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Ripley's niega que se haya dañado el vestido de Marilyn Monroe

La saga de larga duración, también conocida como “Mucho ruido y pocas nueces con la decisión de Kim Kardashian de tomar prestado el vestido de ‘Feliz cumpleaños, señor presidente’ de Marilyn Monroe para asistir a la Met Gal”, continúa, más de seis semanas después del evento.

El jueves, Ripley’s Believe It or Not!, la organización propietaria del vestido, publicó un comunicado en su sitio web negando las acusaciones en las redes sociales de que la aparición de Kardashian con el vestido lo había dañado, deformándolo alrededor del cierre de la cremallera y desprendiéndole algunos de los diamantes de imitación.

Kardashian “no dañó la prenda de ninguna manera”, señaló el comunicado, y agregó que después de que Ripley compró el vestido en una subasta de 2016, un informe sobre la condición del vestido indicó que “varias costuras están estiradas y gastadas” y “hay arrugas en la espalda por los ganchos y los ojales”, entre otros daños.

Queda por ver si eso pondrá fin a la controversia. De hecho, lo único seguro en medio de todas las conspiraciones que han surgido en torno a la reaparición del vestido es que se ha convertido en un potente símbolo del pasado y el presente de las celebridades. Como resultado, casi todo mundo siente que debería tener algo que decir al respecto. Rara vez un vestido ha suscitado opiniones tan fuertes.

Para aquellos que no han estado al tanto del alboroto, a continuación una introducción rápida sobre lo ocurrido y sus motivos.

Recuérdenme, ¿cuál es el problema de este vestido?

Monroe usó el vestido para su aparición en la fiesta de cumpleaños del presidente John F. Kennedy en el Madison Square Garden en 1962. Allí cantó un “Feliz cumpleaños” muy susurrado y sugerente al líder del mundo libre mientras usaba un vestido que supuestamente fue diseñado para hacerla lucir desnuda bajo las luces. En ese momento, se rumoraba que estaba teniendo una aventura con el presidente, por lo que el vestido, combinado con la interpretación, animó a los chismosos. Tres meses después, Monroe fue encontrada muerta.

¿Quién diseñó el vestido y cómo se hizo?

Jean Louis, el diseñador del atuendo de Monroe en “The Misfits” y que estuvo trabajando con ella en la película “Something’s Got to Give” (nunca la terminaron), confeccionó el vestido, que había esbozado su asistente Bob Mackie. Hecho de soufflé, una tela transparente que ya no se usa porque era sumamente inflamable, en un tono elegido para combinar con el color de la piel de Monroe y cubierto con miles de piezas de pedrería para reflejar la luz, es sin mangas con la espalda escotada y, según rumores, estaba hecho para ceñir el cuerpo de tal manera que tuvieron que cerrarlo con aguja e hilo cuando Marilyn se lo puso antes de su actuación (y no podía usar ropa interior debajo). No hay imágenes de cuando se cosía el vestido, por lo que es difícil saber qué tan literalmente debemos tomar esos rumores, pero el relato se repite en casi todas las anécdotas de aquella noche.

Esperen: si el vestido era tan ajustado, ¿cómo se lo quitó Marilyn sin romperlo?

Bueno, había una cremallera oculta en la espalda, pero esa es una buena pregunta.

Entonces, ¿qué pasó con el vestido después de la muerte de Marilyn?

Monroe dejó su patrimonio a su profesor de actuación Lee Strasberg, quien murió en 1982, y él a su vez dejó su patrimonio a su segunda esposa y viuda, Anna. En 1999, Anna encargó a Christie’s que subastara 510 lotes de recuerdos de Monroe, incluyendo lámparas de pie de yeso, pantalones de mezclilla y el vestido de “Feliz cumpleaños, señor presidente”. The New York Times informó que se vendió por 1,15 millones de dólares (antes de la comisión) a Bob Schagrin, uno de los propietarios de Gotta Have It Collectibles, una tienda en East 57th Street en Nueva York.

Su siguiente propietario fue Martin Zweig, un financiero famoso por predecir la caída de la bolsa de valores de 1987, y se mantuvo en una vitrina con control de temperatura en su ático en lo alto del hotel Pierre. Zweig murió en 2013, y tres años después su patrimonio contrató a Julien’s Auctions en Beverly Hills, California, para vender el vestido como parte de una venta más amplia de Monroe. Con un precio de venta estimado de casi 2 millones de dólares, finalmente se vendió por 4,8 millones de dólares a Ripley’s Believe It or Not!, que más tarde lo anunció como “¡El vestido más caro del mundo!” y lo guardó en una bóveda en su museo de Orlando, Florida.

¿Y cómo pudo usarlo Kim Kardashian?

¡Ella lo pidió! En serio. Según recordó en una entrevista con Vogue, mientras reflexionaba sobre el tema de la Gala del Met, que era la moda estadounidense, pensó: “¿Qué es lo más estadounidense que se te ocurre? Y la respuesta fue Marilyn Monroe”. Para ella, lo más cercano a Marilyn era el vestido. Así que fue a Ripley’s, y accedieron a que se lo probara, con algunos requisitos estrictos, algunas donaciones benéficas y que tuviera la talla del vestido.

Es de suponer que ambas partes comprendieron el poder publicitario de la combinación.

¿Ha tenido el efecto deseado?

Y de qué manera.

En primer lugar, la entrada de Kardashian con el vestido de Marilyn inspiró el tipo de emoción impresionante que acompaña a la mayor parte de lo que hace, conectando así a Kardashian para siempre con su antecesora, también celebridad y símbolo sexual. (No parece que a la mayoría se le haya ocurrido que esta antecesora en particular tuvo un final trágico poco después de llevar el vestido y que, por lo tanto, puede tener implicaciones bastante complicadas).

Poco después, sin embargo, llegó la reacción: su extrema pérdida de peso en un momento en que la salud y el bienestar se valoran por encima de las dietas exprés, y a la idea de que una prenda que había llegado a simbolizar un momento clásico de la historia política y de la cultura pop se usara como un truco de fiesta.

Varios expertos y conservadores (e incluso Mackie) criticaron los riesgos inherentes a la exposición de un vestido vintage a los elementos, por breve que fuera, así como el inevitable desgaste de la prenda. Incluso se cuestionó si el vestido era auténtico. No parecía exactamente igual en las fotos, ¿verdad? Luego vinieron las acusaciones de daños.

Desde luego, si crees en la teoría de que toda la publicidad es buena, nada de esto es relevante. En efecto, ese parece ser el caso de Ripley's. (Por su parte, Kardashian no ha dicho nada y rechazó ofrecer comentarios para este artículo). Tras negar cualquier otro daño al vestido, Ripley's agregó: “Nuestra misión es entretener y educar a visitantes y admiradores, y abrir diálogos como la discusión en torno al vestido de Marilyn nos permite lograr ese cometido”.

Eso solo funciona si pensamos que las redes sociales son discursivas y que los memes son “diálogos”.

© 2022 The New York Times Company