Shawn Crahan, percusionista de Slipknot, deja a un lado su máscara en esta vulnerable entrevista
“Esa siempre es una pregunta capciosa”, responde Shawn Crahan. Como payaso, percusionista y motor creativo de Slipknot, Crahan está familiarizado con las preguntas capciosas. Con su debut en 1999, la banda de heavy metal irrumpió de forma inesperada en la cultura dominante. Su sonido estremecedor y sus escalofriantes máscaras atrajeron a los fans en masa, seguido de un intenso escrutinio. “Mis fans incondicionales me van a odiar por lo que diga”.
Slipknot se dirige a Nashville y Crahan hizo la llamada desde su autobús de gira, que ahora está en marcha en algún lugar de Texas mientras hace una promoción en el camino para su nuevo álbum The End So Far. “Bueno, no odiarme, pero se van a molestar”. Independientemente, Crahan enfrenta la pregunta como siempre lo ha hecho: de frente y sin mirar atrás. “Escucho mucho a Ariana Grande, algo de Christina Aguilera. Tengo un verdadero amor por el pop”. También hay algo de jazz. Y compilaciones de YouTube de cinco horas de duración de bandas de stoner metal que se perdió la primera vez (“Amo a los niños que compilan estas cosas”).
La confesión de ser un “Arianator” no está en la lista de cosas que esperas escuchar de un hombre de 53 años que copilota una banda de heavy metal. El mismo hombre que inhaló los humos de un cuervo muerto para mentalizarse antes de un concierto y cuyas travesuras furiosas en dichos shows han resultado, entre otras lesiones, en una vértebra deslizada y costillas rotas. Pero de esta y de muchas otras m, incluido un ferviente amor por los artistas posimpresionistas como Cézanne, Crahan encarna exactamente lo que siempre ha sido cierto sobre Slipknot: hay más en él de lo que parece.
Durante 27 años, Slipknot ha ofrecido a sus oyentes la aniquilación. Reproduce sus canciones y tu mundo se desmoronará, acabarás perdiéndote en una vorágine de riffs irregulares, tambores bélicos y voces gruñidas. Es una agresión total para tus tímpanos. El equipo de nueve miembros siempre ha sido una banda intermitente, ya que lanzan un disco, desaparecen y luego estrenan otro cuatro o cinco años después. Incluso los metaleros necesitan cuidarse a sí mismos. “Trato de respirar hondo y reparar mi cuerpo, mi mente y mi espíritu”, dice Crahan. Tomarse un descanso también fomenta la expectativa, tanto para los fans como para la propia banda. “Cuando te ausentas un tiempo y regresas, regresan algunos de esos sentimientos de los primeros días. Puede hacerte sentir necesitado y querido. Como músico, puedes sentir mucha inseguridad sobre tu arte y luego, cuando el negocio te acosa porque el disco va a salir, te vuelves más inseguro. Soy bastante conocido por desaparecer justo cuando un álbum va a salir”.
Entonces, es poco probable que Crahan dé una entrevista días antes de que salga The End So Far, pero helo aquí, haciendo precisamente eso. Solo tuvimos unos minutos de tiempo para vernos antes de que el wifi defectuoso en la carretera impidiera que usáramos el vídeo y tuviéramos que pasar a una simple llamada. Pero en ese lapso, vi una cara que es sobre todo barba. Un impresionante matorral de pelo salvaje que equilibra un tupido mechón de gris en la parte superior. Se podría decir que las arrugas en su frente se han agudizado con el tiempo pero, hasta donde sabemos, las arrugas pudieron haber existido desde que era un bebé recién nacido. No hay muchas fotografías de un Crahan joven y sin máscaras.
Slipknot ha vendido más de 30 millones de discos desde 1999. Su primer álbum homónimo fue el debut de metal que más rápido se vendió en la historia y desde entonces ha sido certificado como doble platino. El oscuro y retorcido seguimiento de 2001, Iowa , fue el primer álbum de metal en obtener el número uno en el Reino Unido. Unas dos décadas y cuatro álbumes después, We Are Not Your Kind de 2019 llegó con elogios de la crítica. Le valió a la banda su segundo número uno en el Reino Unido. Los gigantes de Iowa impidieron que Ed Sheeran llegara al primer puesto por quinta semana. Estos elogios son asombrosos. Más aún cuando consideras que todo lo lograron sin tapujos, vistiendo grotescas máscaras de látex y todo. Slipknot no es precisamente un grupo muy atractivo.
