Buenos Aires como Almas perdidas, un western dirigido por Otto Preminger con Robert Mitchum como galán-vaquero. En YouTube puede verse el saloon conmocionado por la presencia de Kay (Marilyn) que, guitarra en mano (aunque no pasa de un acorde sol más o menos en posición), susurra esta balada en la que demuestra que sí, que podía cantar cuando la canción se adaptaba a su estilo. Compuesta por Ken Darby y Lionel Newman dice algo sobre el destino de la otra bomba americana. “Un dólar plateado, un dólar plateado, cambiando corazones, cambiando vidas, cambiando manos”. Fue su película 22 y la terminó por contrato y disgustada aunque con los años se volvería un clásico del género.

“Disorder” (Joy Division, 1979). Parte del icónico album Unknown Pleasures (andan dando vuelta más remeras con esa imagen que discos vendidos), la presencia de Joy Division en la serie señala la influencia menos explorada de Black Sabbath (de Birmingham como los Shelby) fuera del hard-rock y del heavy metal. La instrumentación austera y minimalista contrasta con el crescendo de Ian Curtis en una de sus interpretaciones más estridentes. La línea de bajo de “Disorder” tiene categoría de meme sonoro tal cual el riff de “Smoke on the Water” (Deep Purple) o el comienzo de la Quinta Sinfonía de Beethoven. Tal la huella profunda de un grupo que, como ningún otro, expresó la asfixia y alienación en el cambio de paradigma sociopolítico del siglo XX.

“In this Heart” (Sinnead O’ Connor, 1994). Sola, solísima, con apenas un poco de eco como si cantara en el centro de una capilla medieval, la estrella más díscola (no es casual que también versionara a Cobain con “All Apologies”) que dio la música popular en los últimos treinta años conmueve hasta las lágrimas. Una melodía celta sin tiempo en Universal Mother, un album de trauma, pérdida y redención que puede expresarse a través del reggae, el trance o este ejercicio a cappella sublime. Incontaminada se deja oír aquí la voz ancestral de Irlanda que pasa también por la sangre de la familia-mafia que termina posicionándose en la política. Menos hada que Ada (Shelby), Sinnead.

“Do you Love Me?” (Nick Cave & The Bad Seeds, 1994). Nick Cave es “LA” voz de la serie. No solo porque cada capítulo abre con “Red Right Hand” (1994), sino porque los productores de la serie requirieron de otros intérpretes a lo largo de las seis temporadas: Arctic Monkeys, PJ Harvey, Iggy Pop, Jarvis Cocker, Snoop Dog y Anna Calvi. “Do you Love Me?” está incluida en ese mismo album (Let Love In) pero, a no engañarse, que los sentimientos licantrópicos de Cave rara vez se ajustan a los tópicos del amor pop. “La encontré en una noche de fuego y ruido/las campanas salvajes sonaban en un cielo salvaje” arranca cantando Cave hasta el estribillo donde se desangra ante la pregunta inevitable: “¿Vos me amás?” Para expresar la precisión de la instrumentación y arreglos solo cabe un neologismo argentino: romantisísmicos.

“Ain’t no Grave” (Johnny Cash, 2010). El carácter sombrío de Cash se lleva muy bien con el noire vintage de la serie. Su expresión seca, concisa, da el tono con el que Thomas maneja al clan. Sobre todo si se habla del Cash tardío, el de la serie de discos producidos con maestría por Rick Rubin donde es capaz de ir del cancionero anónimo a Depeche Mode y hacer que todo le pertenezca. Lo que estremece en este gospel atribuido a Claude Ely (“No hay tumba que pueda alojar mi cuerpo”) es que pertenezca al álbum póstumo American Recordings VI y que haya sido grabada apenas unas semanas antes de su muerte.

“You’re not God” (Anna Calvi, 2019). Escrita y grabada para la serie (como su versión de “Red Right Hand”), “You’re not God” introduce la voz y guitarra de Anna Calvi (Inglaterra, 1980), una de las mejores cantautoras del nuevo siglo que se mantiene en un segundo plano a pesar de tener una discografía consistente y de que fuera señalada por Brian Eno aun antes de su debut. La Calvi, hija de italianos pero para nada calvinista, trae algo de Patti Smith y PJ Harvey en la mochila pero viaja por cuenta propia. Aquí se la escucha cruda y a la vez compleja en un ajedrez de ruido y silencio que estremece tanto como la escena que sonoriza. Despojada y dura, esta pieza pierde forma a medida que avanza como si hubiera sido abandonada en un estudio capaz de atrapar las voces del más allá.

“Kill Them with Kindness” (Idles, 2020). El crédito rocker del ultimo Lollapalooza acaso por su desaforada performance tiene aquí otro de sus números furiosos tomado del álbum Ultra Mono (2020). Acaso lo más destacable de esta canción de Idles (una formación mixta de irlandeses e ingleses) sea su título que bien podría haber salido de una recomendación de Tommy para alguno de sus sicarios: matalos con cariño. Muy lejos del standard de excelencia elegido para musicalizar las escenas de las seis temporadas. Un segundo de Black Sabbath convierte esta catarsis en berrinche.

“Pana-Vision” (The Smile, 2022). El arte etéreo de Thom Yorke sobrevuela Peaky Blinders ya con Radiohead (una notable escena de la primer temporada); en su fase solista o en proyectos paralelos como The Smile, que suma a Jonny Greenwood y Nigel Goldrich, guitarrista y productor de la nave madre. El hasta ahora único álbum de The Smile se llama A Light For Attracting Attention y fue editado en mayo con esta canción como adelanto. Claro que podría sumar en la discografía de Radiohead pero los caminos de Yorke son misteriosos y en cualquiera de los casos su impronta dramática y evanescente se lleva muy bien con la estética de la serie que, en sinergia, le debe tanto al cine como a ciertas zonas limítrofes de la canción pop con el avant garde.