Por qué es peor ser un Niño-Adulto que un Peter Pan (sí, son cosas distintas)

Mirar atrás sirve para entender ciertas actitudes y comportamientos que ‘cantan’ en la edad adulta y nos impiden ser felices

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En muchas ocasiones el origen de este tipo de trastornos está en una infancia ‘disfuncional’. (Foto: Getty)

Nuestro pasado influye en nuestro futuro mucho más de lo que solemos pensar. Cuando alguien tiene una marcada inmadurez emocional, una fuerte inseguridad y un gran temor a no ser querido o aceptado hay que rebuscar en su pasado, donde es probable que encontremos una explicación.

Seguramente ha crecido en un entorno ‘intoxicado’ y por eso, es muy poco probable que consiga desarrollar una vida familiar normal y plena (aunque aparentemente lo parezca) a menos que haya recibido ayuda profesional. Es duro pero hay que romper las barreras y empezar a contarlo. Hay familias en las que la vida no es de color de rosa. Y no todo depende del estrato social o del dinero. En ocasiones un sólo miembro (llamémosle ‘manzana podrida’ aunque suene feo) puede desestabilizar a todo el clan y acabar trasladando el problema a sus hijos.

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Los niños extremadamente serios, responsables y adultos han tenido que asumir el papel de sus padres cuando estos no han sido capaces de hacerlo. (Foto: Getty)

¿Qué pasa cuando hay un adicto en casa?

Las familias en las que hay un problema de adicción suelen sufrir desorganización. En muchas ocasiones hay ausencia de reglas o los límites son confusos, nadie está encargado de las rutinas.

Además, no suele existir la celebración de eventos familiares y los roles de las personas que componen la familia suelen estar cambiados o distorsionados. Existen problemas de comunicación, negación o ocultación del problema, aislamiento físico y emocional y mucha variabilidad de estados de ánimo. En algunos casos hay malos tratos físicos y, casi siempre, malos tratos psicológicos.

Es evidente que esto tiene una repercusión directa en los niños, que lo que suelen encontrar es una negligencia emocional muy importante. Se trata de una falta de apoyo y comunicación y sentir que no pueden confiar en sus padres. Muchos creen que los padres no les quieren o llegan a pensar que son ellos los culpables de la situación por portarse mal o por el simple hecho de haber nacido.

Si no se trabaja con ellos pueden aparecer psicopatologías como dificultades de autocontrol, déficit de atención, hiperactividad, impulsividad, agresividad, baja tolerancia a la frustración, síntomas depresivos, ansiedad, fobias, trastornos escolares, trastornos del sueño, trastornos del comportamiento, asma, enuresis (incontinencia urinaria), inmadurez afectiva, perfeccionismo, baja autoestima o dificultades en las relaciones interpersonales.

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Ser un eterno niño tiene su lado malo, pero los Niños Adultos no han tenido opción porque sus padres han estado ausentes. (Foto: Getty)

También es posible la aparición del síndrome del Niño Adulto. Una tendencia a asumir responsabilidades de otros en un sentido exagerado de la responsabilidad (muy autoexigentes, perfeccionistas, gran necesidad de control, relaciones dependientes, búsqueda de la aprobación de los demás, etc.)

Y es que cuando las cosas no van bien en una familia, se suele producir una adicción, y cuando una adicción llega a un hogar, el enfermo y sus familiares sufren sus consecuencias.

“La adicción está relacionada en muchas ocasiones con causas de separación, órdenes de alejamiento, supresión de la patria potestad o visitas a los hijos, accidentes de tráfico. En ocasiones, los niños nacen con problemas de salud ocasionados por el consumo de alcohol o sustancias. Algunos desahucios o la ruina económica familiar se deben a conductas ludópatas por parte de alguno de los progenitores. ¿Dónde está el sentir de esos niños?”, pregunta Carmen Godino, asesora de la Confederación de Alcohólicos, Adictos en Rehabilitación y Familiares de España, (CAARFE).

Las repercusiones de la adicción paterna o materna sobre los hijos pueden ser enormes, aunque muchos padres y madres crean que sus hijos e hijas no se dan cuenta porque son pequeños. Hasta ellos captan que algo extraño sucede. Trabajar con ellos puede ayudar a prevenir que el patrón de conducta se repita de padres a hijos y nietos.

¿Dejarías que tus hijos fueran testigos de tu comportamiento compulsivo? ¿Sufres alteraciones emocionales y no sabes cómo gestionarlas? ¿Ocultas esa frustración tras un mal hábito?

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