Aquí están, contra viento y marea, en la cúspide de su séptimo disco y aún realizando giras mundiales. Aún así, Crahan quiere más para Slipknot, y no entiende por qué no pueden tenerlo. “No necesariamente quiero ser un gran artista pop, pero Slipknot en este momento es cultura pop, así que quiero estar justo al lado de esas personas porque necesitan saber qué está pasando en este lado del arte”, dice. A pesar de su relativo éxito con las masas, Slipknot, y el heavy metal como género, permanecen al margen de la cultura dominante. “Tal vez es mi bocota. Tal vez sea mi actitud, que he cambiado y, si estuvieran prestando atención, se darían cuenta de eso; ¿quién sabe qué es? Tal vez nos vemos y nos perciben como que arruinaremos la fiesta”, se encoge de hombros. Crahan agrega que es “irónico” que el hip-hop haya encontrado su camino hacia el pop, pero el metal parece condenado a permanecer como un marginado para siempre. Es divertido, dice, porque “no creo que nuestros temas sean tan extremos como el hip-hop. Entonces, siempre me pregunto, ¿cuál es el problema aquí?”.
El marketing no es la razón por la que Crahan se involucró en la música. Los salarios desmesurados, los ejecutivos importantes y las salas de juntas son la antítesis del espíritu de Slipknot. En el pasado, él rompía relojes en el escenario. “Era mi forma de decir que no me ajusto a su marco de tiempo. No vas a poner un reloj en el escenario para decirme que trabaje más rápido”. Escupe la palabra “reloj”, y cada consonante la entona con desdén. Para Crahan, siempre ha sido cuestión del arte. “Estoy en este autobús por esas dos horas de estar en el escenario que comparto con mi comunidad y eso es todo”.
Volver a firmar con Roadrunner no está descartado. “Pero el negocio ha cambiado mucho. Las personas que ayudaron a impulsar a Slipknot han estado ausentes mucho tiempo. No podría nombrar a cinco personas de la disquera que conozca personalmente hoy en día”, dice. “Nuestro éxito se debió a tanta gente, y ahora todos se han ido”. Crahan no tiene prisa por decidir. “Lo más probable es que vaya a ir a otro lado, pero recordemos algo: firmé un contrato discográfico porque el sello dijo que iban a vender álbumes y lo hicieron, así que no puedo enojarme con ellos por nada. Pero hay miles de millones de cosas que podría hacer mejor por mi familia y por mí mismo ahora que he trabajado duro y he cumplido mi deber. Ahora tengo la capacidad y la autoridad para cuestionar a cualquiera que quiera trabajar con Slipknot para que nos tome en serio porque ya no somos una simple banda desconocida. Somos una banda real”. Sea cual sea su decisión, declara Crahan, será lo mejor para el grupo. “Slipknot era nuestro sueño. Es nuestra imaginación. Se ha convertido en nuestra vida. He pasado 25 años, casi la mitad de mi vida, en Slipknot”.
Como todos los miembros iniciales de Slipknot, Crahan creció en Des Moines. El código de área 515 que parpadea en la llamada de mi teléfono sugiere que sigue siendo el mismo chico de Iowa que sueña con formar una banda a mediados de los noventa. El dormitorio de la infancia de Crahan tenía literas, a pesar de que era hijo único. El problema era que siempre se rompían. “Estaba profundamente dormido en la litera superior y el colchón se caía sobre el otro colchón y luego ambos se caían al suelo”, se ríe. “Fue entonces cuando me di cuenta de que el ventilador se sentía mejor desde allí abajo. El ventilador eliminó todo el ruido de la vida, así que comencé a dormir en el piso”. Además del colchón y el ventilador, había pósteres en las paredes (Van Halen, Farah Fawcett, Iron Maiden, Pink Floyd) y una batería en la esquina.
