RESEÑA: Juegos Inocentes | el poder y los peligros de la infancia solitaria

RESEÑA: Juegos Inocentes | el poder y los peligros de la infancia solitaria
RESEÑA: Juegos Inocentes | el poder y los peligros de la infancia solitaria

Stephen King alguna vez dijo que la infancia era un mito para todos porque realmente no recordamos las cosas que nos pasaron a pesar de que nos formaron. El cine ha abordado este tema desde siempre y para hacerlo ha utilizado distintos recursos y géneros que intentan, no siempre con éxito, ponernos en la piel y mente de un pequeño que todavía está descubriendo el mundo y su lugar en él. El horror gusta explotar esto para ponernos a niños en peligro como en It (Eso) (85%), Chucky, el Muñeco Diabólico (67%), El Teléfono Negro (93%) o Something Wicked This Way Comes; o para situarlos a ellos como los perpetradores sin control que podrían llegar a ser si tuvieran poder sobre los adultos como en ¿Quién puede matar a un niño?, The Children o Los Niños del Maíz (38%). De entre todas estas propuestas, Juegos Inocentes (90%), dirigida por Eskil Vogt, sobresale porque logra mezclar magistralmente todos estos puntos creando empatía, expectativa, indignación y un extraño reconocimiento con los niños protagonistas.

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Aunque Eskil Vogt tuvo un cierto reconocimiento con su cinta Blind, lo que realmente puso su nombre en el mapa fue su alianza con Joachim Trier, para quien escribió La Maldición de Thelma (94%) y La peor persona del mundo (95%). Estas cintas son protagonizadas por mujeres más o menos adultas o pasando por esa transición, y la atención del guionista para llenar de complejidad a estos personajes demuestra su capacidad para entrar a mentes fragmentadas sin juzgar y siempre buscando esos elementos universales que, aunque incómodos, son importantes para definirnos como figuras de la sociedad: empleado, esposo, estudiante, pareja, hijos, etc. Con esto en mente, es fácil comprender por qué decidió enfocarse en las infancias para su más reciente trabajo y es que nadie está más olvidado por la sociedad que un niño.

Juegos inocentes nos presenta a Ida (Rakel Lenora Fløttum), una pequeña que comienza la historia mudándose a un nuevo departamento junto a sus padres y su hermana mayor Anna (Alva Brynsmo Ramstad). De inmediato se entiende que la dinámica de esta familia es diferente a la de otras porque Anna fue diagnosticada con autismo a temprana edad así que Ida a veces se siente ignorada y molesta por tener que ser responsable cuando lo único que quiere es encontrar amigos para jugar fútbol, explorar el bosque frente a su hogar y disfrutar de lo que queda del verano. Como sucede con todos los niños que están aprendiendo a distinguir entre el bien y el mal, la pequeña suele cometer actos que para el público adulto lucen preocupantes, pero para las infancias resuenan por ser producto de su entorno y una reacción inmediata a sus sentimientos. El ejemplo más claro se da en lo primeros minutos de la cinta cuando las niñas viajan en la parte trasera del auto, donde Ida pellizca con fuerza a Anna, en parte para sacar su frustración y en parte para sorprenderse porque su hermana no parece sentir dolor.

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La pequeña Ida, amada por sus padres pero a veces olvidada por la atención que deben prestar a su hermana, no logra encontrar con quién relacionarse en este nuevo entorno hasta que conoce a Ben (Sam Ashraf), un niño que de inmediato sella su amistad mostrándole su escondite en el bosque y su peculiar habilidad sobrenatural para mover objetos ligeros a voluntad. A la par, vemos a otra niña solitaria llamada Aisha (Mina Yasmin Bremseth Asheim) que parece tener una conexión profunda y psíquica con Anna, quien a su vez también desarrollar poderes especiales. Ida es la única que no parece tener alguna capacidad así, pero por primera vez nada de eso importa porque por fin se ha hecho de un grupo con el que puede conectar. Estas escenas donde los niños experimentan cobran más sentido cuando se analizan desde la perspectiva de la unión infantil y la influencia que otros tienen en nuestro desarrollo.

