Cómo ser anfitrión de una parrillada con distanciamiento social

Una bandeja individual con todo lo necesario para una parrillada respetuosa del distanciamiento social, el 23 de junio de 2020. Fotografía culinaria: Carrie Purcell. (Andrew Purcell/The New York Times)
Una bandeja individual con todo lo necesario para una parrillada respetuosa del distanciamiento social, el 23 de junio de 2020. Fotografía culinaria: Carrie Purcell. (Andrew Purcell/The New York Times)
Muslos de pollo a la parrilla con jengibre y melocotones tostados y elotes asados con mantequilla de jalapeño y feta, el 23 de junio de 2020. Fotografía culinaria: Carrie Purcell. (Andrew Purcell/The New York Times)
Muslos de pollo a la parrilla con jengibre y melocotones tostados y elotes asados con mantequilla de jalapeño y feta, el 23 de junio de 2020. Fotografía culinaria: Carrie Purcell. (Andrew Purcell/The New York Times)

Este es el lema para recibir invitados en la era del COVID-19: la única manera de reunir a la gente es averiguar cómo mantenerla separada.

Así que, una tarde reciente de cielo despejado, estiré una cinta métrica para marcar los 2 metros de distancia mientras mi esposo, Daniel, acomodaba sillas y mesitas plegables en nuestro estrecho patio trasero de Brooklyn. Apenas teníamos el espacio suficiente para siete personas en un óvalo de sana distancia: cuatro invitados, más nuestra familia de tres. Yo estaba sumamente emocionada de poder cocinarles a mis amigos por primera vez desde que comenzó la pandemia.

En el lluvioso mes de marzo, cuando Nueva York entró en estado de confinamiento y todos nos instalamos en casa, mi familia y yo tratamos de volvernos autosuficientes abasteciéndonos de frijoles y pasta y de lo que creímos que eran demasiadas cajas de vino (no lo fueron). Nos daba desconfianza salir de compras y recibir paquetes, y nos provocaba ansiedad lo que acechaba en cada interacción humana. Pero tras unas cuantas semanas, nos dimos cuenta de que la interacción humana era lo que más nos hacía falta, no los frijoles ni el vino.

Cada llamada de Zoom para beber algo en compañía virtual de familiares y amigos tenía un atisbo de tristeza, y cada “cuarentini” (coctel tomado en confinamiento) parecía apaciguar y exacerbar las punzadas de desconexión al mismo tiempo.

Estábamos decididos a encontrar una manera de recibir invitados con seguridad… y en persona.

Dependiendo de dónde vivas, los lineamientos de las autoridades locales y tu nivel de comodidad, tal vez sea posible reunirse con amigos al aire libre en pequeños grupos que respeten la sana distancia de al menos 1,5 metros entre cada persona. Incluso mientras enviábamos las invitaciones a nuestra reunión por mensaje texto, sabíamos que no había una manera un 100 por ciento segura de recibir gente en casa, pero que había formas de reducir los riesgos.

Nuestros objetivos eran tener el mayor cuidado posible, con base en lo que sabemos del virus, y guiarnos por el umbral de comodidad de la persona más ansiosa del grupo. Después de todo, aunque el protocolo de convivencia pandémica era una novedad para todos, hacer que los invitados se sientan tranquilos y bienvenidos en nuestro hogar no lo es.

Si bien la mayoría de los expertos concuerdan en que las probabilidades de contraer el coronavirus por tocar objetos son bajas, hay estudios que revelan que, bajo circunstancias ideales, el virus puede vivir en una superficie hasta por 72 horas. Poner los artículos en una cuarentena de tres días y desempacarlos con guantes puestos reduciría el riesgo a un nivel aceptable para todos los presentes.

El primer paso fue poner la vajilla en cuarentena.

Puse un juego de platos, cubiertos, copas y servilletas en una bandeja independiente para cada grupo; después, coloqué cada bandeja en una bolsa. También envolví latas de agua carbonatada y paquetes individuales de papitas gourmet.

