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Quiero viajar sin los niños ¿cuándo estarán preparados para separarse de mí durante días o semanas?

Para un niño pequeño la relación con su madre o figura primaria de apego es la más importante de todas, y lo más importante del mundo/Getty Images.
Para un niño pequeño la relación con su madre o figura primaria de apego es la más importante de todas, y lo más importante del mundo/Getty Images.

Si hacemos una búsqueda en Internet con la frase “viajar sin niños”, aparecerá un montón de contenido refiriéndose a los beneficios de la práctica de irse de vacaciones o de trabajo, sin los hijos, para la higiene emocional o desarrollo profesional de los padres. Te animarán con muchos tips y recomendaciones, te dirán que es una excelente experiencia para que tus hijos aprendan a ser independientes. Pero lamento informarte que si los niños pudieran generar esos contenidos el escenario se plantearía radicalmente diferente.

El punto de vista del niño

Imagínate que estás en un centro comercial con tu peque de tres años, de pronto se aleja y lo pierdes de vista, no sabes si lo volverás a ver en treinta segundos, diez minutos o nunca más ¿cómo te sentirías? Es lo mismo que experimenta un peque hasta los dos o tres años sin noción del tiempo para saber que su mamá está en otra parte y va a volver. Por eso muchas mamás me cuentan que lloran como si los estuvieran matando cuando se van a dar una ducha y las pierden de vista aunque estén en la habitación contigua.

Para un niño pequeño la relación con su madre o figura primaria de apego es la más importante de todas, y lo más importante del mundo. Por eso sufren mucho cada vez que se tienen que separar de ella aunque se queden bien cuidados a cargo de otras figuras secundarias de confianza. Puede ser que acaben resignándose, pero ¿a qué costo? Muchas mamás me cuentan que al regresar de un par de semanas de viaje sin niños, se encuentran con que su peque actúa de modo extraño, desvía la mirada, gira el rostro y manifiesta otras conductas evitativas frente a los intentos de contacto por parte de la madre.

Se trata de una estrategia de sobrevivencia para minimizar, hipoactivar, desconectarse de las emociones como mecanismo de protección ante el dolor por el abandono, descuido, indiferencia o malos tratos de los padres. Esto alude a un patrón de apego inseguro. Puedes leer aquí como se construye y las consecuencias que tiene para el desarrollo de la salud emocional y la psique de los niños.

Entonces, ¿qué se debe hacer?

Si pides mi recomendación basada en evidencia científica y también en la ética de los buenos tratos a la infancia, te diría que siempre que puedas, e incluso cuando creas que no se pueda, insiste en buscar la forma de evitar separarte durante períodos de tiempo que tu hijo o hija no esté en condiciones de sobrellevar por su momento madurativo, por las circunstancias que experimenta o por otras razones la separación.

Además de la edad hay otros factores que debemos tomar en cuenta. Puede ser que un niño mayor o un adolescente esté equipado madurativamente para sobrellevar mejor las separaciones durante algunos días o semanas, pero las circunstancias que atraviesa en un momento dado juegan en contra. Por ejemplo, no existen cuidadores sustitutos o lugar de confianza idóneos donde dejarlos, está sufriendo alguna crisis en la que nos necesita más cerca que en situaciones normales, con lo cual agregar un cambio más comportaría estrés acumulativo, entre otros.

Una separación a la medida de las posibilidades de cada niño o niña puede llevarse mejor o peor según sean las capacidades de los padres de conectar y permanecer o no, de establecer vínculos seguros o no, de gestionar o no la influencia de una sociedad que desconoce las necesidades y la lógica infantil y bombardea para que tomen decisiones en dirección opuesta a la presencia, permanencia, cuidado de los hijos.