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Entre el drama de la soledad y el crecimiento, podría ser fácil olvidar que estamos ante una obra de horror, pero el director sabe muy bien cómo plantar migajas narrativas que van evolucionando poco a poco. Antes de que los cuatro amigos se unan gracias a sus habilidades, Ida y Ben pasan un tiempo juntos a solas y ambos parecen compartir la moral disociada infantil que puede ser fatal si no se corrige a tiempo. En una de las escenas más impactantes y efectivas, Ben toma un gato y decide arrojarlo de muy alto para probar que cae de pie. Este momento, y lo que sucede minutos después, le demuestran a nuestra protagonista que hay límites que ella no puede cruzar, incluso si no está segura de la razón y aún después de pasar un rato matando hormigas por diversión o torturando en silencio a su hermana porque puede.

Ida es un personaje muy complejo y aunque es fácil irse a extremos contundentes con este tipo de premisas, Eskil Vogt sabe bien que el retrato infantil merece mucho más que un cliché. Aquí entra la clave más importante de la cinta y que tiene que ver con la ambientación y el contexto de cada niño. Anna no puede comunicarse y eso es como estar atrapada en un cuerpo que no le responde, Ida a veces termina en segundo plano en las prioridades de sus padres y está enteramente vulnerable a la influencia externa, Ben vive con una progenitora abusiva y Aisha no sabe cómo ayudar a su madre que llora cuando cree que nadie la está viendo. Por supuesto, las vidas privadas de estos protagonistas, esas que entre ellos no tocan ni conocen, sirven como metáfora de la eterna pregunta sobre si alguien nace siendo malo o se hace por su contexto familiar.

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Esto no es nada nuevo en el género, después de todo tenemos a Damian en La Profecía (86%), quien es hijo del demonio, pero bien podría ser llevado hacia la luz. En realidad, Juegos Inocentes se acerca más a propuestas como Poder Sin Límites (85%), donde los poderes también se intentan mostrar desde un ángulo más realista y como alegoría del crecimiento. Lo que distingue a esta película es que nunca abandona la visión ni el mundo infantil, por lo que es muy realista verlos reaccionar a ciertos problemas y miedos como todos llegamos a hacerlo a esa edad, con los poderes sirviendo como elemento de horror que cambia una acción relativamente inocente como empujar a alguien que te molesta en algo totalmente cruel y escalofriante.

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Juegos Inocentes (90%) también mantiene una forma que funcionó con éxito en Veneno para las Hadas donde la cámara se pone junto a los niños para experimentar sus vivencias y aunque en esta película los padres y otros adolescentes sí aparecen a cuadro, la perspectiva de los protagonistas es constante e importante porque ayuda a generar esa desconexión con el mundo adulto donde hablar de habilidades sobrenaturales suena a broma o a trucos de magia. Vogt parece plantear varias cosas con este trabajo y es que busca explorar el desarrollo moral de las infancias, lo que sucede en un mundo infantil cerrado a los padres y que tiene sus propios códigos y reglas, el significado de amistad en esta etapa tan crucial y, por supuesto, lo que implica tener poder sin responsabilidad ni una brújula moral adecuada y desarrollada a partir de la sana convivencia.

Definitivamente son muchos temas a tratar, pero el director lo logra muy bien y nunca sacrifica lo más importante: que el público comprenda que son niños reales, no hijos de algún demonio, no héroes con poderes destinados a salvar al mundo. Aunque es algo de lo que no nos guste hablar, nuestra moral también se forma por contradecir a nuestros padres que nos entregan en bandeja de plata el camino que presuntamente nos hace buenos, y estos momentos de rebeldía pueden derivar en acciones muy crueles que la mayoría oculta por un sentimiento natural de culpa o que logran ignorar justificándose en la inmadurez y la mala memoria. Juegos Inocentes toma este tabú para retratarlo limpiamente y enfrentar al espectador, animándolo también a crear expectativas de todo tipo.

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En cuanto tenemos protagonistas con poderes especiales el público espera una confrontación decisiva que pondrá a prueba a los buenos y que debe plantearse para temer lo que puede llegar a suceder si los villanos ganan. Esta cinta aprovecha ese deseo de la audiencia para darle un giro interesante a este cliché que ha sido desgastado por las franquicias de superhéroes. De esta forma, si los espectadores se dan la oportunidad de abrazar algo diferente que requiere un análisis personal profundo, se encontrarán con un gran desenlace que funciona de manera excepcional gracias al elenco infantil, la eficiencia del guion, la fotografía y la sutileza de los efectos visuales. Juegos Inocentes deja claro que el verdadero eje de la historia es la salvación o la condena de la moral de Ida en un mundo adulto que no parece interesado en el resultado de esta lucha por la que todos los niños deben pasar solos.

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