También pasamos por la vergonzosa experiencia de enviar correos electrónicos grupales antes de la fiesta para coordinar el uso del baño.

Todos los involucrados estuvieron de acuerdo en compartirlo, siempre y cuando solo una persona con cubrebocas entrara a la casa a la vez y con la condición de que todos prometieran bajar la tapa del inodoro antes de jalar la palanca (durante una pandemia se vuelve esencial divulgar lo que suele ser información privada). Dejamos toallas de papel y bastante jabón de manos en el lavabo, así como toallitas desinfectantes y una botella con alcohol isopropílico al 70 por ciento en aerosol para rociar las perillas y las manijas.

El día de la fiesta, Daniel y yo nos pusimos guantes y llenamos una hielera con latas de agua carbonatada, separadas entre sí lo suficiente para que pudieran sacarse del hielo con facilidad (también pusimos toallitas desinfectantes al lado de la hielera). Cada grupo tenía una mesa plegable junto a las sillas debidamente separadas, y en las mesas colocamos bolsas de papas junto a un desinfectante para manos de bolsillo. Este no era el ambigú de entradas al que estaba acostumbrada, pero las papitas y el gel antibacterial sin duda son el combo aperitivo de 2020.

Luego de toda la planeación y la logística, el proceso de cocinar fue facilísimo. Servimos la comida directamente de la parrilla, y cada invitado tomaba su porción bien caliente con sus propios utensilios. Riesgo mínimo, molestia mínima.

Los muslos de pollo asados fueron la opción más sencilla. Podía marinarlos con anticipación en una reducción de vinagre balsámico con jengibre. Y, a diferencia de un bistec grande y grueso o una pierna de cordero, no tenían que partirse o manipularse de alguna otra manera después de haberse asado. Otras buenas opciones son los filetes de pescado, los hot dogs, las hamburguesas (de origen animal o vegetal) y las chuletas individuales.

Solo ten cuidado con las guarniciones y los condimentos; mientras menos, mejor. Si no puedes imaginar una parrillada sin cátsup, mostaza o salsa sriracha, dale a cada grupo su propia botella o frasco, usa guantes para colocar pequeñas raciones en ramequines o pídeles a los invitados que traigan sus propios condimentos. Lo mismo debe hacerse en el caso de cosas como el aceite de oliva, la sal y la pimienta. Por lo menos, asegúrate de tener bastantes cucharas para servir a la mano, una para cada grupo, así como servilletas y toallitas húmedas, a fin de que todos puedan limpiar lo que sea necesario.

Algunos elementos del menú pueden prepararse con antelación y, en esos casos, de nuevo seguimos la regla de los tres días de cuarentena, dejamos todo cubierto en el refrigerador y lo sacamos con manos enguantadas justo antes de servir.

Para sazonar el elote asado, hice una mantequilla de chile jalapeño y queso feta. Envolví porciones individuales en papel para hornear y torcí los extremos para cerrarlas, como si cada paquetito contuviera una gran porción repleta de chile. Esta mantequilla también funcionaría bien en rebanadas sobre otros vegetales asados —pimientos, berenjenas, champiñones, calabacitas—, pues se derrite hasta formar una salsa cremosa, salada y ligeramente picante.

Con tres días de anticipación, preparé ramequines individuales de natillas de caramelo que no requieren cocción. Estaban densas y ultracremosas, con un toque de melaza para acentuar las notas agridulces del azúcar moreno.

Finalmente, para servir el vino y los cocteles, les pedimos a nuestros invitados que dejaran sus copas en una mesa y luego retrocedieran un poco para que Daniel o yo nos acercáramos para rellenarlas sin tocarlas.

La planeación requirió mucha más organización que las fiestas que hacíamos antes de esta nueva normalidad, y todos teníamos que apegarnos a una coreografía consciente para asegurarnos de mantener la distancia.

Cuando llegaron nuestros amigos, al principio fue difícil recordar todas las reglas, y se sintió muy extraño no poder abrazarnos y besarnos a manera de saludo.

