Anuncios

The Dark Side Of The Wall, un homenaje a Pink Floyd que vuelve a ponerse en marcha

La carrera de Pink Floyd está plagada de momentos de brillo, relevancia artística y popularidad, pero hay dos discos de cuya existencia saben hasta aquellos que no conocen con mucho detalle la obra de la gran banda inglesa: The Dark Side of the Moon (1973) y The Wall (1979). Y la combinación de esos dos célebres títulos en un obra teatral argentina de gran despliegue técnico atrajo a muchos seguidores del grupo, que llenaron el Teatro Coliseo en 2017, también agotaron las entradas en el Gran Rex en 2018 y ahora tendrán la posibilidad de reencontrarse con The Dark Side of The Wall, un espectáculo que reaparece aggiornado para esta época de gloria del streaming: este sábado, a las 21, se podrá revivir la intensa función del Gran Rex, filmada a nueve cámaras y con una gran calidad de sonido. Las entradas se consiguen en www.blueteamshow.com.

En The Dark Side of The Wall hay más de un centenar de artistas en escena -entre músicos, cantantes y actores-. También grandes pantallas led, animaciones 3D originales, tules, telones traslúcidos y una gran estructura arquitectónica que arman el marco adecuado para el lucimiento de P.J. Olsson, vocalista estadounidense de The Alan Parsons Live Project (una reversión iniciada en los años 90 del proyecto musical de Parsons en los 70) que se sumó a esta experiencia de origen argentino.

"Creo que el espectáculo atrajo a tanta gente porque está hecho con seriedad y profesionalismo", dice Gastón Guillén, baterista de la banda que en este espectáculo-homenaje toca en vivo muchos de los temas más populares de Pink Floyd y de la que también forman parte sus hermanos Gustavo (guitarra) y Juan Pablo (bajo y voz). "Con mis hermanos arrancamos con el repertorio de Floyd en 1991. Tenemos el background de los treinta años que llevamos haciendo esta música -sostiene-. En todo este tiempo hicimos seis Gran Rex, dos Luna Park, un Obras... No somos unos improvisados, tenemos experiencia y recorrido". Los hermanos Guillén armaron primero The End, un proyecto destinado a recrear la obra de esta banda legendaria que tuvo entre sus integrantes iniciales a un emblema de la psicodelia, Syd Barret, y después fue guiada por el talento de Roger Waters y David Gilmour. "Barret fue una pieza fundamental de la primera época, pero a mí personalmente me gusta más lo que vino después -opina Guillén-. Cuando Pink Floyd comenzó, las cincuenta personas que iban a ver sus shows llegaban atraídas por el carisma y la locura de Barret, pero la perfección que hizo grande al grupo llegó más adelante".

Más allá de la discusión puramente musical, tanto Pink Floyd como Waters en su faceta solista apostaron siempre a las puestas en escena fastuosas, como aquella con la que el bajista desembarcó en la Argentina en 2012, cuando llenó nueve veces el estadio de River Plate con el show de la gira The Wall. "Nosotros veníamos haciendo un espectáculo con la famosa pared que se termina derrumbando, pero después de la parafernalia descomunal con la que llegó aquella vez Waters eso dejó de tener sentido -recuerda Guillén-. Entonces decidimos readaptarlo con el estilo de un musical. Reescribimos un guión para el que la película de Alan Parker ya no es la base principal, aunque los elementos esenciales de esta historia sigan estando. Y convocamos a P.J. Olsson, un cantante excepcional que tuvo la deferencia de aceptar jugársela con unos argentinos de los que no conocía casi nada".

En The Dark Side of The Wall, Olsson se desplaza sobre el escenario a la manera de Mick Jagger, una actitud que descolocó a algunos fans conservadores de Pink Floyd. "Si te molesta eso, quizás este no sea el espectáculo para vos -subraya Guillén-. Pero siempre hay gente con prejuicios... Nosotros no somos una banda tributo. Respetamos la obra de Pink Floyd desde el punto de vista musical, pero no hacemos lo que hacen otras bandas que se lookean como los Beatles, por ejemplo. No nos queremos parecer a los integrantes de Pink Floyd, queremos tocar su música con la mayor fidelidad posible. Lo de las imitaciones es algo más circense".

Guillén asegura que en estos treinta años que lleva dedicados a investigar la música de Pink Floyd acumuló muchas historias dignas de ser contadas. "Son un montón, pero yo me quedo con aquellas que dicen algo sobre nuestro trabajo. Me acuerdo, por ejemplo, de que después de un show en una discoteca de Neuquén vino el DJ del lugar al camarín para decirnos que él estaba lleno de pruritos y muy predispuesto a darnos con un caño, pero que tenía que reconocer que le habíamos tapado la boca con lo que habíamos tocado. Nos pidió que toquemos de nuevo la noche siguiente y se ofreció a armar un set de apertura. Cosas así nos hacen sentir orgullosos".

Hasta hoy, ni Waters ni Gilmour se han manifestado sobre el trabajo de hormiga alrededor de una zona de la obra de Pink Floyd que viene llevando a cabo este grupo de argentinos que la conoce muy bien y la valora tanto. "Waters trajo en 2002 un show bastante simple porque Argentina vivía una crisis económica fenomenal y seguramente los productores no pudieron solventar uno con más despliegue. Gustavo, uno de mis hermanos, fue a Ezeiza y logró darle un VHS con un show nuestro -rememora Guillén-. Pero no sabemos si lo vio o lo usa de apoyavasos".