Crahan asistió a una escuela privada, lo que significa que su educación en el rock and roll se vio obstaculizada. Las camisetas de las bandas estaban prohibidas. Confiscaban los walkmans. También desconfiaba de la música metal porque la televisión solo mostraba a las estrellas del glam metal como Poison y Bon Jovi. “No mostraban metal real en MTV, así que fui ingenuo. No sabía”, dice Crahan. “Y entonces conocí a Paul. Paul Gray”. Crahan conoció al difunto bajista de Slipknot gracias a la comunidad punk local. “Incendiábamos cosas, jugábamos en ropa interior. Puras
Pero los álbumes debut doble platino no nacen de la risa. “Teníamos una ética de trabajo. Empezamos a practicar todos los días. La práctica era a las cinco y, si no llegabas a las cuatro, llegabas tarde”. Eran seis días a la semana; seis horas al día. “Así que esa es la historia: un grupo de niños jóvenes en medio del Medio Oeste; grandes sueños, gran imaginación. Creyendo totalmente que nunca lo conseguiríamos, pero dispuestos a hacer cualquier cosa para conseguirlo. Y ahora que lo tengo, estoy tan seguro de que lo quiero”.
Cuando Jordison murió en mayo del año pasado, Crahan se convirtió en el único miembro fundador de Slipknot que seguía vivo. Gray murió a los 38 años en 2010 por una sobredosis de drogas. Jordison, quien ya había dejado la banda en 2013, murió el año pasado a los 46 años. No se reveló la causa de la muerte, pero el baterista sufría de mielitis transversa, un trastorno neurológico. Aunque no representa una pesada carga de culpa para Crahan, el título de “último fundador sobreviviente” ciertamente habla de una vida difícil. “Es bastante denso”, dice, buscando en su interior las palabras adecuadas para verbalizar su sentimiento. Las encuentra, como suele hacer, en una metáfora. “Uso unos zapatos particulares”, comienza. “No solo no puedes usar estos zapatos, sino que no quieres usarlos. Ni siquiera quieres ver los zapatos. Trato de no contarle a la gente sobre esto porque suena como si me estuviera quejando, y no los culparía por pensar eso, porque estoy en Slipknot y puedo hacer lo que hago. Estoy bendecido. Estoy agradecido. Lo único que digo es que tengo que usar algunos zapatos que no siempre son muy cómodos”.
En 2019, la hija menor de Crahan, Gabrielle, murió a los 22 años. Él la menciona varias veces en la conversación. “No estoy tratando de ser morboso”, aclara. Es solo que el duelo se apoderó de él. “Ahora sé lo que es el verdadero mal. Cualquier cosa que haya pensado que era mala, cualquiera de mis problemas pasados son minúsculos en comparación con el camino en el que estamos mi esposa y yo. Estamos tan atados al tiempo y al dinero que casi nos negamos a ver los caminos que recorren los otros seres humano. En mi caso, veo a las personas que van por los caminos de al lado. No quiero que estés en mi camino. No quiero invitarte a este camino. No quiero enseñarte el camino. Maldita sea, ni siquiera sabía que este camino estaba aquí, pero ahora estoy en él. Agrega: “La pérdida de un hijo no es algo que se supere. Es todo lo que puedo decir. Te cambia, y eso es todo”.
Puedes escuchar su pérdida en The End So Far. Pero solo si escuchas con atención. “Está ahí, pero en formas que no sé si alguien reconocerá a menos que se despierten y realmente presten atención”, dice. Pon atención y escucharás a Crahan tocando la batería en el primer tema del álbum, ‘Adderall’, algo que normalmente no hace para Slipknot; Crahan toca los timbales, a veces un barril de cerveza destrozado. La canción en sí es un giro inesperado para la banda. Una canción de rock alternativo pesimista con toques de jazz y voces melódicas del líder Corey Taylor. “Quiero que la canción te hable cuando la escuches”, explica Crahan. “Lo sentirás. Lo que hay ahí es alguien con mucho dolor sacándolo de su pierna y dirigiéndolo a un bombo”.