Sin embargo, ya que todos se pusieron cómodos, a 2 metros de distancia, con sus copas en la mano, poco a poco nos relajamos y recordamos cómo era comer y beber con tus seres queridos en una tarde calurosa de verano. Resulta que esa sensación no había cambiado para nada.

Para beber …

El compañero natural para el sabor agridulce de este platillo de pollo a la parrilla es una variedad de riesling, en particular aquellos con el ligero sabor dulce del valle alemán del Mosela. Estos vinos de alcurnia, que logran un fino y emocionante equilibrio gracias a su dulzor y su ligera acidez, resaltan las notas del melocotón, el jengibre y el vinagre balsámico con una claridad refrescante. Todavía mejor si en la etiqueta dice categoría kabinet o spätlese. Pero si no te gustan nada los vinos dulces, podrías probar los riesling alemanes secos (muchos dicen en la etiqueta “trocken”) o las variedades pinot gris o gewürztraminer de Alsacia. Aunque a muchos les lleva tiempo apreciar el sabor del gewürztraminer, que puede oler a rosas, crema facial y lichi, este platillo es una oportunidad excelente para encontrarle el gusto. Otras buenas alternativas podrían ser vinos de chenin blanc, del valle del Loira o de otras regiones, y vinos espumosos secos. También vale la pena recordar que nadie desprecia una “lager” o una cerveza de trigo.

— ERIC ASIMOV

Receta: Elotes asados con mantequilla de jalapeño y feta

Rinde para 6 porciones

Tiempo de preparación: 15 minutos

1/2 taza de mantequilla sin sal (1 barra), blanda

1 chile jalapeño, sin semillas y picado finamente

1/4 de taza de queso feta desmoronado

2 cucharadas de cilantro, albahaca o eneldo frescos y picados

1 diente grande de ajo, rallado finamente o aplastado para formar una pasta

1/2 cucharadita de jugo de limón fresco

1/4 de cucharadita de sal kosher

1/4 de cucharadita de cilantro molido

6 elotes, sin cáscara

Aceite de oliva para asar

1. Para preparar la mantequilla de jalapeño y feta, mezcla en un tazón pequeño la mantequilla, el chile jalapeño, el queso feta, el cilantro, el ajo, el jugo de limón, la sal y el cilantro molido.

2. Divide la mantequilla en seis cuadros iguales de papel encerado de tamaño suficiente para envolverla apretada (unos cuadros de 15 centímetros por lado deberían funcionar), forma cilindros y envuelve bien, torciendo los extremos como si fuera una envoltura de caramelo. Deja enfriar por lo menos dos horas antes de usar; puedes refrigerarlos hasta tres días o congelarlos hasta tres meses.

3. Enciende la parrilla o el asador, con la rejilla a unos 10 centímetros de distancia de la fuente de calor. Con una brocha, unta los elotes con una ligera capa de aceite. Asa de 3 a 6 minutos, hasta que esté dorado por todos lados.

4. Coloca los elotes en platos y sirve cada uno con un cilindro de mantequilla de jalapeño y feta para que los invitados se la unten.

Receta: Muslos de pollo a la parrilla con jengibre y melocotones tostados

Rinde de 4 a 6 porciones

Tiempo de preparación: 45 minutos, más el tiempo de marinado

Para el pollo:

5 cucharadas de vinagre balsámico (de preferencia del bueno, que tiene una consistencia más similar al jarabe)

2 cucharadas de jengibre fresco finamente rallado y el jugo de un trozo de 5 centímetros

Sal kosher

1 1/8 kilos de muslos de pollo deshuesados y sin piel

8 ramitas de tomillo fresco, o 4 de romero fresco

3 dientes de ajo, finamente rallados o aplastados para formar una pasta

2 cucharadas de salsa de soya

1 cucharadita de jugo de limón fresco, y un poco más si se necesita

Aceite de oliva para untar

Yogur de leche entera sin sabor, para servir (opcional)