Por supuesto que no es igual hablar de un niño pequeño (cero a tres años) o en primera infancia (hasta los siete años) que de un niño o niña de ocho años en adelante o de un adolescente. Tampoco como dije antes podemos generalizar porque cada niño tiene un temperamento que trae de fábrica, pero lo que sí podemos asegurar es que para un niño sobre todo en la primera infancia la separación de su figura de apego primaria (en la mayoría de los casos la madre) no es un tema menor. Un niño pequeño no tiene los mismos recursos emocionales, cognitivos y sociales que un niño grande o un adolescente para sobrellevar pernoctas sin sus padres, pero especialmente sin su madre.

Si ya en la vida diaria son pocas las horas o momentos en los que los niños pueden estar con sus progenitores presentes y conectados, justamente las vacaciones comportan un período de oro para estar juntos y resarcir ese vacío. Aprovéchalo para compensar a tus hijos con tu presencia y para disfrutar con ellos sin horarios laborales y otros deberes limitantes.

El modelo de cuidados mayoritario en nuestro sistema occidental conduce a alejar a los padres de sus hijos en todo momento y en todos los aspectos (físico y emocional) para meternos de cabeza en la productividad y el consumo. Si los niños pudieran manifestar públicamente su punto de vista como lo podemos hacer los adultos, tendrían mucho que decir sobre el sufrimiento psicológico que les supone verse privados constantemente de la presencia y conexión de sus padres. Pero no tienen otra opción más que seamos las personas con el deber de protegerlos, las que hablemos por ellos.

Puedes encontrar opciones amables para disfrutar de tiempo libre sin separarte durante días de tus hijos, pero hay que pensar fuera de la caja

Cuando las personas se casan o constituyen una pareja asumen que se acaba la soltería, pero cuando tienen hijos parece que no terminan de asumir que pasan de ser una pareja a ser una familia. Si no somos capaces de integrar que los hijos nos cambian la vida y nos cuesta asumir el compromiso que esto supone, busquemos ayuda. Ese duelo hay que procesarlo para reajustarnos y afrontar la nueva etapa vital.

Por otra parte siempre podemos buscar opciones respetuosas de las necesidades de los niños para tomar tiempo libre sin ellos, pero hay que pensar fuera de la caja porque el estilo de vida en nuestras sociedades no lo pone fácil.

Se trata de adaptar las necesidades de recreación/Getty Images.
Se trata de adaptar las necesidades de recreación/Getty Images.

¿Qué tal si organizas salidas por períodos cortos de tiempo adaptados a la capacidad de espera de los niños a quienes podrías dejar a cargo con una figura secundaria de confianza (abuela, tía, comadre), para ir a un concierto, ver una película, al gimnasio o encontrarte con amigos?.

¿Podría ser posible llevar de viaje de vacaciones o de trabajo a los abuelos, a un cuidador de confianza para que se haga cargo de los niños mientras tomas algo de tiempo razonable para hacer planes o actividades solo para adultos sin necesidad de desconectarte de tus hijos por largos períodos?.

Pon en marcha tu sabiduría y creatividad para encontrar soluciones alternativas. No se trata de exigir a los padres privarse de disfrutar de momentos sin niños, sobre todo según sus hijos van creciendo. Se trata de adaptar las necesidades de recreación, libertad, higiene mental, trabajo, de los adultos, a los tiempos de espera que pueden tolerar los niños sin sus padres, según su edad, temperamento, circunstancias. Sobre todo entender que la tolerancia infantil naturalmente dependiente de sus figuras de apego no tolera bien los períodos de separación largos y frecuentes.

¿Cuando la situación es extrema se justifica una separación?

Incluso en situaciones extremas de emergencia humanitaria que implican evacuaciones rápidas, como guerras o desastres naturales, los protocolos internacionales priorizan mantener a los menores con su familia, especialmente con la madre. Es justamente en situaciones de peligro o amenaza cuando los niños y niñas por estrategia básica, biológica recurren a sus figuras de apego para sentirse a salvo, con lo cual sacarlos de su entorno afectivo puede suponer un trauma mayor que la misma guerra o situación de desastre.

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