El príncipe Andrés comienza a perder privilegios que con su madre conservaba

Retirado de la vida pública desde el 2019 y despojado de sus títulos militares y de la dignidad de Alteza Real, al príncipe Andrés, de momento, no le ha favorecido demasiado la llegada de su hermano al trono. Con la muerte de Isabel II, el duque de York perdió a una aliada poderosa, la única que le apoyaba dentro de la Casa Real, aunque no fuera como jefa del Estado, siempre podía contar con ella como madre. Sin embargo, los tiempos han cambiado, desde que es Carlos III el que se sienta en el trono, el príncipe Andrés vive prácticamente en el ostracismo y comienza a perder los privilegios que con su madre sí conservaba.

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Hasta ahora y, a pesar de no tener asignadas labores oficiales, el príncipe Andrés contaba con un equipo de seguridad armado que le protegía las veinticuatro horas del día durante los siete días de la semana y estaba disponible para acompañarle en sus eventuales desplazamientos por Berkshire, pero eso parece haber llegado a su fin. Según publicó The Sun el pasado domingo, a partir del 1 de diciembre, el príncipe Andrés no contará con este equipo personal, lo que supone un ahorro de tres millones de libras al año (aproximadamente tres millones y medio de euros) que salían directamente del bolsillo de los ciudadanos y que ahora la policía destinará a la seguridad de la propia ciudadanía.

Esta medida depende de forma oficial del Ministerio del Interior, de la Policía Metropolitana y, en última instancia, del Primer Ministro, por lo que, según el citado medio, el príncipe Andrés ya habría presentado su disconformidad y solicitado que no se le retire el servicio. Por otro lado, aunque la decisión quede en manos de estas instituciones, de forma tradicional se ha entendido que revisan, aconsejan y consensuan con la Casa Real. Es más, en enero de 2020, se hizo una revisión en la que la Policía Metropolitana (la que se conoce como Scotland Yard) hacía la recomendación (entonces quedó en una recomendación) de reducir de forma importante su seguridad. Entonces ya se advirtió que la seguridad real era un coste enorme y que no se podía ver como un derecho de por vida.

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La lógica es sencilla: si la protección es en base a sus funciones públicas y oficiales, por qué pagar con fondos públicos la protección de una persona que lleva desde el 2019 sin servir a la ciudadanía. Con Harry y Meghan lo dejaron claro, esgrimieron este argumento y no tuvieron tantas dudas: les cortaron la seguridad al salir de la Familia Real y ellos se enfrentaron legalmente con el Gobierno británico por lo que el príncipe Harry entiende que es su derecho, con el príncipe Andrés ha sido distinto, han esperado tres años, un relevo en la Corona y una recesión, ya que el Banco de Inglaterra ha anunciado que atraviesan uno de los periodos más largos de crecimiento negativo en el último siglo. Por otro lado, el asunto de la seguridad no es un debate fácil, lo vimos con los duques de Sussex, ya que un miembro de la Casa Real puede ser un objetivo terrorista como le ocurrió al príncipe Harry cuando estuvo en Afganistán y al propio Andrés cuando era pequeño y se convirtió en objetivo del IRA.

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La decisión, que toca directamente el dinero del contribuyente, ha sido bien recibida y ha supuesto un extra de popularidad para Carlos III en un momento en el que su reinado tiene que establecer las bases de cómo operará en el futuro y marcar líneas claras para evitar que lo otro escándalo de las dimensiones del Caso Epstein afecte a la imagen de la Corona. Por otro lado, conviene matizar que, aunque se le retira este privilegio, el príncipe Andrés sigue residiendo de forma oficial en el Royal Lodge, los terrenos reales que están alrededor del Castillo de Windsor en el condado de Berkshire, a una hora de Londres, por lo que su casa está en una zona protegida en la que residen otros miembros de la realeza.

La ausencia de Andrés: el destierro del favorito

Esta decisión transciende mientras en la Cámara de los Lores se discute la posibilidad de que tanto Harry como Andrés sean eliminados como consejeros del Estado para introducir en su lugar a la princesa Ana y al príncipe Eduardo, que son los que están activo y apoyan el día a día del nuevo rey. Hay que recordar que la figura del consejero del Estado es similar al de la regencia, es decir, aquellos que pueden actuar en nombre del soberano ante la ausencia o la enfermedad de este. Según la ley son los cinco primeros adultos en la línea sucesoria, por eso dos plazas la ocupan justo los dos príncipes que (aunque por motivos muy distintos) ya no sirven a la Casa Real.

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