3 cebolletas, tanto la parte blanca como la verde, en rebanadas delgadas (opcional)

Un puño de albahaca fresca quebrada (opcional)

Para los melocotones:

2 cucharadas de mantequilla sin sal, derretida

1 cucharada de tomillo fresco picado o 2 cucharaditas de romero fresco picado

1 cucharadita de miel

3 o 4 melocotones maduros (o nectarinas), partidos a la mitad y sin hueso

Hojuelas de sal de mar

1. Marina el pollo: en un tazón pequeño, mezcla el vinagre balsámico, el jengibre rallado y una pizca de sal.

2. Sazona el pollo con sal y colócalo en un tazón más grande o en una bolsa resellable. Añade 2 cucharadas de la mezcla de balsámico (revuelve antes de medir, por si el jengibre se asentó en el fondo, y reserva el resto para servir). Agrega el tomillo, el ajo, la salsa de soya y una cucharadita de jugo de limón. Cubre el tazón o cierra la bolsa y deja que el pollo se marine en el refrigerador por lo menos 2 horas; puedes dejarlo toda la noche.

3. Enciende la parrilla o el asador con la rejilla a unos 5 centímetros de la fuente de calor.

4. Prepara los melocotones: en un tazón, combina la mantequilla, el tomillo y la miel. Con una brocha, unta un poco de la mezcla de mantequilla en los melocotones y colócalos en una cesta de parrilla, si la tienes, o directamente sobre la parrilla. Asa al fuego directo de 2 a 4 minutos por cada lado, hasta que se tuesten. Para verificar que estén listos, revisa que se levante la piel y la pulpa comience a fundirse. Traslada a un platón de servicio o a los platos donde vas a servir; si gustas, rocía con un poco más de la mezcla de mantequilla y espolvorea la sal de mar en hojuelas.

5. Si hay espacio en la parrilla, cocina el pollo al mismo tiempo (si no, espera a que los melocotones estén listos). Quítale al pollo cualquier pedazo de la mezcla para marinar que le haya quedado pegado, sacúdelo para que quede seco y cubre con una capa ligera de aceite. Asa entre 4 y 6 minutos por cada lado, hasta que se tueste y dore.

6. Pasa el pollo a un platón de servicio o a los platos en los que vas a servir, junto con los melocotones. Añade al lado unas cucharadas de yogur al gusto y rocía con la mezcla restante de balsámico y jengibre y un poco más de aceite de oliva. Esparce la cebolleta y la albahaca, si deseas usarlas, como guarnición.

Receta: Natillas de caramelo sin hornear

Rinde de 4 a 6 porciones

Tiempo de preparación: 35 minutos, más el tiempo de refrigeración

1 taza / 240 mililitros de crema para batir

1 taza / 240 mililitros de crema fresca

1/2 taza / 110 gramos de azúcar morena oscura

1/8 de cucharadita de sal kosher

1 cucharada de melaza regular (sin azufre) clara (opcional)

2 cucharaditas de extracto de vainilla

Crema batida y frutas del bosque frescas, para servir (opcional)

1. En una olla mediana, combina la crema para batir, la crema fresca, el azúcar moreno y la sal sobre fuego medio. Deja que suelten el hervor y mueve con frecuencia para disolver el azúcar.

2. Sube un poco la flama y cocina entre 5 y 7 minutos, hasta que la mezcla espese un poco.

3. Retira de la lumbre y agrega la melaza y la vainilla. Deja reposar unos 20 minutos, hasta que se haya enfriado un poco y se haya formado una nata en la superficie.

4. Revuelve la mezcla y después pasa por un colador fino a una jarra para medir con boquilla. Vierte la mezcla en moldes o tazones individuales.

5. Refrigera sin tapar por lo menos 3 horas, hasta que cuaje. Puedes conservar estas natillas hasta 3 días. Sirve con crema batida y frutas del bosque, si lo deseas.

© 2020 The New York Times Company