El dolor al descubrir tras años de rutina que ya no amas a tu pareja

"No existe casi ninguna actividad ni proyecto que empiece con unas esperanzas y expectativas tan altas, y que a la vez fracase tan a menudo, como el amor" - Erich Fromm [Foto: Getty Images]
"No existe casi ninguna actividad ni proyecto que empiece con unas esperanzas y expectativas tan altas, y que a la vez fracase tan a menudo, como el amor" - Erich Fromm [Foto: Getty Images]

“Veinte años no es nada”, decía Carlos Gardel en uno de sus tangos más famosos, pero en algunas relaciones de pareja una década puede ser tiempo suficiente para crear una rutina tan insoportable que termine dinamitando el amor.

Eso ha sido, más o menos, lo que le ha sucedido a Lester y Marta. Ambos decidieron acudir al reality show La isla de las tentaciones” para poner a prueba su relación de manera definitiva, pero al parecer han descubierto que tras 11 años de convivencia no quedaba mucho por recomponer.

No pienso que fuésemos felices. Pienso que ella no era feliz conmigo. Me estoy dando cuenta de que yo tampoco lo era con ella. Me da que no la quiero. No nos queremos bien”, fueron las palabras de Lester. Marta, por su parte, reconoció que estaba abriendo los ojos. “No estaba viviendo la vida al 100%” porque su día a día “giraba en torno a un hombre”.

Su situación no es única. Muchas parejas conocen esa sensación de “simplemente haber dejado de amarse”. En España, la duración media de los matrimonios que se divorcian es de 16,7 años. Obviamente, los motivos que conducen a la ruptura de la relación varían de una pareja a otra, pero muchas veces en la base se encuentra la rutina y la monotonía, el terreno fértil donde proliferan las peleas y el desencanto.

La monotonía saca a la luz los problemas de la relación

"La rutina no está tanto en las cosas como en nuestra incapacidad para crear a cada momento un vínculo original con ellas, en nuestra tendencia a leerlas por la falsilla de lo rutinario, de lo ya aprendido." Carmen Martín Gaite [Foto: Getty Images]
"La rutina no está tanto en las cosas como en nuestra incapacidad para crear a cada momento un vínculo original con ellas, en nuestra tendencia a leerlas por la falsilla de lo rutinario, de lo ya aprendido." Carmen Martín Gaite [Foto: Getty Images]

Tener rutinas y hábitos no es necesariamente negativo. Las rutinas nos ayudan a ser más eficientes ya que nos permiten seguir adelante con nuestro día a día sin consumir toda esa energía que demandan los comportamientos conscientes. De hecho, los hábitos incluso pueden ser beneficiosos para la relación de pareja.

Las rutinas pueden afianzar la sensación de seguridad y estabilidad en la relación. Las rutinas familiares significativas también aumentan la satisfacción con la relación de pareja, en especial durante los primeros tiempos tras la llegada de un bebé, como comprobó un estudio realizado en la Universidad de Siracusa.

Sin embargo, esos mismos psicólogos advirtieron que “solo la rutina no produce ningún resultado positivo” en la relación. El problema es que las rutinas se apropian fácilmente de nuestra vida, de manera que la relación de pareja comienza a funcionar en “piloto automático”. Así dejamos de ser plenamente conscientes de la persona que tenemos a nuestro lado y nos volvemos sordos a sus necesidades.

Cuando se activa una cadena de hábitos familiares que se repite día sí y día también, terminamos haciendo siempre las mismas cosas, yendo siempre a los mismos sitios – o lo que es aún peor: no yendo a ninguna parte. Hablamos siempre de los mismos argumentos. Discutimos siempre sobre las mismas cosas sin llegar a un acuerdo. Frecuentamos siempre el mismo grupo de amigos. Seguimos la misma rutina cada domingo.

Cuando ese escenario se repite años tras año, la relación sigue adelante por mera inercia, completamente despojada de las emociones iniciales que nos recordaban que estamos vivos y de los detalles que nos demuestran que somos importantes para la otra persona. Ese tipo de rutinas conduce a la monotonía y al aburrimiento, convirtiéndose en un catalizador de otros problemas en la relación.

¿Cómo dejamos de querernos?

"Aquella peculiar sensación, como soñada y también como de pesadilla de que todo se mueve y no se mueve nada, de cambiante permanencia que no es sino un constante volver a empezar y una vertiginosa monotonía" - Thomas Mann [Foto: Getty Images]
"Aquella peculiar sensación, como soñada y también como de pesadilla de que todo se mueve y no se mueve nada, de cambiante permanencia que no es sino un constante volver a empezar y una vertiginosa monotonía" - Thomas Mann [Foto: Getty Images]

Una relación de pareja saludable debe satisfacer las necesidades emocionales de sus miembros. Necesitamos sentirnos seguros y amados. También necesitamos apoyo y validación emocional por parte de nuestra pareja. Pero, sobre todo, necesitamos sentir que la relación es un marco dentro del cual podemos crecer como personas y vivir experiencias gratificantes.