Es difícil imaginar otro género tan experto en exorcizar demonios como el heavy metal. La percusión castigadora y las voces contundentes gritan catarsis en el mejor de los casos. Slipknot no ha estado alejado del trauma, y han tenido que recurrir a la música para llorar, con más frecuencia de lo que parece justo para cualquier banda. Su trascendental disco de 2001, Iowa, comienza con el grito aullador de DJ Sid Wilson, quien acababa de enterarse de la muerte de su abuelo. Nueve años después y el contemplativo .5: The Grey Chapter rindió homenaje a su difunto amigo y bajista. We Are Not Your Kind se hizo después de la ruptura del matrimonio de Taylor y un altercado de 2015 en el que el guitarrista Mick Thomson sobrevivió a una puñalada en la cabeza de su hermano.
Hay pocos álbumes con tanta historia como Iowa. Las sesiones de grabación para producir ese segundo álbum son legendarias, permanentemente grabadas en la historia de la música metal. Taylor hizo tomas vocales desnudo mientras se cortaba con vidrio y vomitaba. Se atacaban unos a otros. Las drogas eran omnipresentes. El álbum fue un punto alto en la carrera de la banda y un punto bajo en la vida de sus miembros. Crahan recuerda la presión sobre la banda para crear otro álbum de éxito después de la gira mundial de Slipknot. “Quería tiempo. Quería tiempo para mi familia. Quería tiempo para mi arte. La mitad de la banda necesitaba tiempo y la otra mitad decía: ‘Vete a la m**rda, vamos a volver y vivir ese estilo de vida’. Es cuando las drogas y las sustancias químicos empiezan a mostrar sus rostros. Como hay un poco de éxito, hay chicas alrededor. Y todo el mundo tiene una buena idea; todo el mundo quiere hacerte algo. Fue una época oscura para todo eso. Todas las súcubos que llegaron, las drogas, las mujeres”, hace una pausa y se corrige. “No es que las mujeres sean un problema. Es solo que cuando necesitas desenvolverte entre las mujeres y las sustancias y el dinero y el éxito... nadie te ayuda y todos alimentan tu ego. Es un desastre. Fue mucha fiesta. La gente pudo haber muerto”.
Por encima de todo, Crahan es un fan de sus fans. Pero en tiempos tumultuosos, Slipknot ha tenido que tomar distancia. “Pasamos de invitar a la gente tras bambalinas y hacer fiestas a, ‘No quiero ver a nadie f*llando’. Nos encerramos. A veces me siento mal porque no soy ese tipo de estrella de rock, pero los fans me han lastimado. He tenido amigos que han sido asesinados por fanáticos y, ya sabes, es un mundo diferente. Fue una época oscura”.
Crahan es un orador locuaz, y a menudo recurre a metáforas y símiles. A veces es difícil de entender, pero es fácil dejarse llevar. Es apasionado y sincero; sobre todo cuando habla de los fans de Slipknot. Los ‘maggots’. Lady Gaga tiene ‘little monsters’ [pequeños monstruos]; Justin Bieber tiene ‘beliebers’; Slipknot tiene ‘maggots’ [gusanos]. A Crahan se le ocurrió el nombre hace décadas. “Solía tomar fotos de venados muertos. Tenían el estómago lleno de gusanos. Como banda, Slipknot lidia con muchas cosas, y pensé que los gusanos lidiaban con las peores cosas de todas. Lidian con toda la muerte y la m**rda y luego, al final, les crecen alas y se convierten en moscas, luego esa mosca regresará y pondrá un huevo”. Verás, las moscas son como los fans de Slipknot. “Tienes 14 años y sientes esa rebeldía. El mundo te dice que no; nos escuchas y te ayudamos a encontrar la confianza para decir que sí. Luego llega un día en el que podrías casarte, tener un hijo, conseguir un trabajo, lo que sea. Slipknot ya no es tu vida cotidiana, pero aún la escuchas. Llamo gusanos a los fans porque les crecen alas y regresan. Si tenemos suerte, regresan con su descendencia. Tengo dos, tres generaciones de gusanos. Es genial”.
