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RESEÑA | Ensayo de un Crimen: Una sátira sobre la burguesía y la necesidad de reconocimiento

RESEÑA | Ensayo de un Crimen: Una sátira sobre la burguesía y la necesidad de reconocimiento
RESEÑA | Ensayo de un Crimen: Una sátira sobre la burguesía y la necesidad de reconocimiento

Cuando pensamos en Luis Buñuel, quizá los primeros títulos en aparecer en nuestra memoria sean Un Perro Andaluz (100%) o Los Olvidados (94%), claro que cuenta con otros que sobresalieron a lo largo de su carrera, sin embargo, estos fueron los que generaron más conversación entre los críticos y la sociedad en general. Proveniente de la época en la que el surrealismo estaba en pleno auge en España – basta con mencionar su cercana amistad con Salvador Dalí para ponernos en contexto –, Buñuel llegó a México para pasar el resto de su vida y llevar a cabo el resto de su obra.

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En un principio, el cineasta nacionalizado español/mexicano, dejó un mal sabor de boca a varios mexicanos por su retrato de los mismos. En los años cincuenta, en donde el Cine de Oro producía sus más valiosas joyas, el mexicano estaba acostumbrado a ser mostrado como una persona feliz que cantaba a la menor provocación; como personas que podrían vivir en pobreza, pero siempre con esperanza y el mejor de los ánimos, o bien, con historias de charros que peleaban por el amor de una bella dama, o por su amistad misma.

En ese entonces, el cine nacional maquillaba la realidad sobre la mexicanidad, y tampoco podemos negar el impacto y la importancia que eso tuvo. Pero cuando surgieron películas que mostraron al país desde el ojo extranjero, las cosas se tornaron turbias. Hay que recordar que, en 1932, el cineasta soviético Sergei M. Eisenstein hizo lo suyo con ¡Qué viva Mexico!, una película de cuatro episodios que retrata la realidad de los indígenas en la época de la revolución. Uno de los momentos más impactantes, es lo que enfrenta un hombre después de revelarse a sus patrones.

Pero en el caso particular de Buñuel, llegó para mostrar algo que en ese mismo momento se estaba viviendo; Los Olvidados es, sin duda, la fotografía real de las familias pobres, sus problemas reales, conflictos y pérdidas catastróficas, partiendo de una nota roja que leyó en algún periódico. Hubo muchas personas molestas en su momento, pero hoy en día es una de las películas más importantes que se han realizado en el país a pesar de romper con el ideal del mexicano feliz.

Cinco años más tarde, el director sería elegido para hacer la adaptación de una novela policiaca llamada Ensayo de un Crimen, escrita por Rodolfo Usigli . En un principio, la película parece ser uno de esos proyectos de encargo que la mayoría de los realizadores acepta para poder financiar futuras producciones con las que ya sólo se preocuparán por seguir sus propias reglas, y, por supuesto, darles un poco de paz a quienes quedaron molestos con la película protagonizada por Roberto Cobo y Alfonso Mejía.

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Ensayo de un Crimen (100%) resulta ser una sátira sobre la burguesía mexicana, y la necesidad del hombre por ser reconocido a como dé lugar. Está lejos de la crudeza a la que el cineasta tiene acostumbrados a los espectadores, pero aprovecha la oportunidad para ofrecer algo más – cosa que en su momento molestó a Usigli e incluso hay rumores sobre una supuesta demanda –. La película presenta a Archibaldo de la Cruz, un hombre de familia acomodada que, al ser hijo único, siempre fue un consentido y se le daba lo que quería.

Un día, siendo ya un adulto, se encuentra en una tienda de antigüedades en donde se topa con un artefacto de su infancia del que había sido separado: la caja musical que le regaló su mamá. Antes de que alguien más la compre, Archibaldo cuenta su historia y explica que esa caja se la llevaron cuando, durante la Revolución, saquearon su casa. Por su puesto, la bella caja con una bailarina encima le trae importantes recuerdos que lo conectan con su madre y esa sensación de que merece tener lo que quiere y ser reconocido de algún modo.

Desde los primeros minutos el público se entera que el protagonista, interpretado de manera magistral por Ernesto Alonso, ha cometido crímenes contra mujeres; o al menos eso es lo que él pretende presumir. Quizá una versión más reciente de una trama similar sea Psicópata Americano (67%), también basada en una novela, misma que se publicó en 1991 por Bret Easton Ellis . La diferencia entre ambas películas es que el personaje de Christian Bale se entera que nunca cometió los crímenes de los que estaba orgulloso hasta el final, mientras el papel de Ernesto Alonso es consciente de ello de que sus fantasías siempre son interrumpidas.

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Claro que suena trágico pensar en asesinatos o en una persona que anhela cometerlos, pero la manera en la que lo maneja Buñuel resulta bastante divertida, e incluso parecería que en algunos momentos se burla del clásico melodrama mexicano ridiculizando – de manera equilibrada – la relación entre los personajes. En la cinta destacan tres mujeres: Patricia (Rita Macedo), Lavinia (Miroslava) y Carlota (Ariadna Welter), mismas con las que ha fantaseado asesinar de manera brutal.

Archibaldo, a pesar de ser estrictamente organizado, nunca logra su cometido y por alguna razón desconocida, el destino tal vez, al menos dos de sus víctimas, mueren de manera atroz a manos de alguien más o a ellas mismas. Este punto es aprovechado por el cineasta para evidenciar una situación que hasta hoy es un problema en México y otros países, es decir, las grandes fallas o falta de interés del sistema judicial. Como el caso de una de estas mujeres que se resolvió en un par de horas dándolo como resuelto sólo con una supuesta carta de suicidio por la que ya no quisieron indagar más a fondo; de hecho, hace una pequeña broma sobre los policías planeando ir a desayunar mientras se levanta un acta con el cadáver aún presente.

Las escenas en las que el también director de Viridiana (100%) hace uso de su particular mirada, son en las que el protagonista comienza a fantasear en cómo podría matar a las mujeres, con juegos de luces y sombras, acercamientos y particulares transiciones con sangre. También es importante reconocer el lugar que él le dio a sus personajes femeninos, pues cada una de ellas experimenta su libertad sin pretender juzgarlas. Patricia es una mujer que ama el dinero y ha usado a muchos hombres importantes para obtenerlos, coqueteando de manera descarada con el que se le ponga en frente, sin embargo, la única razón por la que podría caer mal, es su personalidad tan explosiva, ruidosa que incluso, al mismo tiempo, agrada.

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Por otro lado, está Lavinia, quien también se da la oportunidad de ser coqueta, seductora y provocadora desarrollándose de manera tan elegante como los diálogos que comparten los personajes. Finalmente, Carlota, es quien representa el ideal de la mujer pura de alta sociedad en quien Buñuel aprovecha ese papel para mostrar que también puede experimentar su libertad femenina a través de la sexualidad y, a pesar de tener como amante a un hombre casado, sigue sin sentirse como una figura que debamos ver mal.

De hecho, es Carlota a quien Archibaldo pretende usar como un amuleto religioso que, según sus creencias, podría encaminarlo a su salvación. Así es como Buñuel pone sobre la mesa, de manera intencional o no, la hipocresía religiosa y social, respondiendo a la socialité, quienes se quejaron sobre el crudo retrato en Los Olvidados, con una película en donde los pinta externamente de una forma más ideal, pero que en esencia, se burla y los pone en ridículo al demostrar esa ansiedad de querer ser vistos y reconocidos a como dé lugar, incluso, poniendo sus actos como una supuesta salvación; algo que Archibaldo propone en un diálogo al principio.