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Una sombra en la nube tiene delirio y desparpajo en medio de la Segunda Guerra Mundial

Chloë Grace Moretz en Shadow in the Cloud
Chloë Grace Moretz en Shadow in the Cloud

Una sombra en la nube (Shadow in the Cloud, Nueva Zelanda-Estados Unidos/2020) Dirección: Roseanne Liang. Guion: Max Landis y Roseanne Liang. Fotografía: Kit Fraser. Edición: Tom Eagles. Música: Mahuia Bridgman-Cooper. Elenco: Chloë Grace Moretz, Nick Robinson, Beulah Koale, Taylor John Smith, Callan Mulvey, Benedict Wall, Joe Witkowski y Byron Coll. Duración: 83 minutos. Disponible en: Flow, Apple TV y otras plataformas de streaming en alquiler. Nuestra opinión: muy buena.

Una sombra en la nube es de esas películas que generan de forma inmediata e inevitable una profunda grieta cinéfila. Quienes busquen una propuesta prestigiosa, sobre temas “importantes” y con una puesta en escena que apueste a la verosimilitud es mejor que ni se acerquen a este film de la directora neozelandesa (de origen hongkonés) Roseanne Liang. Sin embargo, para aquellos que disfrutan del delirio y el desparpajo, de la reivindicación de los géneros considerados menores, del espíritu del cine clase B, este segundo largometraje de la realizadora de My Wedding and Other Secrets es diversión garantizada.

Terror, ciencia ficción y cine bélico son los vértices de una película que apuesta con éxito a una relectura feminista con una capitana de la Fuerza Aérea llamada Maude Garrett (Chloë Grace Moretz, sorprendente en una combinación entre Mata Hari y una heroína de acción que remite a la Sarah Connor que Linda Hamilton interpretó en Terminator) que en 1943 se sube a úlimo momento a un gigantesco avión de los aliados con una misteriosa caja cuyo contenido se desconocerá hasta promediar la película. Los tripulantes del bombardero la reciben con todo tipo de abusos verbales y, como si fuese alguien indeseable, la terminan mandando a una minúscula casilla subterránea donde hay una ametralladora. Y, claro, ella no tardará en usarla no sólo contra los japoneses sino también contra unos enormes gremlins.

El guion escrito por Max Landis (hijo de John Landis y, paradójicamente, uno de los “cancelados” por el movimiento #MeToo), que luego fue reelaborado por la propia directora, es un festival de gore (sangre, vísceras), humor negro y situaciones absurdas que funcionan a la perfección en esta suerte de homenaje a la serie La dimensión desconocida y a la filmografía de John Carpenter. En ese sentido, la música tecno ochentosa (a puro sintetizadores) de Mahuia Bridgman-Cooper y los efectos visuales cortesía de la compañía Weta Digital de Peter Jackson resultan otros aportes fundamentales. Y a no perderse los créditos finales, muy en línea también con estos tiempos de empoderamiento femenino.