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Stephane Brizé, cineasta social: "Liberalismo y libertad no son sinónimos"

Madrid, 9 may (EFE).- Quizá en España sea más conocido el cine social de directores como Costa-Gavras o Ken Loach, pero en su estela trabaja desde hace años el francés Stephane Brizé (Rennes, 1966), que este viernes estrena en España su sexto largometraje, "Un mundo mejor", con el que cierra su "trilogía del trabajo", apabullante y certera.

"Un nuevo mundo", que así se llama el nuevo filme, completa una disección -no cruel, pero sí dolorosa, por lo auténtico- de la realidad laboral de un montón de personas que se verán reflejadas en la película.

Desde la primera escena, en la que una pareja adinerada negocia los términos de su divorcio con sus abogados, ya se ve que ambos tienen razón, y que los dos están perdidos.

Es probable que ésta sea la primera vez que se oiga como argumento de separación que su pareja lleva años ausente, convertido en un adicto al trabajo, sin días libres para su familia -seis fines de semana en dos años, aduce ella-, mientras todos a su alrededor sufren y la mente de su hijo abandona poco a poco la cordura.

"Es verdad que lo que ocurre en la pareja es consecuencia directa de cómo funciona él en su vida laboral, y ninguno es consciente de que lo que le pasa a su hijo se debe no solo de la actitud del padre, sino al mundo que le rodea, al mundo en el que ellos han hecho crecer a ese niño", dispara el realizador en una entrevista con Efe.

Y esto es así, dice, "sólo porque son las reglas del juego. Llevamos decenas de años en los que nos intentan convencer de 'las virtudes' de este nuevo mundo: quieren hacernos creer que el liberalismo es libertad y no son sinónimos para nada".

Después "La ley del mercado" (2015), donde la oficina de empleo era su lugar natural, y de "En guerra" (2018), donde el cuadrilátero es una fabrica, "Un nuevo mundo" va más allá, porque lleva la acción a un conglomerado de empresas estadounidenses que tienen sedes en toda Europa.

Sus directivos regionales, que ya han tenido que hacer recortes meses atrás, se ven obligados a volver a despedir trabajadores porque "no llegan" a los objetivos.

Uno de ellos es Philippe Lemesle (Vincent Lindon, en su quinta colaboración con Brizé), inmenso en su papel de jefazo, "rey del mundo", traje y corbata, que empieza el día con pastillas y sacando la ira que lleva dentro en una cinta de correr en el gimnasio.

Junto a él, Anne (Sandrine Kiberlain), su esposa en la película -y exesposa en la vida real de Lindon-, que no puede más: acusaciones, resentimiento, lágrimas, pero sobre todo, tristeza.

"No soy catedrático, ni economista, yo cuento historias individuales dentro de un sistema apremiante y este personaje (Philippe) se plantea preguntas profundamente éticas. Cómo me comporto, o más: cómo me comporto como individuo ante algo que me hace sufrir, que me duele. Qué debo hacer ante algo que me piden y que, para mí, no tiene sentido", se desahoga Brizé.

Es "de ahí", dice, "de donde sale algo interesante, el asunto que nos concierne a todos, hayamos hecho las cosas consciente o inconscientemente, y más -añade- en estos dos años de pandemia que nos hicieron reflexionar sobre nuestro lugar en el mundo. Es muy posible que estos dos años aporten una resonancia mayor a la película, que se rodó en 2020", considera.

Para Brizé, un intelectual de izquierdas que no ha decepcionado con sus análisis ni al bando contrario a sus ideas, "un sistema como éste deja consecuencias".

Por ejemplo, dice, "la decisión que toma la mujer es la que menos le gusta y la que menos le conviene, pero es la única que le va a permitir salvarse, y tomar esa decisión -aún sabiendo que le va a hacer polvo el resto de su vida-, para mí es la definición del valor".

Y no habla de un problema de "incoherencia del sistema", afirma, "lo es de un capitalismo bestial al que se suma el desentendimiento del Estado. El capitalismo en su deriva, también es otro fascismo, y además, eso no falla, atrae a otros fascismos".

La pauperización de las empresas llegan a cualquier ámbito -"también al periodismo, advierte: ¿A que parecían intocables?"-.

El beneficio, sostiene, "guía todas las decisiones y ésa es la situación en la que estamos hoy. Con el vértigo añadido de que está ocurriendo en todo el planeta, no en un país o dos, y todos los dramas humanos que hay detrás".

"Pero no vas al cine para ver solo eso. Yo muestro cómo vivimos y reaccionamos hombres y mujeres, y cómo nos planteamos la gran pregunta: ¿hay esperanza?".

Alicia G. Arribas.

(c) Agencia EFE