‘Regression’: Las expectativas incumplidas de Amenábar

Seis años de silencio –un anuncio de cervezas y un videoclip no cuentan a estos efectos– son muchos para un director. Cierto es que Alejandro Amenábar no es de los que se prodiga en la pantalla a lo Woody Allen, con estreno por año. El director de Tesis es más de tomárselo con calma, mucha calma. Tanta, que desde su anterior trabajo, Ágora, han pasado seis años en los que el cine español ha cambiado mucho para bien. Ha sido su ausencia más larga. De ahí que su regreso al cine haya levantado tanta expectación. Y tanta espera, ¿para esto? Esa es la sensación generalizada tras las proyecciones a los medios de Regression, su largamente ansiado nuevo trabajo.

(Foto: Universal Pictures)

Las críticas no están (del todo) de su parte. Regression abrió el recién terminado Festival de Cine de San Sebastián sin la cálida acogida que se esperaba. Era su estreno mundial tras la cancelación del estadounidense previsto para el 28 de agosto, donde sigue sin fecha en el calendario. El thriller policial y pretendidamente de terror de Amenábar no cumple las expectativas y eso, tratándose del que fuera niño prodigio del cine español, duele mucho. Ágora, hace ya seis años, dividió a los críticos. A favor o en contra. No se ponían de acuerdo. Algo que no pasa con Regression. La sensación es de una oportunidad desaprovechada.

Cierto es que la película, que cuenta la historia del detective Bruce Kenner (Ethan Hawke) y el supuesto caso de violencia satánica al que ha sido sometida la adolescente Angela Gray (Emma Watson) en un pequeño pueblo de Minessota en los noventa, no es una mala película con todas las letras. No es mala. Lo que no quiere decir que sea buena. Está magistralmente rodada, muy bien dirigida, con una técnica impecable, planos y secuencias dignas de estudio para los aspirantes a cineastas, una música que acompaña a la perfección cada idea, pero… ahí va el ‘pero’, el guión no termina de cuajar.

(Foto: Universal Pictures)

El problema está en la historia. Desde los primeros compases de la película se atisba ese giro argumental que, teóricamente, debería sorprender al espectador. Quizá, siendo Amenábar tan inteligente come es, haya sido intencionado. Da igual. Intencionado o no, no funciona. Y la sensación al final de Regression, o incluso durante su visionado, es de frialdad, algo no encaja, esta película no puede ser de Amenábar. Quizá otro podría haberla filmado y se le habría alabado por ello, pero no al director de Mar adentro y Los otros. A él, hay que reconocerlo, se le exige más, se le mira con una lupa mayor. Se le pide más porque es capaz de más. De mucho más y mejor de lo que se ha visto en Regression. Y por eso duele.

Amenábar recupera en su último trabajo las obsesiones y temáticas que lleva explorando desde que comenzase en esto del cine como un veintañero inquieto a comienzos de los noventa con sus cortos Himenóptero y Luna. Hay pautas que se repiten en todas sus películas. La violencia, la religión, la naturaleza del ser humano, la complejidad de la mente, la manipulación, la influencia de los medios… Todo ello, esta vez con la muletilla ‘inspirado en hechos reales’, está en Regression. Sabe mucho de cine y eso se nota en sus películas.

(Foto: Universal Pictures)

Sin embargo, sin bien en trabajos anteriores sorprendía, aleccionaba y convencía, esta vez no ha sido así. Regression se queda en una película muy bien hecha –no podía ser de otra forma estando quien está tras la cámara– cuyo pecado capital, para algunos mortal, es contar una historia que no solo no trasciende, sino que no cala, que deja frío. Llega un momento en el que da igual lo que le ocurra a los personajes. Y eso, en la sala de un cine, no es buena señal.

Las expectativas nunca son buenas consejeras a la hora de abordar una película, ya sean estas para bien o para mal. Pero tratándose de Amenábar no podría ser de otra forma. Él mismo se ha puesto el listón muy alto y es normal, de ley, que se le exija más de lo visto en Regression. Es capaz de ello. Quizá en la próxima. Hasta los más grandes tienen un día malo. Solo cabe esperar que no pasen otros seis años y que lo que venga sí cumpla.