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Un recital a la verónica de Urdiales y Aguado no redime otra tarde anodina

Madrid, 27 may (EFE).- El soberbio toreo a la verónica que ejecutaron Diego Urdiales y Pablo Aguado a los dos primeros toros no fue suficiente para redimir más el anodino trascurso de una tarde más de la feria de San Isidro, lastrada hoy por el desrazado comportamiento de los astados de la divisa de El Pilar.

Claro que, más allá de consideraciones artísticas, en la reseña y la estadística del festejo quedará la vuelta al ruedo que dio Francisco de Manuel a la muerte del tercero, tras una muy benevolente petición de oreja una vez que, al final de su irregular trasteo al sobrero del Conde de Mayalde, cobró una contundente estocada que hizo que se desatara esa forzada euforia.

Pero, de una u otra forma, el toreo a la verónica, que hizo rememorar a Las Ventas la verdad del toreo clásico, fue lo que marcó esos dos únicos momentos estelares de la tarde que pueden quedar en la memoria del ya fatigado y, hasta crispado, abonado a una feria que no levanta cabeza.

En el duelo, abrió el fuego Diego Urdiales con el quite de cuatro embraguetados lances que le recetó al elefantiásico primero, que tuvo un cierto amago de nobleza para que el riojano lo meciera en las bambas de su capote, asentadísimo de plantas y sutil de muñecas.

En su turno, tras el segundo puyazo, le replicó Aguado por el mismo palo, igual de templado aunque con las manos más altas, para que al momento le respondiera Urdiales con nuevas verónicas, un lance al delantal y una enroscada media belmontina, ya con el toro quedándose tan corto como en la frustrada faena de muleta.

El recital continuó con el segundo, ahora de la mano del sevillano, que trató con suavidad a un toro de El Pilar que ya no remataba las embestidas, pero que acabó tomando una redondísima e interminable media verónica que hizo rugir a la plaza, más o menos como en la que repitió al dejarlo ante el caballo de picar.

Y aún le daría Aguado otros lances a pies juntos muy estimables para contestar al intento de entrar en liza de Francisco de Manuel, solo que ya el noble animal acusaba la escasez de fuerzas que mostró ante la muleta, con la que el torero de Sevilla le sacó naturales de buen trazo con idéntica suavidad y gusto, aunque sin alcanzar cotas mayores.

El resto de la corrida, entre el constante y desabrido griterío de parte del tendido, tuvo menos brillantez, incluida la movida y gestual faena de De Manuel a ese áspero sobrero que le volteó secamente, pero sin consecuencias, en la apertura de rodillas y del que no lograría sacar mucho en claro.

Urdiales y Aguado se estrellaron después, respectivamente, con un cuarto vacío y desentendido y un quinto desfondado por completo que acabó aculado en tablas, mientras que el joven madrileño, le puso empeño, sin mayor brillantez, a un sexto rebrincado en un deslavazado esfuerzo, dos horas después de la que ya era lejana cima capotera, de la tarde y probablemente de la feria.

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FICHA DEL FESTEJO:

Cinco toros de El Pilar y uno de Conde de Mayalde (3º, segundo sobrero, sustituto del titular y del primer sobrero del mismo hierro, devueltos), éste con carnes y de áspero juego. Los anunciados lucieron un trapío dispar, con tres de excesivo volumen, por encima de los 600 kilos, y tan escasos de raza como los más terciados.

Diego Urdiales, de rioja y oro: estocada delantera (ovación); media estocada atravesada (silencio).

Pablo Aguado, de malva y oro: pinchazo y estocada desprendida (ovación tras aviso); dos pinchazos y estocada corta (silencio).

Francisco de Manuel, de corinto y oro: estocada (vuelta al ruedo tras aviso y petición de oreja); dos pinchazos, pinchazo hondo, estocada y cuatro descabellos (silencio tras dos avisos).

Entre las cuadrillas, Juan Carlos Rey y Sánchez Araujo, saludaron tras banderillear al sexto.

Decimosexto festejo de abono de la feria de San Isidro, con lleno en los tendidos (22.273 espectadores, según la empresa), en tarde nublada y fresca.

Paco Aguado

(c) Agencia EFE