Veinticinco años después, es comprensible que Crahan esté aburrido de hablar de las máscaras. Y el cuervo. Quiere hablar sobre cosas reales, dónde se encuentra en la vida en este momento. Por eso habla con un periódico. “Tengo más posibilidades de explicarme que con una revista de rock and roll, que termina siendo un desastre y una pérdida de tiempo porque lo único que quieren saber es para qué son las máscaras”. Es por eso que me disculpo un poco al abordar el tema ahora. Primero, el cuervo. Para los no iniciados, en los años noventa, Crahan sacaba un tarro en sus conciertos. Dentro había un cadáver de ave en varias etapas de descomposición, dependiendo de la fecha del show. (“Para el último concierto, parecía sopa. Abría el frasco y podías olerlo desde afuera”). Un fan le había dado el cuervo como regalo de buena suerte. “Lo único que se me ocurrió fue que abriría el frasco para olerlo y honrarlo”. Así que sacaba el frasco en el escenario, aspiraba y luego vomitaba en el escenario. Crahan explica que el acto se debió a “muchas enseñanzas y escrituras intensas y definitivamente extrañas” que le gustaban en ese momento. Sin embargo, esas ya son “cosas del viejo club de chicos” para él. “Ya no me interesan esas cosas”.
Pero como todas las cosas en torno a Slipknot, había una intención detrás de la conmoción. Los trucos como el del cuervo muerto impidieron que Crahan solo pasara por el aro, explica. Permitieron que estuviera presente, que “prestara atención”, en cada concierto para cada fan. De lo contrario, “es como conducir de ida y vuelta al trabajo todas las noches; hago esto en esta parte de la canción, hago esto en aquella parte. Y así tomas sugerencias como cuervos muertos que buscan salir de este mundo y entrar en otro. Se abren pasillos, paredes, corredores y puertas que la sociedad bloquea en el cerebro humano”. Hubo, “desafortunadamente, también sustancias químicas”, que jugaron un papel. “Como artista, te sumerges en todos estos agujeros para abrir tu mente”.
Ahora, pasamos a las máscaras. Crahan, quien fue el que pensó en la idea hace mucho tiempo, me complace con amabilidad. “Me encanta cuando las personas en tu posición se disculpan un poco por las preguntas que pueden molestar a personas como nosotros con un poco de incomodidad”, revela. Mi recompensa entonces es una respuesta reflexiva y bastante conmovedora. “Cuando se me ocurrió fue porque no había forma de que mostrara mis emociones. Crecí leyendo Hip Trader, Circus, Rolling Stone y te digo algo, nunca hubieras visto una mala imagen de David Lee Roth. Jamás. Ese tipo, siempre se veía bien, y sabes qué, no soy David Lee Roth. Sabía a ciencia cierta que iban a tener una mala imagen de mí y soy muy tímido. Sabía que iba a llorar, sabía que iba a gritar. Sabía que mis ojos iban a mirar a las personas en la multitud y podrían pensar que tal vez los odio. Entonces, para mí, la mejor forma de salirme de eso y así ayudarme a entrar, fue sacando al payaso. Hasta el día de hoy, la máscara sigue siendo importante para mí. Sigue siendo mi vida. No haría lo que hago sin ella”.
Como es costumbre en Slipknot, el lanzamiento de The End So Far trae consigo un cambio de vestuario: una nueva línea de máscaras espeluznantes. Como siempre, la de Crahan parece un payaso. Solo que esta vez, está hecha de fragmentos de espejo. Una nariz roja y abultada se sitúa en el centro como una esfera de Navidad. Crahan la llama su “máscara de bola de discoteca”. Conceptualizó la idea pensando en sus fans. “Quiero brillar como una estrella y quiero que todos brillen como una”, sostiene.
Hace veintiún años, Crahan colocó un espejo en la contraportada de Iowa. “Lo puse ahí para que cuando mires la portada [de la cabeza de una cabra muerta] y quieras juzgarla, no puedas porque ves un espejo y te das cuenta de que ya eres parte de él”. La idea detrás de su última máscara de bola de discoteca brota de esa misma semilla. “El espejo roto es un poco raro, pero tú también; todos son. Son todos estos pequeños espejitos y, cuando me mires, te verás a ti mismo. Sabes que estás ahí conmigo. Cuando yo sea una estrella fugaz, tú me acompañarás”.
The End So Far se estrenará el 30 de septiembre a través de Roadrunner Records