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Cómo una abanderada olímpica puede cambiar a todo un país tras denunciar una violación

Sofia Bekatorou llevando la bandera griega durante la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Río 2016.
Sofia Bekatorou llevando la bandera griega durante la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Río 2016. Foto: Olivier Morin/AFP via Getty Images.

Sofia Bekatorou, como todas las personas que deciden dedicarse al deporte profesional, aspiraba a conseguir la gloria. En su caso, no en las pistas ni sobre el césped, sino en algo con, a priori, menos tirón popular, como las aguas del mar que surca con su barco de clase 470. Las cotas más altas del mundo de la vela las tocó en Atenas 2004, cuando ganó la medalla de oro olímpica; un bronce cuatro años más tarde, más cuatro campeonatos mundiales y otras tantas medallas en torneos europeos la convierten en una de las competidoras más ilustres de los últimos tiempos en su Grecia natal.

Lo que Sofia nunca habría sospechado es que, más allá de sus éxitos deportivos, se iba a convertir en todo un referente social. Y menos aún que sería por el episodio más dramático de su vida, en el que fue víctima de un crimen repugnante. Pero su valentía para denunciarlo le ha hecho ganarse el reconocimiento de una población como la helena, aún profundamente conservadora, para la que temas como este siguen siendo un tabú del que pocas se atreven a hablar. O se atrevían hasta ahora que lo ha hecho ella.

Porque Bekatorou, nacida en 1977, es la primera atleta de élite en la historia de Grecia que se ha atrevido a decir públicamente que sufrió abusos sexuales. Según cuenta, los hechos ocurrieron en 1998, cuando tenía 21 años y se preparaba para los Juegos Olímpicos de Sídney. Un dirigente de la Federación Griega de Vela (EIO, por sus siglas en el idioma local) la engañó para ir a su habitación de hotel, con la excusa de hablar sobre su preparación de cara a la competición en Australia, y allí la forzó.

En declaraciones que recoge la CNN, y que se dieron durante un encuentro digital organizado la semana pasada por el Ministerio de Cultura y Deportes de su país sobre “protección a los niños en el deporte”, la competidora insiste en que en ningún momento hubo consentimiento: “Le dije que no, le repetí que no quería hacerlo, y él insistió con palabras dulces pero falsas, intentando ser gracioso y diciendo que no pasaba nada. Dijo que pararía si yo no quería, pero no lo hizo, sin importar lo que le dijera. Cuando él terminó y me lo conseguí quitar de encima, me fui de la habitación llorando y sintiéndome avergonzada”.

Bekatorou (derecha) con su compañera Aimillia Tsoulfa luciendo la medalla de oro que ganaron en Atenas 2004.
Bekatorou (derecha) con su compañera Aimillia Tsoulfa luciendo la medalla de oro que ganaron en Atenas 2004. Foto: Menahem Kahana/AFP via Getty Images.

Bekatorou no dio nombres concretos, pero todos los indicios apuntan a que se refiere a Aristides Adamopoulos, hasta el pasado sábado vicepresidente de la EIO. De hecho, el antiguo mandatario presentó su dimisión para “preservar el prestigio” de la institución y “el honor y la reputación de los atletas, entrenadores y todos los participantes en el deporte”, así como para “facilitar la investigación”. Aludió también a la “publicidad negativa” y al “daño a la imagen” que el Comité Olímpico nacional (del que era miembro) y su propio deporte recibirían como consecuencia de este escándalo. Sobre la acusación específica, la definió como “falsa y difamatoria”.

Un primer comunicado de la propia EIO emitido el pasado día 15 calificaba los hechos (que afirmaba desconocer) como “suceso desafortunado” y criticaba a la víctima por no dar nombres concretos y por haber tardado tanto en hablar del caso. En reacción a esta actitud, dos directivos también dimitieron como muestra de apoyo a Bekatorou. El segundo texto, apenas 24 horas después, rectificaba, exigía la dimisión de Adamopoulos y mostraba su apoyo tanto a Bekatorou como a cualquier otro afectado que hubiera sufrido lo mismo.

