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La pregunta del millón: ¿cómo saber si tuve un orgasmo?

En aquellos tiempos, antes de la gran peste, yo solía dar charlas y talleres presenciales en los que le preguntaba a mi audiencia “¿cómo se siente un orgasmo?”, las respuestas iban de “la mejor experiencia de mi vida” a “me salí de mi cuerpo” a “olas de cosquillas y placer me recorrían de pies a cabeza” a un gutural “UUFFFFBNASFLÑASKNKÑÑ”.

Descrito así, el orgasmo suena a una experiencia extrahumana: la petite mort —como nos gusta creer que le dicen los franceses—, el acercamiento a la muerte, la experiencia estética, el éxtasis infinito de placer y unión con el cosmos entero.

Y aun así, a pesar de toda su mistificación, a veces solo te vienes y dices “chale, voy a tener que lavar mis sábanas mañana”.

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Lo básico de lo básico: el orgasmo como función fisiológica

En aquellos tiempos, antes de la gran peste, yo solía contarle a mi audiencia que la definición del orgasmo, ya sin descripciones subjetivas y casi poéticas, en realidad es bastante sosa: es un reflejo que usualmente se dispara de forma súbita para liberar tensión sexual acumulada en un proceso de excitación.

Cuando el cuerpo activa ese reflejo, repentinas e intensas contracciones musculares en la zona pélvica provocarán, durante unos pocos segundos, una sensación fuerte de placer sobre esa zona (a veces puede expandirse al resto del cuerpo), finalizando con una relajación corporal intensa (lo que conocemos como la etapa de “resolución” en la respuesta sexual humana) y un breve periodo de dificultad o imposibilidad de excitación (el “periodo refractario”).

O sea, es como estornudo.

Checa: Orgasmo y eyaculación, dos cosas totalmente distintas: ¿por qué?

¿Ubicas cómo de repente sientes cosquillas bajo tu nariz, poco a poco se acumula esa tensión como una bola de nieve que se hace cada vez más y más grande hasta queeee aaah aaaah AAAH-CHUUUU!!!?

Bueno, algo así es el orgasmo, sólo que en vez de cosquilleo debajo de la nariz, es excitación sexual.

Lo que sucede durante la masturbación, el faje, el sexo oral, el coito, o cualquier práctica sexual es que el cuerpo va acumulando esa excitación hasta llegar a un punto en que la libera súbitamente en forma de orgasmo.

Para la mayoría de las personas, la manera más rápida de llegar a ese punto es a través de la estimulación del clítoris o del pene, aunque algunas personas lo experimentarán con juegos de rol, dinámicas de poder, sueños, estimulación de otras partes del cuerpo, etc.

El punto es la excitación acumulada y existen tantas formas de excitarse como personas en el mundo.

Un orgasmo es un lugar al que se puede llegar por muchos caminos.

FOMO: Fear of Missing Orgasmito

¿Por qué les aburro con esto y le quito la magia a una de las supuestas mejores experiencias humanas que existen?

Bueno, imagina que nunca has tenido un orgasmo o que no sabes si lo has tenido. Quizás ni siquiera lo tengas que imaginar y esa sea tu experiencia.

Y ahora imagina que por todos lados te encuentras con que esa experiencia que nunca has tenido es descrita como LA MEJOR COSA QUE PODRÍA PASARTE. Te da FOMO (Fear Of Missing Orgasmito). Te angustias. Te tensas. Compras juguetes sexuales. Pagas terapia. Vas a talleres. Frotas tu clítoris o tu pene como afilador de fierro viejo o DJ joven.

Intentas “venirte” de mil formas y todo lo que haces es espantarte el orgasmo como decir “salud” antes de tiempo espanta al estornudo; intentas “llegar” a un lugar interno del que te dieron una dirección incorrecta y ahora te encuentras sin mapa, ni referencias, ni brújula.

Das incómodas explicaciones a tus parejas sobre por qué el hecho de que no te vengas no significa que no la/lo/le deseas y, aunque intentas convencerte de que todo está bien, no puedes evitar escuchar una voz dentro de ti que te reclama: “¿Por qué no puedes tener eso que todo el mundo dice tener? ¿No te das cuenta que te van a abandonar por esto? ¿Acaso no lo estás intentando lo suficiente? ¿Por. Qué. No. Eres. Normal?”

La presión por tener un orgasmo

Y luego está la pregunta: “¿Cómo saber si ya tuve un orgasmo?”, en la que la mayoría de las respuestas son: “Lo vas a saber, es como si preguntaras ‘¿cómo saber si ya estornudé?’”

Y esto podría ser atinado si no fuera porque nadie dice ACABO DE TENER EL MEJOR ESTORNUDO DE MI VIDA después de que un poco de pimienta le entró por la nariz.

¿Cómo no vamos a sentir muchísima presión por un evento fisiológico sin importancia ni significado inherente cuando lo describimos en semejantes términos? ¿Cómo no vamos a creer que su presencia o ausencia es señal de amor o fracaso? ¿Cómo no vamos a condenar a muchísimas víctimas de abuso sexual a años de culpa y vergüenza por creer que el hecho de haber tenido un orgasmo es significado de que deseaban su abuso, —una idiotez equivalente a si les dijéramos que estornudar significa que secretamente deseaban tener alergias—? ¿Cómo no vamos a tener disfunción eréctil, eyaculación precoz o retrógrada, preorgasmia, anorgasmia o, simplemente, experiencias sexuales incómodas y desagradables por la presión de tener una experiencia fisiológica que ha sido agrandada al punto de lo absurdo?

Y ahora sí: ¿cómo saber si tuve un orgasmo?

¿Quieres saber si has tenido un orgasmo o no? Pregúntate: “¿He sentido en mi cuerpo acumulación de tensión sexual al punto en que se liberó de forma relativamente súbita en donde sentí placer y contracciones musculares seguidas de relajación?”

Si tu respuesta es “sí”, entonces, ¡felicidades!, has tenido un orgasmo.

Y si llegaste al Nirvana y le hiciste cosquillas a los dedos de Dios, o simplemente te viniste rápido unos minutos antes de esa junta incómoda de Zoom, bueno, eso ya será otra cosa, pero sigue siendo un orgasmo.

Y si tu respuesta es “no”, entonces, no te preocupes, tu cuerpo tiene capacidad de sentirlo y es posible aprender a hacerlo en tus propios términos y en tus propias condiciones. Se trata de disfrutar el proceso, no sólo del orgasmo, sino de todo el placer de la interacción sexual.