Suiza 1954: el primer #NoEraPenal lo gritamos en un México vs Francia que nos dejó fuera del Mundial

El verano en Nueva York saca las bermudas de las maletas. El tiempo aumenta su velocidad durante la fiesta mundialista de 1994. La figura pesada de José Luis Lamadrid la sostienen dos piernas fuertes que 40 años antes corrieron en los campos bañados por la brisa de los Alpes suizos.

Los días acercan a aquel hombre a los 64 años. La edad no lo inhibe. No es sorpresa verlo cantar y bailar en la calle durante su día de descanso, después de largas jornadas de analizar el balompié para la televisión mexicana.

“Vamos a pasarla muy highlander”, dice el ex jugador de cabellera blanca a un joven cronista que también estaba por cumplir años, 34 para se exactos. La expresión resume los planes del día: caminar por la ciudad, tomar una copa, fumarse un puro, mirar partidos y hablar de futbol.

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Es de noche. La cabeza de los dos hombres gira sobre la charla y el humo de los Cohiba, después de sentarse por horas en la barra de un bar a platicar de la vida. Lamadrid, el veterano, no para de contar historias sobre su ascendencia española a la atenta figura de “Emiliano”, como suele llamar al treintañero, cuyos lentes reflejan las luces de la inmensa ciudad.

—Estuve a punto de jugar en el Barcelona. ¿Sabías? — le revela Lamadrid.

—¡No me diga! ¿Y por qué no se fue? — pregunta, inquieto, el joven cronista.

Por amor. Mis padres estaban enfermos. No podía dejarlos solos.

—Hubiera sido un sueño.

—Lo fue, “Emiliano”. Porque a la prueba sí me presenté. Ahí conocí a Kubala.

—¿A Ladislao Kubala? ¿El húngaro?

—¿Y cuándo se probó con el Barcelona, don José Luis?

—Después del Campeonato Mundial de 1954, cuando le metí gol a los franceses— responde don José Luis Lamadrid, antes de un largo silencio que lo absorbe en el tiempo.

***

Son las siete de la mañana del sábado 19 de junio de 1954. Las guitarras de Los Tres Caballeros despiertan a las familias mexicanas con “Las Mañanitas” en la radio. El olor a café activa los pensamientos y repasa las agendas: hoy juega la Selección Nacional.

Después del musical inicio del día, las cajas de sonido aumentan el volumen para escuchar las acciones del partido entre México y Francia del Campeonato Mundial de Futbol que se disputa en Suiza.

Sí, ya hay televisores, pero esos armatostes no figuran todavía en todos los hogares mexicanos y no había infraestructura para mirar partidos desde tan lejos. Así que el partido se imagina según dicta la voz del corresponsal Agustín González Escopeta, en las estaciones XEB y la XEBT desde las 9:30 horas nacionales.

El sol que empezaba a alumbrar el suelo mexicano ya había calentado los cuerpos de los jugadores de la Selección Nacional, donde el reloj estaba por marcar las 16:30 horas en la ciudad de Ginebra, uno de los lugares que resultaron ser “verdaderas maravillas desde el punto de vista de la contemplación y el paisaje”, según el técnico del combinado nacional, el español Antonio López Herranz.

En los vestidores del estadio Charmilles, el defensa Narcizo López tenía alguna sensación en el estómago, como una premonición; Tomás Balcázar se calzaba las zapatillas para buscar el gol que no había llegado en el primer partido, cuando se perdió 5-0 ante una poderosa selección de Brasil. Antonio Carbajal se vestía para volver a la cancha después de no actuar en el debut mundialista por una lesión. Salvador Mota fue el sustituto que recibió la goleada en contra.

El equipo estaba listo, con una “moral maravillosa”, según el entrenador, la misma que se vino abajo por los dos goles que metieron los franceses en 46 minutos: el de Jean Vincent y el autogol de Raúl Cárdenas, que más tarde, en tono de broma, le reclamara a la Tota Carbajal por no detener ese balón que incrustó en su arco.

Las fuerzas volvieron al equipo nacional que en ese entonces vestía de guinda.

En la segunda parte, las miradas apuntaron a un jugador bajito de frente amplia al que le apodaban El Niño Artillero por su juventud y fuerte pegada al balón. Su nombre: José Luis Lamadrid.

El delantero se movía muy bien a la espalda de los defensas y encontraba los espacios. Con esas habilidades desató el primer grito de gol mexicano que se escuchaba en Europa, del otro lado del charco, continente al que en el Mundial de Italia 34, del que México quedó fuera tan solo cuatro días antes de iniciarse, solo se pudo llegar en barco; mientras que Francia 38 ni siquiera se jugó por el boicot a la FIFA.

Los franceses Raymond Kaelbel y Abderrhamane Mahjoub “se dejan sorprender por el bote del balón llegado desde bastante alto y el esférico va a parar a los pies de Lamadrid, quien llega solo hasta donde se encuentra Francois Remeter y no tiene problema alguno para anotar con un tiro cruzado el primer tanto mexicano”, publicaría al día siguiente el periódico Excélsior, sobre el gol de ‘El Niño Artillero’.

