Es surrealista que todavía se vivan escenas así en ‘First Dates’

Cuando una persona va a First Dates para buscar el amor (o lo que surja), sabe de antemano que cualquier cosa puede suceder. En el restaurante más conocido de la televisión se han vivido espantadas, discusiones acaloradas, invenciones variadas, choques de posturas sobre la forma de entender la vida, y un largo etcétera. Y también hay flechazos, claro. Esta semana, que First Dates ha empezado su versión más veraniega, dos comensales, René y Magnolia, han protagonizado una escena de lo más surrealista, y ninguno quería ceder ante las pretensiones del otro.

Imagen promocional de 'First Dates' de los programas de verano de 2022 (Mediaset)
Imagen promocional de 'First Dates' de los programas de verano de 2022 (Mediaset)

Podrían haber discutido sobre política, religión o cualquier otro asunto complicado, pero no. Tuvieron un desencuentro por tradiciones que ya están un tanto manidas, como el tener que invitar a la otra persona durante una primera cita. Aunque René, en principio, le pareció un hombre caballeroso, pero le pareció fatal su propuesta de pagar a medias. Para ella, eso era un desplante y según como actuase se estaba jugando el tener un futuro encuentro o cortar la relación. ¿Alguien imaginó que una cena agradable se fuese al traste por cinco palabras tan inocentes como “cada uno pagamos lo nuestro”?

No, no, no. A medias, no. Las medias no me las pongo desde hace mucho tiempo. Se puede invitar, si no, invito yo”. Eso fue lo que dijo Magnolia ante la proposición de su acompañante, con el que había tenido muy buena química, y con el que se había divertido. René recogió entonces el guante, y le dijo que si era su intención, que invitase ella, y entonces la participante cambió de opinión. Según su punto de vista, en una primera cita como la que estaban viviendo, tenía que invitar el caballero, “y, si yo quiero invitarle en otro sitio, lo hago”.“A medias no, no me da la gana”, fue otra de sus sentencias. A él le chocó este planteamiento, pues consideraba que quizá eso sucedía en el pasado, pero en estos momentos se debía hacer a media, y si la cosa cuajaba, ya en el futuro se invitaría.

Cuando se acercaron a la barra, tras pasar unos momentos de intimidad en el fotomatón, Magnolia se dirigió al camarero Matías Roure, y le dijo que pagaría él. René, finalmente, abrió la cartera y se hizo cargo de los gastos de la cena. A la hora de tomar la decisión de seguir viéndose o no, ambos coincidieron en que sí, que seguirían conociéndose, y se marcharon de la mano a “tomar algo”. Entendemos que, según su relato, Magnolia sería la encargada de invitar a ese algo.

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En ese punto hay que destacar que en First Dates, el precio de la cena es cerrado: da igual lo que se pida de la carta, o las bebidas que se tomen, que únicamente se pagan 15 euros simbólicos, para poder hacer el teatrillo de pedir la cuenta… y que surjan estampas como estas.

La cosa se torna más absurda si conocemos la trastienda del programa. De sobra es conocido que el de First Dates no es un restaurante real, sino uno hecho expresamente para grabar un programa de televisión. Aunque gracias a la magia de la televisión se nos invita a pensar que estamos asistiendo a una cena, la comida puede grabarse en cualquier momento del día, de ahí que a veces los platos casi ni se toquen. La vez que Charo Reina acudió a buscar el amor, por ejemplo, su reloj delató que todo se había grabado a las 11:30 de la mañana, por ejemplo. Además, las raciones son más bien escasas, pues masticar en televisión no suele quedar bien, y lo que le interesa al programa es que haya conversación, no que los participantes se pongan las botas con sus platos de nombres exóticos.

También hay un truco importante en lo referido a la cuenta. Y es que, realmente, los participantes no tienen que pagar su comida de su propia cartera. Algo casi de lógica: no vas a ir a un programa de televisión a buscar el amor y encima vas a tener que poner dinero. Por acudir a First Dates, los participantes cobran una pequeña cifra, que se les abona allí mismo, y de ese dinero tienen que sacar para pagar la cena; hasta pueden invitar a la otra persona, y todavía salen del programa con algunos euros en el bolsillo. Un comensal que fue al programa cuenta a este medio que, en su caso, la redactora con la que trabajó le dijo que luego ese dinero de la cena se le reembolsaría, y así sucedió tras la cita: recuperó sus 15 euros, una vez las cámaras habían dejado de grabar.

Por todo esto, resulta un tanto surrealista todo lo que sucedió en la cita de Magnolia y René. Tanto por el arcaico pensamiento de que un hombre tiene que invitar a una mujer en su primera cita, como por saber que, realmente, ni siquiera hay que gastar su propio dinero.

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