Cuando las desgracias ajenas nos fortalecen emocionalmente

“La vida no se vuelve más fácil o indulgente, somos nosotros quienes nos volvemos más fuertes y resilientes” - Steve Maraboli [Foto: Getty Images]
“La vida no se vuelve más fácil o indulgente, somos nosotros quienes nos volvemos más fuertes y resilientes” - Steve Maraboli [Foto: Getty Images]

La fuerza no siempre se encuentra en la adversidad. Para desarrollar la resiliencia no tenemos que pasar necesariamente por situaciones difíciles que nos lleven al límite y desencajen nuestro mundo. A veces podemos escarmentar en cabeza ajena, contagiarnos de la fuerza de los demás y dejar que su ejemplo nos inspire en situaciones difíciles.

El “toque de Midas” de las personas resilientes

“El mundo rompe a todos, y después, algunos son fuertes en los lugares rotos” - Ernest Hemingway [Foto: Getty Images]
“El mundo rompe a todos, y después, algunos son fuertes en los lugares rotos” - Ernest Hemingway [Foto: Getty Images]

En 2007, un grupo de psicólogos que tuvieron la oportunidad de trabajar con personas y familias que habían sufrido eventos traumáticos como secuestros, torturas o agresiones producto de conflictos armados se dieron cuenta de que los terapeutas hacían referencia a la inspiración y la fuerza que obtenían de algunas de esas personas.

Concluyeron que “el trabajo con sobrevivientes de trauma tenía el potencial de afectar y transformar a los terapeutas de una manera única y positiva, si bien no exenta de dolor”. A ese fenómeno lo llamaron resiliencia vicaria. En sus investigaciones posteriores comprobaron que las madres del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar también se beneficiaban del cuidado de niños con problemas. Esa relación les ayudaba a reevaluar sus problemas bajo una luz más positiva y les infundía esperanza.

Sin duda, existen múltiples caminos hacia la resiliencia. El ejemplo de personas que han afrontado la adversidad con entereza y han salido adelante, siendo capaces de recomponer los pedazos rotos, puede ser inspirador y ayudarnos a desarrollar una actitud más resiliente.

Las 3 condiciones para que el dolor ajeno nos fortalezca

“Aquel que tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo” - Friedrich Nietzsche [Foto: Getty Images]
“Aquel que tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo” - Friedrich Nietzsche [Foto: Getty Images]

Compartir el dolor y el sufrimiento de otras personas puede ser difícil. De hecho, los psicólogos, sanitarios y trabajadores sociales se enfrentan a un riesgo mayor de sufrir un trauma vicario, el cual se produce cuando convertimos el malestar del otro en nuestro vía crucis personal. No es casual que los índices de depresión y suicidio en el personal de enfermería sean tan altos en comparación con la población general.

Sin embargo, no siempre el dolor ajeno nos aplasta bajo su peso. La mayoría de las historias de resiliencia no solo implican sufrimiento, impotencia y disrupción sino también fuerza, adaptación y esperanza. La posibilidad de enfocarnos en el mensaje positivo y utilizarlo para desarrollar nuestra resiliencia dependerá de diferentes factores. La psicóloga Sally V. Hunter explicó que se deben dar tres condiciones para que podamos crecer y fortalecernos a través de la resiliencia ajena:

  1. Resonancia empática. Para experimentar una transformación desarrolladora a partir de las experiencias adversas de los demás, debemos ser capaces de ponernos en su lugar. No se trata únicamente de comprender sus experiencias desde el punto de vista cognitivo sino ser capaces de sentir su dolor y desesperación, así como su fuerza y esperanza. La resonancia empática es una sintonía profunda entre dos personas que ponen en común no solo sus experiencias sino su ser para crear un espacio compartido mutuamente dinamizador.

  2. Inversión emocional. Vivir una situación difícil no es lo mismo que verla desde fuera, como un espectador externo que se encuentra relativamente al seguro. El impacto emocional será diferente. Por eso, para que se produzca un crecimiento vicario es necesario que se establezca una relación desde la vulnerabilidad mutua. Por una parte, la persona que ha atravesado la adversidad debe ser capaz de transmitir el proceso de cambio que ha vivido y, por otra parte, debemos estar dispuestos a dejarnos influenciar por esas experiencias. Ese “desnudarse” emocionalmente frente al otro genera una conexión profunda y trasformadora.