Sin embargo, cuando se instaura la rutina muchas de esas necesidades permanecen insatisfechas, lo cual suele generar un estado de carencia afectiva. Así caemos en un estado de irritabilidad o incluso rabia sorda y contenida hacia nuestra pareja, que supuestamente debería suplir esas carencias.

Como resultado, las discusiones se convierten en pan cotidiano, muchas veces por motivos completamente banales. Esas peleas terminan suponiendo un desgaste tremendo para la pareja ya que generan un ambiente enrarecido en el que el más mínimo desliz se convierte en motivo para otra discusión.

Así la relación cae en un círculo vicioso en el que cada vez se comparte menos intimidad y la desconexión emocional es cada vez mayor. Hay menos palabras dichas. La comunicación se limita a lo imprescindible para organizar la jornada. Y mientras nos vamos distanciando sin darnos cuenta, crece el resentimiento y la frustración por lo que podría ser, pero no es.

Hasta que llega un momento en el que tener toda la vida demasiado estructurada, sin espacio para la espontaneidad y la ternura, con los gestos de amor brillando por su ausencia, termina generando indiferencia y silencio, ese silencio que desconoce al otro, como si fuera invisible.

La manzana “envenenada” que nos obliga a afrontar el problema

“Cuando alguien se ha habituado en ciertos lugares a una dulce monotonía, no apetece ningún género de distracciones, ni aun por una sola vez, con el fin de no llegar a descubrir que se aburre todos los días” – Madame de Staël [Foto: Getty Images]
“Cuando alguien se ha habituado en ciertos lugares a una dulce monotonía, no apetece ningún género de distracciones, ni aun por una sola vez, con el fin de no llegar a descubrir que se aburre todos los días” – Madame de Staël [Foto: Getty Images]

Muchas veces no nos damos cuenta de que hemos caído en la rutina porque nuestro día a día es tan frenético que ni siquiera nos detenemos a pensar en ello. Nos acostumbramos poco a poco a la falta de detalles cariñosos, los besos automáticos, la distancia emocional… Hasta que llega un día en el que algo hace “clic” en nuestro interior.

Generalmente ese “clic” suele estar provocado por algún cambio externo que saca a la luz nuestras carencias afectivas. Un viaje en pareja para romper la rutina, por ejemplo, puede desvelarnos la rutina en la que hemos caído y demostrarnos el enorme abismo emocional que se ha creado. Conocer a una persona nueva con la cual conectamos y que vuelve a hacernos sentir esas mariposillas en el estómago también puede recordarnos que durante los últimos años no hemos estado vivos, sino más bien en hibernación. Por eso, no es extraño que uno de los principales “efectos secundarios” de la rutina sea la infidelidad.

Crónica de una muerte anunciada

"El amor no es algo natural, sino que requiere disciplina, concentración, paciencia, fe y la derrota del narcisismo. No es un sentimiento, es una práctica" - Erich Fromm [Foto: Getty Images]
"El amor no es algo natural, sino que requiere disciplina, concentración, paciencia, fe y la derrota del narcisismo. No es un sentimiento, es una práctica" - Erich Fromm [Foto: Getty Images]

Descubrir que hemos dejado de querer a nuestra pareja suele suponer un shock. A pesar de haber vivido una separación lenta y paulatina, concientizar que el amor que nos profesábamos no existe y que hemos dejado de mirar en la misma dirección suele ser difícil.

A veces nos engañamos pensando que, si miramos para otro lado, el problema desaparecerá. La rutina nos consume, pero también nos dejamos consumir por la rutina para evitar afrontar los problemas en la relación, así como todo el trabajo y el esfuerzo que supone mantenerla viva.

Enfrentarnos a esa realidad suele ser muy doloroso y a menudo nos sume en una montaña rusa emocional en la que sentimientos como la nostalgia, la desilusión o la perplejidad se yuxtaponen al deseo de aferrarse a la relación y a lo que ha significado para nosotros. A menudo también podemos experimentar ansiedad y angustia porque el futuro que dábamos por sentado se ha desdibujado.

En ese momento la pareja debe decidir si poner punto final o si ha quedado algún asidero al cual aferrarse para salvar la relación, reencontrar las emociones que perdieron a lo largo del camino y revitalizarse con experiencias nuevas y excitantes.

No hay fórmulas secretas ni atajos. Hay que realizar un trabajo profundo que implique un compromiso mutuo para concentrarse en la relación y asegurarse de crear momentos especiales para los dos. Por muy trillado que parezca el símil, el amor es como una planta y, si no la regamos y cuidamos a diario, se marchitará irremediablemente.

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