Una temporada repleta de restrospectivas, estrenos y festivales en el templo de la cinefilia porteña
La experiencia de ir a la sala Leopoldo Lugones es única. Después de atravesar el imponente hall del Teatro General San Martín, los espectadores suben los diez pisos por ascensor (aunque hay valientes que se animan a usar las escaleras) para llegar a ese cine que se convirtió, a través de los años, en un templo de la cinefilia porteña.
El entorno es lindísimo, pero lo que realmente hizo de la sala Lugones el lugar en el que cineastas, artistas, y aficionados al cine en general se formaron como espectadores, es la programación, que cada año sorprende con retrospectivas y estrenos, clásicos para volver a ver y novedades.
Aunque los ciclos que se realizarán durante la temporada 2025 se anunciaron este martes junto con el resto de la programación del Teatro General San Martín, la Lugones, como se la conoce cariñosamente, retomó sus actividades a principios de este mes. Lo hizo con una gran apuesta: un foco en Andrei Tarkovski en el que se proyectaron siete largometrajes fundamentales del admirado director ruso, en copias recientemente restauradas y enviadas especialmente desde Moscú.
También en febrero comenzó el ciclo Bela Lugosi, desde las tinieblas, un recorrido por las películas de la estrella del cine de terror, que dejó su marca en la historia del cine como el primer Drácula, entre otras interpretaciones. El ciclo dedicado al actor austro-húngaro continuará hasta el 14 de marzo, con funciones de films imperdibles como Ninotchka, de Ernst Lubitsch (viernes 28, a las 18; y sábado 1, a las 21); El profanador de tumbas, de Robert Wise (jueves 6, a las 18); y un fascinante doble programa formado por La marca del vampiro, de Tod Browning, y Yo cambié mi sexo, de Ed Wood (sábado 1° y jueves 6, a las 15).
De Tarkovski a Lugosi, la selección de este mes es una muestra de la diversidad que presentará durante esta temporada la programación de la sala, que está a cargo del crítico de cine, periodista y programador Diego Brodersen. “Los parámetros de la programación de la sala siguen una línea histórica”, explica para LA NACION. “Durante décadas, el director de programación fue Luciano Monteagudo, que fue quien definió el perfil de la Lugones y que continúa con la misma lógica, con algunas diferencias mínimas, quizás un poco de impronta personal. Pero la idea es básicamente la misma: es una sala de revisión, asociada históricamente a Cinemateca Argentina y, en ese sentido, el núcleo de la programación sigue siendo la revisión de clásicos, el redescubrimiento y el descubrimiento de cineastas clásicos, pero también contemporáneos. No es una sala que solo esté abocada a la exhibición de títulos del pasado, sino también del presente ”.
Con espíritu de colaboración
Según cuenta el director de programación, diseñar y llevar adelante estos ciclos es un trabajo que lleva mucho tiempo y una necesaria colaboración con embajadas, instituciones y cinematecas de todo el mundo. “Las retrospectivas y los ciclos geográficos dedicados a algunas cinematografías llevan mucho tiempo de preparación; un año, un año y medio, dos o incluso más”, detalla. “No siempre podemos llevar a cabo todo lo que lo que está en nuestra imaginación y en nuestros sueños, por problemas de presupuesto y también por cuestiones geográficas. Por ejemplo, si bien la sala continúa exhibiendo ciclos en 35 mm, ya no es tan sencillo traer copias desde el extranjero por una cuestión de costos, así que intentamos tener la mejor programación con el presupuesto y las posibilidades que tenemos”.
Además de poner el foco en la obra de cineastas del pasado y contemporáneos, la sala Lugones es un espacio para estrenos, tanto argentinos como de otros países. En el caso del cine nacional, estrenar en la legendaria sala no solo tiene un valor simbólico, por lo que significa tener un lugar dentro de su programación, sino que también es una gran oportunidad de encontrarse con un público cinéfilo, ávido de nuevas propuestas. “Desde hace más de 20 años, cuando la sala estrenó Los muertos, de Lisandro Alonso, comenzó a tener un vínculo muy fuerte con el cine independiente argentino, que no ha abandonado hasta el día de hoy”, resalta. “La sala estrena por año unas seis o siete películas argentinas como mínimo, al margen de las retrospectivas. Y teniendo en cuenta la situación justamente del cine argentino, y sobre todo de la exhibición, creo que se transformó en una de las salas emblemáticas junto con otras, desgraciadamente muy escasas, en el circuito independiente”.
Además, Brodersen explica que la oferta que tienen de títulos argentinos a estrenar por cada año excede largamente sus posibilidades de estrenarlas: “Todos los meses se acercan cuatro o cinco propuestas de estreno, que obviamente no podemos cubrir. La sala estrena una película al mes, muchas veces también tenemos estrenos internacionales, con lo cual no se puede cumplir una función exhaustiva de estreno, pero intentamos tener algunas de las mejores películas independientes argentinas”.
Cartelera
El primer gran estreno argentino del año será Sombra grande, de Maximiliano Schonfeld, que tuvo su estreno mundial en la última edición del festival de San Sebastián. Serán siete únicas funciones, del 6 al 13 de marzo.