  3. Afirmación mutua. La resiliencia vicaria es un proceso de influencia positiva recíproca donde cada persona apoya a la otra a través del vínculo compartido. No existe una “persona que da” y otra “persona que recibe” sino que se produce una validación emocional recíproca. La afirmación mutua permite que la persona herida siga sanando mientras nos enriquecemos con sus experiencias. Eso significa que se crea un vínculo con un potencial positivo para ambos, sustentado en el apoyo y la comprensión.

Los cambios positivos que puede traer a nuestra vida la resiliencia vicaria

“En mitad del invierno, finalmente aprendí que había en mí un verano invencible” - Albert Camus [Foto: Getty Images]
“En mitad del invierno, finalmente aprendí que había en mí un verano invencible” - Albert Camus [Foto: Getty Images]

Los eventos traumáticos o dañinos suelen provocar un gran impacto psicológico. Normalmente alteran la narrativa que habíamos construido sobre la vida y cambian nuestra percepción de los acontecimientos cotidianos. Solemos vivir esos sucesos como auténticas tormentas que desancoran nuestras convicciones y certezas más profundas dejándonos perdidos, sin puntos de apoyo a los cuales aferrarnos.

Sin embargo, detrás de la tormenta siempre llega la calma, de manera que la adversidad también puede dejar a su paso un crecimiento postraumático. De hecho, muchas personas que han superado traumas importantes reportan cambios positivos en su filosofía de vida, revalúan lo que realmente les importa, experimentan más compasión por los demás y valoran mejor sus relaciones con amigos y familiares, según reveló un estudio de la Universidad de Carolina del Norte.

La resiliencia vicaria nos ofrece esas mismas ventajas, pero sin tener que pasar por un calvario.

Ante todo, genera una transformación positiva del “yo” que nos ayuda a ver la vida desde una perspectiva más equilibrada. Nos ayuda a aclarar nuestras necesidades y prioridades, para que podamos enfocar nuestros esfuerzos en lo que realmente cuenta. Esa claridad mental nos permite desarrollar una actitud más serena y ecuánime ante la vida que se revierte en un mayor bienestar emocional.

La resiliencia vicaria también puede ayudarnos a desarrollar una actitud más positiva y optimista. Saber que otras personas han pasado por experiencias terribles y han salido de ellas puede infundirnos esperanza. Los ejemplos de resiliencia suelen convertirse en faros que nos guían en los peores momentos y nos dan ánimo para no desfallecer y seguir adelante.

Esa luz que brilla en medio de la oscuridad no conduce a un optimismo ingenuo sino a un renovado sentido de la autoeficacia que nos lleva a confiar más en nosotros y nuestra fuerza. Nos muestra que, pase lo que pase, tenemos la capacidad de reestructurar nuestra vida para afrontarlo de la mejor manera posible.

De hecho, la resiliencia vicaria nos enseña el difícil arte de encontrar un significado al sufrimiento para no quedarnos atrapados en sus redes. La incapacidad para incorporar las experiencias dolorosas en la narrativa de nuestra vida conduce al estrés postraumático, pero cuando las aceptamos y les conferimos un sentido, nos liberamos de su influjo negativo. Las historias de personas que han superado la adversidad nos enseñan que han sido capaces de encontrar una razón para luchar y al final han dado un sentido a su sufrimiento.

Para lograrlo, a menudo han tenido que excavar en su interior, volver la vista hacia dentro y familiarizarse con ese extraño que a veces habita en nosotros. Por eso, la resiliencia también estimula la autoconciencia emocional y el autocuidado. Como explicara Viktor Frankl, psiquiatra que sobrevivió a los campos de concentración nazis, para afrontar las situaciones límite debemos desarrollar una vida interior más rica. “Esa intensificación de la vida interior nos permite refugiarnos contra el vacío, la desolación y la pobreza espiritual de la existencia” cuando las cosas se tuercen, aseguraba.

Por tanto, relacionarnos con personas resilientes y brindarles nuestro apoyo sincero podría beneficiarnos enormemente, siempre que estemos dispuestos a escuchar, sintonizar emocionalmente y aprender de sus experiencias.

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