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Poesía social contra los estereotipos en la República Democrática del Congo

Bukavu (RD del Congo), 21 may (EFE).- En un rincón tranquilo de la ciudad de Bukavu, en el este de la República Democrática del Congo (RDC), un grupo de ocho artistas improvisan poesías: son “slameurs”, jóvenes que encontraron en sus versos una manera de compartir sus opiniones, pensar en futuros distintos o exigir cambios.

“Siempre he dicho que el slam no es simplemente una manera de expresarse, sino también una herramienta de liberación. (...) En el slam he encontrado libertad para pensar de una manera distinta de la que me enseñaron desde que era pequeña”, dice a Efe la slameuse Patricia Kamoso, de 20 años, la única mujer de este grupo, que suele recitar en voz alta sus obras en auditorios o en torneos de poesía.

En el patio del centro cultural que acoge a estos trovadores apenas si llega el rumor constante de las calles de Bukavu -el rugido de los motores de las motocicletas, las bocinas de los coches-, una ciudad de casas bajas, a menudo modestas, que continúa desparramándose sin cesar por las colinas que rodean el lago Kivu.

También es una ciudad de colores: los grafitis que adornan las furgonetas de tránsito de pasajeros; las fachadas de las casas o de las tiendas, apiladas como cajas de zapatos sobre las colinas redondas; los destellos del sol en los tejados metálicos.

Pero la sombra de una guerra -los ataques de numerosos grupos armados golpean a los ciudadanos del este de la RDC desde hace más de dos décadas- oscurece esta urbe habitada por algo más de un millón de personas, entre ellas miles que huyeron de sus pueblos en busca de un refugio más seguro.

El slameur Achille Argus reconoce esos problemas, pero, en vez de insistir en ellos, sus poemas también hablan de la enorme diversidad cultural de esta región, su naturaleza exuberante, la belleza de sus paisajes, o la energía rebosante de las calles de Bukavu.

Para Argus, escoger esos temas no es solamente una manera de combatir los estereotipos sobre su país, sino también una manera de luchar contra el racismo.

“El racismo, la xenofobia o cualquier rechazo de otra persona se basa en la ignorancia. Odiamos a las serpientes porque nos han hablado mal de ellas. Pero las serpientes no tienen nada de malo. Lo mismo ocurre con los humanos”, opina Argus.

“Creo -insiste- que existe otra dimensión de Bukavu de la que nunca hablamos”.

LA POESÍA: UN INSTRUMENTO PARA DENUNCIAR

“En ocasiones escribo textos solamente para divertirme”, comenta Argus a Efe. “En el arte, en el mundo de la creatividad, también debe existir esa dosis de locura. No tenemos que ir dando lecciones todo el tiempo. Por supuesto, quiero que sucedan cambios sociales, pero también escribo simplemente por la belleza de este arte”.

Sin embargo, estos jóvenes sienten la responsabilidad de no obviar los problemas que observan en su día a día, o los que golpean a sus conciudadanos.

“Vivo en el este de la RDC”, destaca el slameur Mérou Mégaphone -su nombre real es Hervé Mushagalusa-, de 24 años. “Puedo ver lo que sucede en este país. Por eso hablo de la guerra, pero también sobre las tasas de desempleo, las pocas oportunidades para que los niños estudien... Existen muchas cosas que intento poner en evidencia”.

“En todas partes existen obstáculos que limitan la libertad de expresión”, añade Argus. “Pero creo que, en tanto que tenemos la capacidad de hablar, también tenemos el deber de denunciar y de no temer todas esas restricciones”.

LAS CONGOLEÑAS QUIEREN TOMAR LA PALABRA

En el centro cultural, los slameurs están a punto de recitar los poemas que escriben a toda prisa en el bloc de notas de sus teléfonos móviles.

Es un ejercicio para mejorar la capacidad de improvisación de estos poetas, para poder escribir más rápido.

Para concentrarse mejor, Kamoso ha girado su silla, así que ahora da la espalda al resto de sus compañeros y tiene sus pies apoyados en una pared.

Mientras crecía en Bukavu, explica esta joven, escuchó en numerosas ocasiones que había muchas cosas que las mujeres como ella no podían hacer.

Pero escribir le enseñó a pensar por sí misma, a encontrar sus propias opiniones, sus propias aspiraciones, sin repetir lo que otros esperaban de ella. Y recitar sus poemas le enseñó a defender esas elecciones en voz alta, con firmeza.

Kamoso, ahora, no se reconoce en esa niña tímida que hace cinco años se subió por primera vez a un escenario. Los micrófonos la han transformado.

A menudo, con el objetivo de visibilizar los obstáculos que resisten las mujeres congoleñas, los versos de Kamoso hablan sobre su transformación. Pero no siempre. Para ella, la capacidad del slam para conseguir cambios sociales va más allá del tema de los versos que se reciten:

“El simple hecho de que otras mujeres observen a una chica en un escenario haciendo algo que pensaban que era difícil o imposible -zanja- es una manera de terminar con la escasez de confianza en nosotras mismas, de decirles que nosotras también podemos lanzarnos a un escenario, de conseguir algo distinto”.

Pablo Moraga

(c) Agencia EFE