¿Por qué ha esperado tanto tiempo Sofía para contar unos hechos que se remontan a hace más de dos décadas? Ella misma lo explicó: tenía miedo a que, siendo tan joven, si lo contaba en aquel momento no solo no la tomaran en serio, sino que hubiera represalias contra ella y su carrera deportiva se viera truncada. “Ahora, años después, teniendo dos niños y pensando en que otros jóvenes podrían estar en mi lugar, he encontrado el valor de hablar”.

El asunto ya está en los tribunales. Esta misma mañana Bekatorou ha acudido a declarar como testigo a la fiscalía en Atenas. Esta institución ha decidido intervenir de oficio en el caso, puesto que aún no se ha presentado denuncia formal; Sofia cree que su violación es “parte de un problema crónico de abuso de poder”, así que está dispuesta a participar en una acusación conjunta que tenga más probabilidades de prosperar que una individual.

Sofia Bekatorou saliendo de la fiscalía de Atenas tras declarar esta mañana.
Sofia Bekatorou saliendo de la fiscalía de Atenas tras declarar esta mañana. Foto: Angelos Tzortzinis/AFP via Getty Images.

Bekatorou, acaso sin quererlo, se ha convertido en una especie de líder. Su figura pública es muy respetada, hasta el punto de que, gracias a sus éxitos deportivos, llegó a ser la abanderada en la ceremonia de inauguración de Río 2016. Por eso, su revelación ha dado pie a que muchas otras mujeres se atrevan también a hablar de agresiones similares que aseguran haber sufrido. Entre ellas, otras deportistas de alto nivel como Marina Psychogyiou, también reperesentante de Grecia en vela en los años ‘90, o Niki Bakoyianni, subcampeona olímpica en salto de altura en 1996.

Pero no solo. Tras este detonante, muchas ciudadanas griegas comunes están compartiendo en redes sociales los relatos de sus experiencias usando la etiqueta #ΜεΤηνΣοφια (“Me Tin Sofia”, literalmente “con Sofía”) en Twitter. Ha llamado la atención, por ejemplo, el relato de más de un centenar de estudiantes de la universidad de Salónica que aseguran que un profesor abusó de ellas, en algunos casos aprovechando que acudieron a su despacho para pedir una revisión de nota. En palabras de la socióloga Aliki Mouriki que recoge The Guardian, “se rumoreaban incontables historias de abusos de poder” tanto en el mundo del deporte como en otros sectores como el arte, los medios de comunicación o hasta la política; “por eso este es un gran avance que esperábamos desde hacía muchísimo tiempo”.

Es la primera vez que en el país del sureste de Europa se ve un movimiento parecido al Me Too. Y otra novedad imprevista es que, quién sabe si por convencimiento auténtico o por conveniencia, políticos de todos los rincones del espectro están secundando la causa. El primer ministro Kyriakos Mitsotakis, de la formación centroderechista Nueva Democracia, ha alabado la “bravura” de Sofia para “romper la cadena de miedo y sliencio”. La presidenta de la República, Katerina Sakellaropoulou, la recibió en su residencia oficial este mismo lunes. Maria Syrengela, secretaria general de Políticas Familiares e Igualdad de Género (y dirigente del Partido Popular Europeo), califica la denuncia como “más importante que las 10 medallas que ha conseguido” porque “Sofia es una de las deportistas más populares de nuestro país, así que simbólicamente su decisión de contarlo abiertamente es extraordinaria: animará a muchas más mujeres a hablar. Y queremos que hablen”.

Mouriki explica que “institucionalmente, y desde el punto de vista político y estatal, Grecia ha cambiado enormemente en los últimos 30 o 40 años. Pero en la práctica, en la vida cotidiana, sigue siendo una sociedad muy patriarcal, tradicional y conservadora”. La iglesia ortodoxa y su visión extremadamente estricta de los asuntos morales y de las relaciones familiares sigue siendo la referencia que guía a buena parte de la ciudadanía, sobre todo lejos de las grandes urbes. Por eso la vía que ha abierto Bekatorou puede ser el chispazo que prenda la llama para un cambio a mejor: para que situaciones como la que ella vivió no se repitan, o que al menos los perpetradores no queden impunes a partir de ahora.

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