Este estreno estará acompañado por uno de los ciclos más originales de la temporada, Érase una vez en Crespo, que reúne seis largometrajes de Schonfeld, Eduardo Crespo e Iván Fund, director ganador del Oso de Plata en el último festival de Berlín con su film El mensaje. Los tres directores están unidos no solo por ser realizadores destacados dentro del cine argentino de la última década (y un poco más), sino porque construyeron su obra alrededor del municipio de Crespo, Entre Ríos.
Desde el 7 de marzo y hasta el 14 se proyectarán Jesús López y Germania, de Maximiliano Schonfeld; Nosotros nunca moriremos y Crespo (la continuidad de la memoria), de Eduardo Crespo; y Vendrán lluvias suaves y La risa, de Iván Fund.
“El ciclo de Érase una vez en Crespo surgió casi de manera automática cuando confirmamos el estreno de Sombra grande, la última película de Maxi Schonfeld -cuenta Brodersen-. El título también surgió casi de manera espontánea y me parece que es una buena manera de acompañar el estreno de de la película. Es decir, dar cuenta por primera vez en Argentina y en el mundo de una usina poco conocida por el público en general, que es la localidad de Crespo, en Entre Ríos”.
Otros estrenos previstos para la temporada son Los ríos, el nuevo largometraje del director argentino Gustavo Fontán, y Mal vivir y Vivir mal, el díptico del realizador portugués João Canijo. También se estrenará Wainrot, tras bambalinas, el documental de Teresa Constantini acerca de Mauricio Wainrot, una de las figuras más influyentes de la danza argentina, premiado en nuestro país y en el extranjero y quien fuera varias veces director artístico del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín. El documental repasa tanto su trayectoria como su vida y es un retrato de su pasión, su vida y la trascendencia de su obra en la danza.
En lo que respecta a los ciclos de revisión, habrá retrospectivas de directores reconocidos y focos de cine de distintas partes del mundo. Entre los grandes autores que estarán presentes en esta temporada se cuentan Seijun Suzuki, de quien se exhibirán más de una docena de sus películas más reconocidas y títulos inéditos en la Argentina, en un programa realizado en colaboración con The Japan Foundation y el Centro Cultural e Informativo de la Embajada de Japón.
Una cita obligada para la cinefilia local será el foco retrospectivo dedicado al alemán Rainer Werner Fassbinder, para el que se contó con la colaboración del Goethe-Institut Buenos Aires. También habrá una oportunidad única de acercarse a la obra del cineasta polaco Wojciech Jerzy Has, de quien se exhibirán largometrajes en copias restauradas, en una retrospectiva realizada en colaboración con la Embajada de Polonia en la Argentina.
Dos cinematografías tan diversas como la finlandesa y la mexicana serán objeto de focos especiales. Desde Finlandia con amor, realizado en colaboración con el Instituto Iberoamericano de Finlandia, Finnish Film Foundation y la Embajada de Finlandia en Buenos Aires, presentará películas clásicas y modernas de ese país. Mientras que dentro del foco México 70, para el que se contó con la colaboración de IMCINE y la Embajada de México en Argentina, se podrán ver seis largometrajes realizados en México en la década de 1970 y que nunca se vieron en nuestro país.
Distintos perfiles
Más allá de estos ciclos y focos, la sala Lugones alberga a festivales con distintos perfiles. Será sede del Bafici, tal como lo viene haciendo desde su nacimiento en 1999. Durante este año, también volverán las nuevas ediciones del Doc Buenos Aires, el clásico festival dedicado al cine documental nacional e internacional; del Festival Synchro, en el que se presentan cortometrajes de autores internacionales consagrados; y de ¡Esto es historieta!, un festival que invita a ver las múltiples y fascinantes maneras en las que el cómic y el cine se cruzan.
La variedad de propuestas de los festivales y los distintos ciclos hacen que el público de la sala Lugones se amplíe, sumando nuevos espectadores a aquellos fieles que siguen la programación de cada temporada, en algunos casos, desde hace años. “La sala tiene un público muy muy fiel que viene y acompaña los ciclos y estrenos desde hace décadas”, comenta Brodersen. “Por supuesto que siempre estamos con la idea de ampliar el público y traer a gente que quizás no conoce la sala o vino solo una vez. Y en líneas generales, debo decir que lo hemos logrado. Después de la pandemia, que estuvimos cerrados gran parte de 2020 y una parte de 2021, ocurrió algo interesante: se renovó mucho el público. Hubo una llegada de un público muy joven, en principio con ciclos específicos”.
El programador explica que los programas dedicados al cine de vampiros; las proyecciones de Oppenheimer, de Christopher Nolan, en 35mm; el estreno de Crímenes del futuro, de David Cronenberg y hasta un clásico como El mago de Oz, son algunas de las propuestas que atrajeron a la tradicional sala a un público más joven. “Creo que lo que ocurrió es que un porcentaje de esa gente joven que vino, quizás un poco por curiosidad, siguió viniendo a la sala”, apunta. “Es muy bueno porque se da un una cosa muy ecléctica en cuanto a público en términos de edades, intereses cinematográficos y demás. Eso enriquece la experiencia colectiva de de la exhibición en una pantalla grande. Y esperamos que eso continúe”.