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Miguel Bosé, de cómo el ídolo de los 80 se convirtió en una burla de sí mismo

En la famosa película de 1962 'What Ever Happened to Baby Jane?', la mítica actriz Bette Davis interpreta a una actriz que fue una estrella en su niñez y adolescencia, pero que en su estrafalaria decrepitud se desconecta de la realidad y vive alucinada en un mundo de pleitos y rencores, creyendo ser todavía una gran figura juvenil. Algo semejante a ese personaje icónico de la historia del cine le ha ocurrido a Miguel Bosé.

MADRID, SPAIN - NOVEMBER 10: Miguel Bose poses during the presentation of his book 'El hijo del Capitan Trueno', on 10 November 2021, in Madrid, Spain. (Photo By Jose Oliva/Europa Press via Getty Images)
Bosé y su libro 'El hijo del Capitan Trueno'. (Photo By Jose Oliva/Europa Press via Getty Images)

"La pandemia acabó con mi carrera" exclamó el intérprete de 'Bambú' ante los medios hace poco, durante una de las múltiples presentaciones que ha tenido su libro de memorias 'El hijo del Capitán Trueno' —han sido muchas y no todas afortunadas, ahí está lo que pasó con Jorge Poza, por ejemplo—, que es la más reciente incursión en la cultura del hijo de la legendaria actriz Lucia Bosé y del torero Luis Miguel Dominguín, que busca desesperadamente recuperar el fulgor perdido de su celebridad, mismo que se ha ido apagando gracias a sus cada vez más obvias excentricidades, que han venido a demoler la imagen que con tanto cuidado había construido.

Hubo un tiempo —quizá los más jóvenes no lo recuerdan, por que hace unos 15 años que realmente no ha dado un gran golpe Bosé, salvo por sus discos de duetos, que lo regresen a las listas de popularidad— en que Miguel Bosé era el cantante más sofisticado, admirado, a veces imitado, nunca igualado y muy respetado y comentado de la música pop en habla hispana.

Después de debutar como baladista juvenil a fines de los 70 con canciones como 'Linda' y 'Amiga', y de causar polémica por bailar y vestir de un modo muy amanerado (bueno, lo cierto es que Bosé nunca fue un modelo de virilidad; siempre fue de un amanerado sublime, pero con mucha elegancia, eso sí) para cantar 'Don Diablo' y 'La Chula' y después transformarse en la respuesta más cercana que ha tenido la música en español a músicos avant-garde como David Bowie y Brian Eno, tanto en estilo musical, como de apariencia.

Los furores que causaba en los 80 — más o menos desde a aparición de 'Amante Bandido' en 1984 o 'Salamandra' en 1986, culminando con el golpe doble que fueron 'XXX' en 1988 y 'Los chicos no lloran' en 1990— no los alcanzaba nadie en México, excepto Juan Gabriel o Vicente Fernández (que era, naturalmente, otro tipo de música): ni Emmanuel, ni Mijares, ni Luis Miguel.

Nadie podía con el andrógino, enigmático, anguloso Bosé, que parecía una versión masculina de los extraordinarios rasgos de su madre, quien fuera una de las mujeres más fotografiadas de Italia, que hizo filmes que son legendarios y que le dio todo el afecto y apoyo que él, como niño obviamente homosexual desde una edad muy temprana, no recibió de su padre, quien siempre lo trató de una manera exigente y distante, y con quien tuvo una relación tortuosa hasta que murió. En cambio, con Lucia (y con sus hermanas, Lucia y Paola) siempre tuvo amor, comprensión y excentricidades compartidas.

En parte, de esto trata el libro, en el que Bosé —que por décadas buscó mantener su vida privada en secreto y ahora la ha visto exhibida sin pudor por terceros, debido a la batalla campal con el ex amante con quien tiene tres hijos, que lo llevó a tener que admitir lo que ya era un secreto a voces—trata de hacer las paces con esas otras encarnaciones suyas que iban del niño que se moría por, aunque fuera, limosnas de amor del padre, al joven que creció entre genios y celebridades —todos amigos de sus padres—, a estar a los 19 años en el set de la memorable película 'Suspiria' con Jessica Harper (uno de los filmes de terror más célebres de todos los tiempos), a ser un ídolo mundial antes de los 30 años.

Pero no es la pandemia lo que acabó con su carrera y él debería ser el primero en reconocerlo, aunque —como Baby Jane Hudson en la ficción— no puede hacerlo: ya está fuera de la realidad que los demás conocemos. El problema viene con sus dobles morales y actitudes petulantes — declararse antivacunas y antimascarillas en pleno COVID y después hiciera lo contrario a escondidas y al reclamársele se puso hecho una fiera.

La pandemia no acabó con su carrera, pero sí con lo que le quedaba de su buen juicio; no hay otro responsable del declive de Miguel Bosé, que Miguel Bosé. Y él tendrá que vivir con ello.

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