Sebastián Mogordoy: el actor que quedó varado en Europa y su vida es una aventura

MADRID.- "¡Ayúdenme! No me dejen solo. ¡Ayúdenme!", recuerda Sebastián Mogordoy. Lo cuenta con nostalgia, pero entre carcajadas, y no se refiere a su situación actual, sino a un momento donde su destino se iluminó. "¿Esto va a tener un tono melancólico?", pregunta al inicio de la entrevista, mientras busca un lugar a la sombra para poder conversar por videollamada y contar su historia. Este actor, uno de los más interesantes y originales de su generación, atiende desde una playa en Tarragona, Barcelona. Hace algunos meses viajó a Italia, a un pueblito llamado Miglianico, para realizar trámites para obtener su ciudadanía, pero la pandemia lo sorprendió. Tuvo prontos reflejos para viajar a lo de su primo, en España, para transitar el confinamiento con él. Desde entonces está varado en Europa, pero matiza esta situación, le quita dramatismo, y habla con el corazón, ajeno al virus del narcisismo. Sebastián es una usina de anécdotas que narra e interpreta en simultáneo con una batería de recursos expresivos, imposibles de plasmar en un reportaje escrito. Así recuerda, por ejemplo, el día que, a sus 13 años, cuando componía a un drogadicto en un festival de teatro de escuelas en Santa Fe, supo, tras su pedido de clemencia, el S.O.S. que le lanzó al público previo a la ovación, que sería actor.

El joven y eficiente secretario del despacho de Domingo Cavallo, el fantasma de un policía llamado Ordóñez, el accidente bucodental con Adrián Suar, el escape de la Jefatura de Gabinete en pleno diciembre de 2001. Sebastián narra y cautiva con sus relatos, distante del odio, a la bronca, hermanos del azar y de las ganas.

El confinamiento en España, donde la Covid-19 azotó el país con virulencia, fue para Sebastián un momento de creación. Desde la distancia transatlántica, junto con Maruja Bustamante y Lorena Vega lanzaron una plataforma, Profesores Independientes de Teatro (PIT) que no tardará en convertirse en asociación. A través de un censo recabaron una información que sorprende: en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires hay 800 docentes y 24 mil alumnos. "Más allá de una formación profesional que puede buscar un alumno, también tenemos una responsabilidad social porque hay gente que hace teatro por necesidad, enviado por sus psicólogos. Se armó algo bastante sólido porque siempre estuvimos bastante sueltos", resume su trabajo con otros maestros que además organizó un festival por streaming.

Sebastián, quien marchó a Europa con un pasaje de regreso a la Argentina luego cancelado y varias veces postergado, tiene vuelo de vuelta para el 15 de septiembre. Sin embargo, en pleno confinamiento aparecieron algunas oportunidades. Además de incursionar en la docencia online (él había adquirido el dominio talleresdeteatro.com), junto con Nicolás Vivante, Danae Cisneros e Iván Balsa, surgió la posibilidad de realizar dos publicidades. Así, junto con sus sobrinos, desde el departamento de Barcelona, volvió al ruedo. "Menos mal, porque aunque mi primo me mantuvo y del consulado me mandaron comida, no podía seguir haciendo nada". Durante estas semanas trabaja junto con su primo en el diseño de una marca de cremas y posiblemente dicte talleres de teatro en Madrid. También fue convocado por Sergio Boris para realizar una versión particular de La bohemia, la obra del realizador, que viajará al Festival de Cádiz del modo en el que pueda permitirlo esta "nueva normalidad".

También durante el confinamiento se estrenó La corazonada, la producción original de Netflix, con Luisana Lopilatoy Joaquín Furriel. "Fue una producción estilo Estados Unidos, donde tuve la oportunidad de hacer cosas que nunca hago: disparar desde una terraza, correr por el bosque de noche, etcétera". Ahí volvió a interpretar a un policía, un personaje que ronda su carrera. Años antes había brillado con Amor a tiros, de Bernado Capa, donde interpretó al cabo Ordóñez. Con este mismo traje se presentó a la audición de El robo del siglo, dirigida por Ariel Winograd, donde buscaban al actor que interpretase a un policía llamado Ordoñez.

Discípulo de Ricardo Bartís se refiere a la corriente de su maestro, para -en muy resumidas palabras- quien el actor es una potencia, una fuerza en el espacio y no solo una psicología. Sebastián también lo es, lejos del escenario, y una máquina de generar proyectos. Con Bartís se entrenó durante 8 años y participó de La máquina idiota, entre otras obras. Con él ensayaba La gesta heroica, papel protagónico para el que trabajó durante un año. Pero finalmente lo encarnará Luis Machín en el Cervantes. "Un menjunje, pero con mi experiencia personal", dice Sebastián a la hora de definir su técnica de enseñanza que une a Bartís con Raúl Serrano.

A los 18 años conoció Buenos Aires. Viajó desde Funes, cerca de Rosario, y la avenida Corrientes lo impactó. "Volví a casa un jueves y le dije a mi papá que me mudaba. Me despedí como si lo fuese a ver al día siguiente. No me creía, pero me fui. Le dije que quería ser actor y que iba a trabajar con Cavallo. Mi papá pensaba que estaba loco. Lo primero que hice cuando llegué a Retiro en colectivo fue ir directo al Ministerio de Economía. Era 1997 y mi tía Vicky trabajaba como su secretaria, así que fui a saludarla. Después, fui a buscar a una chica de Buenos Aires que me había formado para trabajar en McDonalds cuando vivía en Rosario. La encontré, y le pedí trabajo, y me lo dio".

En Buenos Aires armó su grupo de amigos, un semillero de actores que venían del interior, artistas de la talla de Esteban Meloni y Guillermo Pfening. Su deseo estaba dirigido a la actuación, pero durante el día pasaba las horas en despachos políticos: "A los 15 días de entrar en McDonalds, un día que estaba lleno de pibes, se acababa de estrenar El rey león, vino mi tía a buscarme a la caja. Acababan de rajar a Cavallo y había que armarle una oficina en un fin de semana. Así empecé, sirviendo café, escribiendo fax, recibiendo gente. Después laburé ocho años en la Jefatura de Ministros. Me acuerdo que en diciembre de 2001 me escapé como pude de una guerrilla que había en la puerta del edificio, me subí al primer colectivo que vi".

"Este diente me lo rompió Suar. Y nunca más me volvió a llamar para trabajar", dice mientras ríe se sostiene la mandíbula con la mano y señala con un dedo un diente. Fue en Secretos de familia, la serie de Javier Daulte, donde Sebastián volvió a trabajar con Florencia Bertotti, con quien ya lo había hecho en Niní. Publicidades, participaciones en series y teatro, mucho teatro forjó su carrera.

"Una obrota", define el espectáculo que comenzará ensayar, al principio vía Zoom, con Daniel Veronese, sin fecha de estreno. Estrella de corazones tristes es la pieza de Máximo Gorki donde interpretará al hijo de Roly Serrano y de Elvira Onetto. "Yo quiero volver. En la Argentina están mi pareja, mi familia, mis perros. Quiero trabajar con Veronese. Ahora quizá se extienda mi estancia, porque allá el contexto está raro. Si volviese, ¿qué podría hacer? Agarraría la moto para hacer delivery, sin problema, pero acá creo que tiene mejor pinta la cosa". Sebastián sueña con construir un puente entre España, acompañado por su amiga y docente Candelaria Sesín, y la Argentina. Seguramente lo consiga porque es pura potencia, y porque aunque esté varado, nada lo detiene.