Intentan el empate Raúl Arellano, Naranjo y el defensa López. Pero a cinco minutos del final, es Balcázar quien lo consigue.

El 2-2 aparece en los cartones debajo del enorme reloj suizo de aquel estadio. Los aficionados, en su mayoría franceses, chiflan de nervios por el asedio rival. El primer punto de México en un Mundial sólo dura tres minutos.

Después de unos rebotes en el área de México, la pelota cae en los pies de la estrella gala Raymond Kopa, que frente al área chica dispara, desesperadamente, para probar a Carbajal, pero quien se lanza es Narcizo López, el defensa de la premonición, que logra detener el disparo.

“¡Main!” gritan los franceses reclamando una mano a menos de cinco minutos del final. Los mexicanos lo niegan. Carbajal se toma la cabeza con las manos. No hay repetición. No hay revisión. No hay duda. El árbitro español Manuel Asensi marca el penal.

La acción viaja de Ginebra a México por la voz de Escopeta y provoca los jalones de cabello, las plegarias, la incredulidad, la discusión. El nervio. La mente trabaja forzada para imaginarse la acción, recrear el momento que se le describe. Quien se atreve a decir que está mal marcado lo hace más con fe que con pruebas. Los boleros y danzones ceden su lugar para sintonizar el desenlace. Por un momento se olvidan de Beto Ávila en los Indios de Cleveland y la reciente victoria de Gori Guerrero sobre Blue Demon en la lucha libre.

El tiempo se alenta. En Suiza, Kopa toma la pelota. En México, escuchan atentos. El sol que alumbra a ambos países provoca sudores de todo tipo. Asensi pita. Kopa dispara. Carbajal mira. El balón se clava potente en las redes mexicanas. Adiós al primer punto en mundiales.

El árbitro termina el partido y empieza su escape a los vestidores.

La rabia mexicana provoca la persecución de algunos futbolistas contra Asensi. Interviene la policía para proteger al español y calmar a los de guinda, sobre todo al defensa Jorge Romo, que quiso entrarle a los puños.

“Conozco al árbitro. Es un hombre que siempre castiga para dar gusto al público”, vocifera el técnico López Herranz sobre su compatriota. “La severidad del árbitro español fue exagerada y unilateral. (…) A juicio de los propios periodistas de este país, el penalti que decidió la victoria fue un disparate, más que el desgraciado gol suicida de Cárdenas”.

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El penalti fue un regalo del árbitro a los franceses quienes no merecieron ganar este partido, ya que los mexicanos jugaron mucho mejor que ellos en el segundo tiempo”, declara el general José Manuel Nuñez, jefe de la delegación mexicana en aquella Copa del Mundo, que sólo tres minutos después de terminado el encuentro protesta oficialmente contra el silbante Asensi.

La prensa helvética califica como un penoso triunfo de Francia por la polémica arbitral.

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Al día siguiente los periódicos en México titulan sus notas: “Por riguroso penalti, faltando tres minutos, perdimos ante Francia”, “El árbitro le robó el partido”. Para los medios, jugadores y aficionados, no era penal.

El mal sabor de boca se queda pese a apagar el radio o cambiar de estación.

El tiempo en territorio mexicano recupera su velocidad. Algunos piensan en el regalo que harán el Día del Padre, horas después, por ser el tercer domingo de junio. Otros planean ir al Teatro Metropolitan a ver a Rosita Quintana en la obra La Duda, pese a la devaluación de ese año que no acongoja al portador del boleto 10971, ganador del millón de pesos que se jugó en la lotería un día antes.

Ese “no era penal” sólo en pláticas se queda. Aún no hay dónde desahogar ese despecho, como sí lo habría 60 años, 10 días y 3 horas después, cuando se repitiera la historia.

***

Emiliano sacude a Don José Luis para regresarlo del recuerdo. La negrura de la noche neoyorquina aumenta el brillo de las luces en la Gran Manzana. Los Cohiba son ahora un pedazo de carbón. El hombre cano vuelve a la realidad con una sonrisa.

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La pierna derecha de Lamadrid, la del gol, da un pequeño brinco en la acera, se mueve al ritmo de música tranquila que sale de su propia garganta y por un momento se convierte en Tony Bennett: “I’m going home to my city by the Bay. I left my heart in San Francisco”.

El corazón del goleador mexicano se quedó en Suiza, en ese grito de gol, el primero de la Selección Nacional en Europa. El mismo que pudo latir en Barcelona, pero se lo entregó totalmente a sus padres.

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Alineación de México vs. Francia del 19 de junio de 1954, o de cuando el país gritó “No era penal” por primera vez

  • Jugadores

Antonio Carbajal

Narciso López

Jorge Romo

Saturnino Martínez

Raul Cárdenas

Rafael Ávalos

Alfredo Torres

José Naranjo (capitán)

José Luis Lamadrid

Tomás Balcázar

Raúl Arellano

  • Técnico

Antonio López Herranz

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